Por
  • Juan Antonio Ros Guerrero y Juan Antonio Ros Lasierra

La nueva Torre Nueva

La Torre Nueva, en una fotografía tomada por el francés Jean Laurent hacia 1874.
La Torre Nueva, en una fotografía tomada por el francés Jean Laurent hacia 1874.
Heraldo.es

Reconstruir la Torre Nueva es una propuesta recurrente en nuestro ámbito social local y una aspiración que está a punto de abarcar cinco generaciones de zaragozanos. En estos momentos podemos estar ante un nuevo intento, igual de encomiable que los anteriores pero con algunas peculiaridades diferenciales. Una de ellas es que la torre sería pagada íntegramente o muy mayoritariamente por particulares de forma desinteresada, sin contraprestación alguna a cambio, a modo de aportación al interés común. Otra diferencia a favor es que la sociedad posiblemente esté más madura, informada y pueda apoyar la iniciativa de forma mayoritaria.

Las preguntas más importantes a hacernos los zaragozanos es si estamos obligados a lamentar la pérdida de la Torre Nueva eternamente, generación tras generación, y si es así, por qué, quién decide que sea así; y si una sociedad inteligente, conocedora, y dueña de su destino puede decidir, transmitiendo al poder político su voluntad, que le daría cumplimiento. Por consiguiente para dirimir si éste es el momento de reconstruir la Torre Nueva o no, la decisión debe ser política, basada en dos pilares: la voluntad popular sondeada y criterios razonables conservacionistas.

Para apoyar esta iniciativa, en un trabajo de Arquitectura de la Universidad de Zaragoza hemos aprovechado la documentación atesorada por los predecesores y nos hemos atrevido a esbozar un proyecto de reconstrucción integral sensible, respetuoso, fiel, auténtico, técnico y viable. Y se ha puesto a disposición de los mecenas, con el fin de que tengan una primera referencia que oriente la acción de patrocinio. Nuestra propuesta aspira a ser un equilibrio entre la reproducción tal cual y la reconstrucción fiel y respetuosa pero no estrictamente literal, aspirando a que el proyecto sea compartido por la ciudad en su conjunto y aceptado por los conservacionistas.

Nuestro trabajo universitario es un ejercicio académico pero inusualmente práctico, y deberá ser sometido a perfeccionamiento y complementación por especialistas de arquitectura, ingeniería, arqueología, historia, y construcción. Al estilo de la decisión de ‘sentido común’ que adoptó Venecia para reconstruir su torre Campanile, se propone reconstruir la Torre Nueva ‘como era y donde estaba’. A diferencia de los anteriores diseños de reconstrucción, proponemos que la nueva Torre Nueva tenga la inclinación que manifestaba patológicamente cuando se derribó; tiene más sentido y se reconcilia mejor con el imaginario popular. Es decir, se ha elegido su imagen más icónica de la retina zaragozana, inclinada y con el alto chapitel, considerando innecesaria una reproducción literalísima de la sustancia con que estuvo construida, aunque sí un paralelismo e identificación totales, recuperando la autenticidad de espíritu y diseño, la integridad y una nueva funcionalidad, obteniendo al final una nueva Torre Nueva que nos parezca a todos que es un homenaje de nuestra generación a la antigua Torre y un legado valioso y orgulloso para las nuevas generaciones.

"Se ha elegido su imagen más icónica de la retina zaragozana, inclinada y con el alto chapitel"

También será un relanzamiento de la imagen de la ciudad. Tengamos en cuenta que la Torre de Pisa tiene 55 metros de altura y la Torre Nueva era unos 17 metros más alta, y su inclinación al demolerse era de unos 3º frente a los 4º de la Torre de Pisa.

Internamente tendrá una estructura diseñada bajo el prisma de la seguridad, resistencia, modernidad, durabilidad y eficiencia, observable y disfrutable por el interior dado que la Torre debería ser visitable a todos sus niveles, tanto mediante escaleras como ascensor de vidrio. Exteriormente la Torre se reconstruiría con ladrillo similar en factura y color a la antigua, con aparejos mudéjares iguales en gran parte de los tramos, debiendo estudiarse y consensuarse si sería aceptable alguna ligera simplificación de las partes más barrocas, sin desvirtuar la imagen íntegra.

Esta generación de ciudadanos puede, no sin esfuerzo, legar la Nueva Torre Nueva a muchas generaciones por venir. La nueva Torre Nueva va a lograr una indudable proyección internacional de la ciudad, basada en una herencia cultural intangible que pasará a ser real. Decía Miguel Caballú en 2002 que "la Torre Nueva produce en la gente sensible un regusto amargo y un pensamiento que no gusta recordar. Nadie tiene la culpa, pero casi todos lo lamentan". Ahora es el momento de volver a ilusionarse y actuar.

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