Un ‘siseñor’

Un ‘siseñor’
Un ‘siseñor’
Pixabay

Se extraña Antoine cuando admito no conocer la expresión ‘un siseñor y un cascanueces’, que solían responder los abuelos a los niños pedigüeños en épocas no tan lejanas. Mi amigo Luisma, que es más joven que yo, también conoce la expresión. 

Él imaginaba que el ‘siseñor’ era un objeto, y los mayores, rizando el rizo del surrealismo aragonés, con sorna se lo ofrecían de madera o de azúcar. Supongo que los niños enseguida entendían, mejor que yo, esa sutil manera de que se les negara lo que pedían. Mi ignorancia al respecto me hace pensar en las lagunas del aprendizaje que podemos arrastrar toda la vida. Hay palabras que no se instalaron bien en mi cerebro en un momento dado y siempre las esquivo, las rodeo, o las sustituyo por perífrasis a la hora de ponerme a escribir. Nuestras lagunas nos definen y nos conforman más que nuestras virtudes. Por contra, hay cosas que nunca se olvidan.

Haciéndome la listilla, y ya que a nuestro alrededor revolotean palomas y gorriones, suelto algo que me enseñó mi abuelo, que no son lo mismo aves y pájaros. Los pájaros son una subclase de las aves y por tanto no todas las aves son pájaros. Como no soy naturalista, evito extenderme mucho más, por no meter la pata. En cuanto llego a casa, intento averiguar algo más del ‘siseñor’, pero es poco lo que encuentro, que hay una canción de Vainica Doble titulada ‘un siseñor con las patas verdes’. También hay una variante que dice: ‘Un siseñor, un mande usted y una escoba para barrer’.

Empieza a quedarme claro. Dentro de poco, sin embargo, me habré olvidado de todo, o de casi todo.

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