Redactor de HERALDO DE ARAGÓN en la sección de Deportes

En los zoos y los circos

En los zoos y los circos
En los zoos y los circos
Pixabay

Pronto ha empezado este año electoral la subasta de la dignidad política. Ya hemos visto a candidatos jugar a la petanca con jubilados, vestir como integrantes de mafias latinas y hacer lamentables amagos de bailar bachata. 

Eso garantiza que, conforme se acerque la campaña, aparecerán improvisando acrobacias con partes insospechadas de su cuerpo o adiestrando un ornitorrinco para celebrar –acaso– la diversidad del mundo animal.

Aún recuerdo la estampa de cierta aspirante de un partido en horas bajas que fue a denunciar no sé qué abandono de no sé qué carretera rodeada de ‘strippers’ de El Plata. Simbólicamente iba encadenada. Su ‘fatum’ era terrible. Su estampa, poco edificante.

Entre las cosas que más rabia me dan están las forzadísimas sonrisas de los carteles electorales. Siempre imagino esas fotos el 29 de mayo con carcajadas en ‘reverb’ de fondo. Veo derretirse los carteles, deformar los gestos y siempre se me aparece el Joker. La fiesta de la democracia acaba en un ‘Thriller’ con Vicent Price cachondeándose terroríficamente.

Los políticos deberían tener dos dedos de frente y sus asesores, al menos, un par de palmos. Un frontispicio románico de doce metros de altura no estaría de más. Ellos mejor que nadie deberían saber que la sobreexposición y el aplauso banal no hacen sino que el emperador vaya cada vez más y más desnudo. Eso puede venir bien para hacer acrobacias con partes insospechadas de su cuerpo, pero convierte la política en una competición por ver quién lanza la pelotita más alto a cambio de un cubo de pescado. Lo mismo que se ve en los zoos y en los circos.

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