La amenaza de la sequía
En plena primavera, cuando deben acumularse las mayores reservas de agua para afrontar el verano, la situación en Aragón llama a la cautela. Se encadenan datos inquietantes. Por ejemplo, el mayor embalse del Pirineo y el segundo más grande de toda la cuenca del Ebro, Canelles, está al 20%.
Además, la nieve presenta niveles de un mes de junio y buena parte se ha sublimado por efecto de las altas temperaturas. La sequía se arrastra desde el verano pasado, de forma que los embalses acabaron el año hidrológico ya muy menguados y no han podido recuperarse. A esto hay que sumar las temperaturas anormalmente elevadas que se están registrando. Cualquier planificación económica y social debe tener muy presente los múltiples riesgos de esta sequía de duración indeterminada. Lo acabamos de comprobar con el incendio de Teruel.
Los agricultores van a tener una campaña que desde el principio afrontan con cupos para repartirse la poca agua que hay. Aunque en meteorología todo puede cambiar, se aventura una temporada de riego muy complicada para el sector agrícola, que será el que padecerá las restricciones más severas. Esto afecta ya a la planificación de cultivos como el maíz, que son más rentables, pero que necesitan más agua. No estamos como en Cataluña, donde ya se están planificando restricciones en los abastecimientos, pero es preciso adoptar medidas porque las predicciones pluviométricas no dejan entrever, por el momento, la solución del problema.
Después de un año de mucho calor y escasas precipitaciones, el actual se adivina semejante, al menos en los próximos meses. Es necesario, pues, ser más austeros en el consumo. Hay que insistir en implementar una nueva cultura hidráulica en todos los ámbitos de la actividad. Los datos y los hechos apuntan al deber de prepararse para vivir con menos gasto de agua.
