Por
  • Julio José Ordovás

Una casa propia

Aloma Rodríguez
Aloma Rodríguez
José Miguel Marco

El humor es un poderoso lenitivo. Aloma Rodríguez se ríe (sobre todo de sí misma) y nos hace reír en su último libro, titulado, irónicamente, ‘Puro glamour’. Bajo la veladura humorística, sin embargo, nos habla de cosas tan serias como un traslado de ciudad, la crianza de los hijos, la precariedad laboral o las dificultades para adquirir un piso y formar un hogar estable. 

Hay autoparodia, en clave woodyallenesca, y un tono ligero, chispeante, muy francés, en este libro de crónicas domésticas, un nuevo capítulo de su autobiografía en construcción, que es también una novela de aventuras: las aventuras consuetudinarias de una periodista cultural ‘free lance’ que regresa con su pareja y sus tres hijos a Zaragoza después de haber vivido casi diez años en Madrid.

Martín Caparrós, ese cronista argentino que tiene una prosa tan afilada como las puntas de su bigote, dice que la crónica más difícil de escribir es la del barrio en el que uno vive.

Aloma escribe las crónicas de su estresante día a día con una viveza y una gracia con las que se gana de inmediato la complicidad del lector. Así, seguimos sus enredos familiares en aseos de supermercados, en bufets libres de distintos hoteles, en salas de urgencias de distintos hospitales, en el polideportivo de Ejulve, en la casa de sus padres en ‘Garrapinillos-sur-mer’ y en las pozas de Pígalo, lugares todos ellos, ciertamente, muy glamurosos.

Y mientras su inseparable Barreiros, afectado por la crisis de los 40, consulta tutoriales en Youtube para alicatar el baño, Aloma lee ‘Una casa propia’, de Deborah Levy, haciendo malabares para conciliar hijos y libros, o sea, vida y literatura.

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