ARTES PLÁSTICAS. OCIO Y CULTURA

Marie Claire Decay: "Salvador Victoria era un pintor abstracto que amaba el paisaje de Aragón"

La viuda del artista turolense, de 90 años, recuerda cómo se conocieron, la dolorosa vida del joven en París y su apuesta por una pintura personal 

Marie Claire Decay ante un cuadro de su marido, en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora.
Marie Claire Decay ante un cuadro de su marido, en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora.
A. C./Heraldo.

Marie Claire Decay (Marsella, Francia, 1933) está especialmente feliz. El ‘Catálogo razonado de Salvador Victoria. Obra gráfica’, sobre su marido, que firma Alfonso de la Torre -“ya sabe qué fino y riguroso es. Ha hecho un trabajo formidable”- ha recibido el premio a la mejor publicación de arte de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte. Esta conversación se inició en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora y se completaba por teléfono tras la recepción de la distinción el pasado jueves en el museo Pablo Serrano. Marie Claire fue periodista en la agencia Efe durante casi 30 años, desde 1970 a 1998, salvo el período que estuvo con Rosa Conde, cuando ejerció de Ministra Portavoz. Recuerda que el libro lo ha publicado la Fundación March con el apoyo de Rubielos de Mora, el Gobierno de Aragón y el Museo de Teruel.

¿Está contenta, no?

Por supuesto sí. Salvador Victoria se murió demasiado pronto y a la vez tengo la sensación de que tampoco tuvo mucha infancia. Nació en 1928 y falleció en 1994. La Guerra Civil le dejó una gran herida; además, su madre pasó cuatro años en la cárcel. Él tenía diez años y entendía ya; vivió esa experiencia con inmenso dolor. Este museo me hace muy feliz y seguramente a él también le haría. ¿Le digo una cosa?

Por favor.

Este museo ha sido posible por la generosidad del pueblo y su alcalde Ángel Gracia, claro, pero también porque Salvador Victoria siempre fue generoso y amable, defendía a sus amigos pintores y dejó una gran huella por aquí y por allá. Cuando este espacio inició su trayecto en 2003, llamábamos a pintores muy distintos y todos acudían a exponer y a arropar este legado. Sinceramente, creo que mi marido dejó una hermosa huella.

¿Recuerda cómo se conocieron?

Sí, claro. Él había tenido una vida difícil. Era el mayor de cuatro hermanos y a a los catorce años su padre, que había sido ebanista, lo metió a trabajar en una tienda de cornucopias. Y allí estuvo un tiempo. Era un joven curioso, muy lector y sentía la llamada del arte.

¿De qué modo?

Con mucha intensidad. Trabajaba de día y de noche iba a la Escuela de Artes y Oficios. No era nada fácil, pero era trabajador y estaba seguro de su vocación. Aunque no había estudiado bachillerato, entonces podías hacer Bellas Artes. Debió aprobar un examen y lo admitieron. E hizo la carrera en Valencia.

¿Y de ahí a París, entonces?

Sí. Llegó en 1957. Hay algo que querría recordar, antes de nada. Su padre, que era más bien autoritario, acabó cediendo un poco. Con todo, con su madre en la cárcel porque había auxiliado a soldados rojos, el padre los llevaba a escuchar música a un kiosco que había en una plaza. Jamás se olvidó de aquellas sensaciones, de aquellas melodías. Me dijo una cosa una vez: “De no haber sido artista, me habría gustado ser músico”.

Un autorretrato del pintor que se conserva en el Museo Salvador Victoria.
Un autorretrato del pintor que se conserva en el Museo Salvador Victoria.
Salvador Victoria.

Salvador se fue a París y usted andaba por allí.

Yo nací en Marsella porque mi padre era médico y quería irse a las colonias francesas y se fue a estudiar a Marsella. Allí vine yo. Años después ya estaba en París, en un colegio franco-británico, compartía habitación con una amiga, que acaba de entablar amistad con un pintor llamdo Brandes, que exponía en el Colegio de España. Ya me gustaba el arte, pero no crea que fui encantada.

