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Las columnas del mundo  

Bosque sagrado de los chaparros, donde realizan el rito de los herniados
Bosque sagrado de los chaparros, en Lobera D'onsella
Laura Uranga

Los árboles son las columnas del mundo, según una vieja creencia indígena, de modo que cuando se hayan cortado los últimos, el cielo caerá sobre nosotros. 

Se trata de los únicos seres vivos que pueden ser testigos de lo que ocurre a su sombra generación tras generación a lo largo de siglos. Algunas corrientes defienden las bondades de abrazar sus troncos por los beneficios terapéuticos que aportan. La imagen del koala aferrado a un eucalipto es recurrente, aunque en su caso busca las virtudes refrescantes de su corteza.

Durante décadas, tuvo connotaciones negativas: si veías a alguien rodeando amorosamente un árbol, pensabas que eso no lo hacía el agua. De inmediato te venía a la cabeza uno de los insultos que acuñó el periodista deportivo de inagotable verborrea José María García: "abrazafarolas".

Ahora está de moda tomar un baño de bosque: consiste en adentrarse en una arboleda o un parque frondoso, a poder ser poco transitado y con distintos ambientes (además de la flora, rocas, senderos, ríos, cascadas…), y tumbarse en la tierra, o arrullar una encina, o dejar que el agua de un riachuelo te refresque la mano.

Si hay un territorio especialmente indicado para practicar esta sana terapia, ese es Aragón, gracias a las exuberantes formaciones boscosas que lo oxigenan desde los Pirineos hasta la Sierra de Albarracín. De hecho, hay ocho arboledas singulares declaradas en la comunidad aragonesa.

En unos años, si se cumple la expectativa municipal, habrá otro buen bosque para darse un baño: el de los zaragozanos, con 700.000 árboles rodeando la ciudad. Larga vida a las columnas del mundo.

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