Caja de resistencia

El tren AV City de las 7.05, el pasado viernes en la estación Delicias, que iba casi lleno con 270 pasajeros.
El tren AV City de las 7.05, el pasado viernes en la estación Delicias, que iba casi lleno con 270 pasajeros.
Toni Galán

El lastre del AV City para conectar Zaragoza con Madrid y Barcelona me ha hecho pensar en un par de cosas. Primero, que es una pena que guardemos esperanzas en la privatización (‘liberalización’, si me adapto al uso contemporáneo del lenguaje) del tren. Que los propios ciudadanos deseemos que una empresa que es de todos sea probablemente arrasada por otras privadas que entren a competir como solución más rápida para abaratar los billetes. Máxime cuando esta ha nacido y crecido gracias a ingentes cantidades de dinero público (y a experimentos deficitarios en los años en los que se hubiera puesto una estación de AVE hasta en la parte sumergida de Lanuza). Y segundo, que resulta increíble la poca habilidad de esta empresa propiedad del Ministerio de Fomento para hacer los precios competitivos en lugar de petrificar o encarecer el precio del trayecto.

Ocurre, en cambio, que de todo se puede sacar una lectura positiva; también de esta desalentadora situación. En este caso, la alegría se encuentra en un grupo de Facebook y varios de Whatsapp en los que zaragozanos que habitamos en Madrid (me consta que ocurre lo mismo con los de Barcelona) tratamos con billetes para lograr los precios más económicos o, en su defecto, vender alguno para que no se pierda si no podemos viajar. En mi experiencia, se trata de una comunidad de personas que nunca venden un billete más caro de lo que les costó, que cumplen con los pagos y que actúan en digna consecuencia si se cuela alguna oveja negra. Es, en esencia, una caja de resistencia contra la usura donde la confianza entre unos y otros se ha grabado en piedra y de ella ni se duda ni nadie se mueve.

Somos miles los que utilizamos estos grupos para viajar en Renfe sin arruinarnos, sin generar problemas a la operadora ni entre nosotros, creando un lenguaje propio y escueto con frases clave como ‘¿tienes Bizum?’, que vendría a ser el ‘¿por aquí por dónde se sale?’. De hecho, son los borrachos los que han contribuido a fomentar la unidad de grupo con esos mensajes de audio enviados por error o esas fotos de fiesta que te encuentras alguna mañana. Derrapes simples de gente grande que se organiza, cree, respeta y encuentra una salida. Una resistencia más que una alternativa. Y también, un ejemplo.

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