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Encuentro de los pasos de Jesús Camino del Calvario y la Virgen de los Dolores. Foto Asier Alcorta
Encuentro de los pasos de Jesús Camino del Calvario y la Virgen de los Dolores. 
Asier Alcorta/HERALDO

Tres años después, incienso, tambores y claveles en las calles; pasos y cofrades reviven la Pasión como antes, liberados del encierro y las restricciones de la pandemia, aliviados por la ausencia de lluvias que, solo estos días, se agradece como un tesoro.

El ruido sordo de los tambores vuelve a llenar la noche. Y con él los nervios por no saber a qué cofradía atender, en qué momento parar tras la carrera encontrar un buen sitio desde el que ver pasar una procesión que siempre se hace corta. Hay tantos momentos como apasionados de la Semana Santa. Y cada uno encierra el misterio de estos días. El Encuentro entre Jesús Camino del Calvario y la Dolorosa resume todos los abrazos pendientes, lo que son imposibles y los que están por venir. En la plaza del Pilar había una conversación por retomar, la que entablan el Miércoles Santo las secciones de instrumentos mientras Jesús y la Virgen sin miran sin necesidad de palabras, en el estruendo silencioso de la noche de abril.

Hay algo muy íntimo en la Semana Santa y, a la vez, un sentimiento compartido. Lo expresó certeramente el hermano mayor de la Hermandad del Refugio en solemne acto de entrega del Santo Cristo del Refugio a los hermanos de la cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, cuando definió a la institución como "la casa de todos", aquella en la que se acoge al que más o necesita.

Ese es el sentido de la Semana Santa, lo que la hace eterna, única e insondable como el retumbar de los tambores. 

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