¿Por qué?

Por el régimen de Franco. No me podía imaginar que un país que estaba sometido a una durísima dictadura pudiese hacer buen arte. Así que, ganas ganas no tenía, pero fui. Brandes exponía su obra, y me pareció interesante. Y por allí andaba un hombre joven, rubio, atractivo. Salvador Victoria, y no me ciega la pasión, era un hombre muy guapo, muy atractivo.

"En París para salir adelante como artista trabajó en muchos empleos y le ayudaron mucho artistas como Isidoro Balaguer, con quien había ido a París, y Eusebio Sempere, que vivía ya allí. Hubo un momento en que se planteó qué hacer…"

¿Qué sucedió en aquel encuentro?

Nada especial. O eso me pareció. Hablamos mucho, me contó que era español, que estaba en el Colegio de España, que le habían dado una beca y que quería ser pintor. Y recuerdo que nos hicimos una foto, que sería determinante.

Salvador Victoria y Marie Claire Decay en la Ciudad Universitaria, en París, en 1958.
Salvador Victoria y Marie Claire Decay en la Ciudad Universitaria, en París, en 1958.
Salvador Victoria.

¿Por qué?

Al inicio del curso siguiente vino a buscarme para entregarme una copia de la foto. Y me encontró, me dio la foto y empezamos a salir. Yo estudiaba Derecho, quería hacer algo de criminología, me preparaba para jueza. Y él estaba inclinado por completo hacia la pintura. Tenía mucha personalidad.

¿Qué le contaba?

Muchas cosas. Era un hombre admirable, bondadoso. He tenido una maravillosa vida con él. Me habría gustado que hubiésemos pasado más años juntos. Me contó muchas cosas: la vida en el pueblo, la ausencia de la madre, la relación con su padre, sus sueños de artista, los apoyos. En París para salir adelante como artista trabajó en muchos empleos y le ayudaron mucho artistas como Isidoro Balaguer, con quien había ido a París, y Eusebio Sempere, que vivía ya allí. Hubo un momento en que se planteó qué hacer…

Intuyo que decidió volver.

Sí. Me vine con él en 1964. Nos casamos en 1958. Él tenía 30 años y yo 25. Ya tenía su mundo, su estilo, y lo iría depurando cada vez. Incorporaría el color y haría una obra abstracta personal, sobre todo, como le sugería antes, marcada por la música.

Usted decía que trabajó en la agencia Efe.

Sí. Primero logré un trabajo como periodista en la Embajada de Francia y de ahí, poco después, di el salto a la agencia. Me he dedicado a Europa. Y cada vez que volvía del trabajo pasaba por el estudio. Salvador era trabajador, minucioso, a veces tenía el tormento habitual de los artistas, pero trabajaba mucho en el taller. Estaba informado por ‘El País’ y la radio y así empezaba la mañana antes de zambullirse en el trabajo en el taller.

¿Hablaban de su trabajo?

Sí, claro. Mucho. Aunque yo no me metía en sus cosas. He colaborado con él en todo lo que he podido, sobre todo en cuestiones de archivo. Le ordenaba la producción, cosas así. Y eso fue importante luego porque nos ha permitido organizar mejor las exposiciones, colaborar en los catálogos. Él a veces bromeaba y decía, porque era metódico, que “tengo un horario de oficinista”. Eloy Fernández Clemente le publicó su tesis doctoral sobre el informalismo. Lo cierto es que trabajó mucho. Yo me jubilé en 1998 y he dedicado este cuarto de siglo a promover su obra y su mundo. Falleció en 1994 hace en 2024 treinta años. Me apena que no haya vivido más. He sido muy feliz con él. Creo que el ‘Catálogo razonado’ de Alfonso de la Torre le hace justicia: era un pintor abstracto, muy coherente, refinado, honesto, que amaba y se identificaba con los paisajes de Aragón.

Salvador Victoria con uno de sus cuadros.
Salvador Victoria con uno de sus cuadros.
Archivo Marie Claire Decay.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión