Semana Santa

Los tres tambores y el bombo más veteranos de la Semana Santa zaragozana: "Mientras pueda seguiré tocando"

Por muchos años que pasen, no se agota la emoción de estos cofrades que registran más de 50 años consecutivos tocando con las Siete Palabras.

Veteranía cofrade, de izquierda a derecha: José Ramón Alconchel, Javier Rodríguez, Abilio Ballester y José María Angulo, de la cofradía de las Siete Palabras.
Veteranía cofrade, de izquierda a derecha: José Ramón Alconchel, Javier Rodríguez, Abilio Ballester y José María Angulo, de la cofradía de las Siete Palabras.
Toni Galán

Las cofradías zaragozanas han hecho esta semana los últimos ensayos antes del ansiado momento de sacar a las calles todo el sentimiento que acompaña a la Semana Santa. Entre los 16.000 cofrades que, del 24 al 31 de marzo, participarán en las procesiones, unos pocos suman más de cinco décadas tocando un instrumento sin fallar un solo año a la cita (hasta durante la pandemia se las arreglaron para tocar, Youtube mediante). 

Cuatro integrantes de la cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista atesoran registros de récord y, un año más, tienen todo bien dispuesto para salir con sus tambores esta Semana Santa. No han faltado a los habituales ensayos en el Stadium Casablanca, aunque realmente tienen los toques grabados muy adentro.

"Empecé con el timbal, pero ya al año siguiente de entrar quise estar entre los tres primeros que llevamos bombo en Zaragoza... y hasta hoy, mientras pueda seguiré tocando"

Javier Rodríguez Catalán no ha podido olvidar la forma en que, siendo un crío, le impactó el estruendo de los tambores al paso de una procesión por la calle de Don Jaime. Unos años después, se hizo cofrade; tenía entonces 16 años y, ahora, cuando acaba de cumplir 71, conserva "la misma ilusión y las mismas ganas de salir que cuando era un crío". Este 2024 cumplirá 56 años consecutivos tocando con las Siete Palabras.

Empezó con el timbal, pero ya al año siguiente de entrar quiso estar "entre los tres primeros que llevamos bombo en Zaragoza... y hasta hoy, mientras pueda seguiré tocando". Él no tenía ningún antecedente cofrade en la familia, pero "ahora somos cuatro bomberos Rodríguez", dice orgulloso, dos sobrinos y un sobrino-nieto procesionan junto a él.

En este pódium de veteranos del redoble están también José María Angulo Sainz de Varanda, que cumplirá este año 53 años consecutivos tocando el tambor; José Ramón Alconchel Romero, que suma 59 años; y Abilio Ballester Marquina, nada menos que 69 años sin perder el compás.

"De niño, los cofrades eran para mí espectros, que aparecían y desaparecían. ¿Dónde se metía el resto del año esa gente? ¿Serían abogados, médicos..., dónde trabajaban?"

Atracción y misterio

Cuando, siendo un niño, su abuelo llevaba a Abilio Ballester Marquina a ver procesiones por Zaragoza, aquello le parecía algo precioso y, a la vez, lleno de misterio. Los cofrades "eran para mí espectros, que aparecían y desaparecían. ¿Dónde se metía el resto del año esa gente? ¿Serían abogados, médicos..., dónde trabajaban?", se preguntaba. Lo descubrió en persona cuando, en 1962, con 14 años, decidió ingresar en la cofradía de las Siete Palabras. Entonces, "bastaba con pertenecer a Acción Católica y tener permiso paterno". Para tocar: haber cumplido los 14.

Bajo los 1.306 capirotes de esta cofradía –se prevé que este año procesionen entre 670 y 680 hermanos, 398 de ellos en la sección de instrumentos– hay diversidad de perfiles. En la pequeña muestra que cubre este reportaje encontramos a un empleado de banca ya jubilado, Alconchel (70 años); Rodríguez Catalán (71) trabajó en el comercio textil hasta su jubilación; Ballester (76), abogado, ha sido letrado asesor de la Diputación Provincial de Zaragoza durante 40 años; mientras Angulo (65) continúa en activo como procurador.

"De pequeño, daba la murga en casa aporreando una caja de zapatos con dos palos"

A esos chavales de los sesenta debió de llamarles mucho la atención aquella cofradía que se conocía desde su fundación como ‘la de los tambores’, introductora en la Semana Santa de Zaragoza del tambor (1940), el timbal (1945), el bombo (1970) y la timbaleta (1985). 

Como tantos otros, el niño José Ramón Alconchel "daba la murga en casa aporreando una caja de zapatos con dos palos". Tanto que su padre le propuso apuntarse a una cofradía y ya desde el 65 salió tocando. "Cuando lo tienes dentro –considera–, se te mete la fiebre del tambor, tan arraigada en Aragón, y se convierte para ti en una tradición".

"La Semana Santa es una mezcla de cosas: lo primero, el sentimiento religioso, pero a él se añade lo que tiene de tradición popular, cultural, artística y sentimental. Es una amalgama de todo"

Una curiosa forma de rezar y sentir

Le faltaban unos meses para cumplir los 14 años, pero a José María Angulo le permitieron adelantarse y salir ya en 1971 tocando el tambor. Y aún no lo ha soltado. Su padre fue fundador de la cofradía y esta es la razón principal que le unió muy pronto a ella, pero recuerda lo que le atraían los tambores, "una afición que se ha transformado en pasión".

Este zaragozano, nieto de calandina, describe lo que para él significa tocar como "una curiosa forma de rezar y de sentir". Porque, desde su punto de vista, "la Semana Santa es una mezcla de cosas: lo primero, en mi caso y el de mi familia, el sentimiento religioso, pero a él se añade lo que tiene de tradición popular, cultural, artística y sentimental. Es una amalgama de todo". 

Muchos son los que, como su compañero Alconchel, viven intensamente la Semana Santa en la calle, junto a las demás cofradías pasos y procesiones. Ballester apunta que esta es "una celebración religiosa que trasciende la religión, porque cada cual sale con sus propias ideas", pero, en su caso, pertenecer a una cofradía va más allá de las procesiones, "que son un par de días al año", y de los ensayos. "Se es cofrade todos los días, si hay que ayudar a alguien, se le ayuda, y se participa en las actividades de la cofradía", indica.

Una cofradía es también un espacio donde cultivar la amistad y disfrutar de los encuentros. "Nos vemos poco y discutimos poco", bromea Rodríguez Catalán.

"La incorporación de la mujer es lo que ha salvado la Semana Santa de Zaragoza. Antes esto era cosa de hombres"

Desde su amplia experiencia, todos coinciden en que la transformación experimentada por la Semana Santa en las últimas cinco o seis décadas ha sido gracias a la incorporación de la mujer. "Es lo que ha salvado la Semana Santa de Zaragoza. Antes esto era cosa de hombres", recuerda Ballester. Cuando José María Angulo empezó, "nuestra cofradía era la más numerosa, pero el resto eran más modestas, salían menos personas y, en general, había menos presencia de público y de cofrades", rememora. La entrada de mujeres en casi todas las cofradías a partir de los años noventa "supuso una evolución trascendental, que dio un impulso radical a la Semana Santa; nosotros fuimos la penúltima cofradía en abrir la puerta a las mujeres". La cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista, fundada el 15 de febrero de 1940 entre la Juventud Masculina de Acción Católica, es mixta desde 1995.

El diluvio del 69

En el capítulo de anécdotas, cómo olvidar el diluvio de 1969. Al joven Alconchel su madre le había puesto un impermeable debajo del hábito y llevaba el capirote forrado de plástico. Los capirotes eran de cartón y los muchos que no iban protegidos acabaron plegados. Entonces, los parches de los tambores eran de piel y, al mojarse, no había forma de que sonaran. "Lo único que se oía en la procesión era la caja de batería, con parche de plástico, que llevaba un hermano". Prueba de que "aunque llueva, hemos salido siempre".

El calendario procesional de esta cofradía es especialmente exigente. El Lunes Santo hacen su Vía Crucis, pero el día clave es el Viernes Santo: procesión de las Siete Palabras por la mañana y procesión del Santo Entierro por la tarde. Cinco y cuatro horas en un mismo día. 

Que ni un resfriado ni ninguna otra contingencia (pandemias aparte) haya impedido a estos cuatro cofrades salir tocando año tras año, desde su ingreso, es una mezcla de suerte y empeño

Hasta cuando Angulo hizo la mili en Valladolid, aprovechó un permiso para venir a tocar. Aunque reconocen que "al avanzar en edad crece el cansancio", suelen caminar a diario y llegan a marzo entrenados y acostumbrados. 

Están dispuestos a seguir mientras el cuerpo aguante. Y es importante tener capacidad de adaptación. Como Javier Rodríguez, Abilio Ballester empezó con el timbal, pero luego se pasó al bombo, "que era la novedad entonces". Más recientemente, "cuando las fuerzas fueron fallando, me pasé al tambor". Cada Viernes Santo, su hija le va siguiendo de principio a fin de la procesión y, al acabar, le lleva el tambor y el capirote, "que al comienzo parece que no pesan y después pesan un quintal".

El esfuerzo merece la pena para tener la oportunidad de vivir momentos únicos en los que un nudo se planta en la garganta. Salir con la cofradía es para Rodríguez Catalán tan emocionante que "es de las pocas veces que lloro, son momentos muy míos, como voy tapado, nadie me ve". Impresionante y emotiva resulta la salida de los pasos, cuando el Vía Crucis atraviesa el arco del Deán o el cierre de la procesión del Santo Entierro, cuando se despiden tocando si cabe con más fuerza, hasta el año siguiente.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión