Natos y Waor arrasan en su concierto de Zaragoza con latigazos de seda y cera rapera

El dúo madrileño ha actuado este viernes en el pabellón Príncipe Felipe ante 6.200 personas; una liturgia secundada con devoción e interacción en todos y cada uno de los temas

Nator y Waor, este viernes 15 de marzo, en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza.
Nator y Waor, este viernes 15 de marzo, en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza.
ALVARO SANCHEZ

Natos y Waor tienen el mojo al que aludía Austin Powers en las inolvidables y bizarras películas ideadas por Mike Myers a finales de los 90 y principios de este milenio. La visita a Zaragoza de los dos raperos, con 6.200 almas devotas a sus pies (no hubo lleno finalmente, aunque el arropo no faltó) se saldó con triunfo indiscutible, de los que se materializan sin esfuerzo aparente. Sobrados, vaya.

El concierto no empezó totalmente puntual, aunque el retraso podía catalogarse de perdonable en una cita de estas características. Los 10 minutos de demora suelen aceptarse como un límite tolerable, pero era tal la expectación que los silbidos de impaciencia empezaron a escucharse apenas dos minutos después de las 21.00, hora marcada para el inicio.

La edad media de los asistentes rondaba los 21 ó 22 años. Quedaba claro que aunque los dos protagonistas de la noche superaban la treintena (Waor, de hecho, ya ha caminado la mitad de la década del tres) hablan un idioma inteligible para los adolescentes y adultos recién estrenados, empáticos con la forma y el fondo del mensaje lanzado por los dos directores de orquesta de anoche.

Lo de la comunión de almas era el caso de Eva y Tony, llegados de Tudela para la ocasión. "«Él tiene 22, yo 20 –explicaba Eva– y estamos aquí porque Tony es muy fan, se sabe todas las canciones, hasta las que acaban de salir. A mí también me gustan muchas, pero hoy –por ayer– vengo por acompañarle, y él vendrá conmigo en septiembre al Vive Latino, porque quiero ver a Trueno".

Muchas camisetas de Rapsolo daban una pista de la conexión entre el lado hardcore del rap local y los invitados estelares de la velada, más proclives a experimentar con ritmos urbanos actuales que los Rumba, Hate y compañía. Las barras se vaciaron con el primer golpe de bombo llegado de la consola de DJ Saik, escudero fiel de Natos y Waor en gira. 

En los conciertos no se dice "se hizo la luz": la iluminación para el público llega cuando se hace la sombra y los alaridos avisan de que algo grande está a punto de ocurrir. En este caso, ese algo era la aparición de dos tipos de Madrid capaces de conquistar la plaza sin disparar un solo tiro... con la salvedad de alguno incluido en secuencias de sus temas.

Pasión en la plaza

Natos, que había llegado este miércoles de su Argentina natal (es ‘argedrileño’ orgulloso) se comió el escenario desde el primer «hola», y Waor le dio la réplica en la furia y la seda, tomando la iniciativa cuando la canción lo requería; ambos se ‘meriendacenarían’ a un público entregado desde el verso de apertura.

‘Rumba’, ‘Elegante’, ‘Gloria’ y ‘Hasta que salga el sol’ desfilaron con paso y diámetro de marabunta, como salmos de una liturgia que se elevaría aún más con un ‘acapella’ de Natos, seguido de ‘Generación perdida’, todo un himno. Continuaron ‘Rocknrollas’ (¿la canción del fin del mundo, o del principio?) , ‘Septiembre’, ‘Malo’, ‘Nosotros’ y ‘Sudores fríos’, donde la dupla se benefició los coros de miles de gargantas enfervorecidas.

Lo bueno, si breve...

Lo de Natos y Waor son sobre todo piezas cortitas y al pie, con la semántica condensada y el fraseo certero. Sin embargo, el peso final de la estructura es notable: casi 40 aldabonazos entre repertorio base y extras. El número impresiona: al ser el primer concierto con temas del nuevo disco, los propios protagonistas comentaron que probablemente iba a ser el concierto más largo de su carrera, y así fue. 

La letra de ‘Dispuestos a morir’ erizó el vello a todo el mundo; latigazos en la superficie y lágrimas entre líneas. ‘Volver a nacer no se quedaría corta en esa misma clave’, pero ‘Gold diggers’ cambiaría el rollo de un plumazo, con invitado sorpresa: Al Safir, ‘el chico de oro’, Diego Izquierdo en el DNI, que lo dio todo y presentó sus respetos a «los números uno» antes de abandonar del escenario.

Fueron 18 cortes antes de un interludio de cinco minutos, con ‘Mal de amores’ –la homónima del disco que acaban de sacar, hace justo un mes: la mejor de la placa– como vértice. Llegarían 15 más antes de los bises, con momentos clave como ‘Miedo y asco’, ‘Indomables’ o ‘Dame calor’.

En la propina, de siete pases hechos canción, se hizo hueco e furor con ‘Platos rotos’ y, por supuesto, con ‘Cicatrices’, el poema sin el cual no se concebía el cierre de la fiesta, coreado por todo el pabellón.

La gente salió del recinto con el eco de la emoción en los oídos. Se hubieran quedado a más, claro. En verano, Natos y Waor vuelven a Aragón como cabezas de cartel del Monegros Desert Festival; en el páramo fragatino, inasequibles a la tiranía del mazo solar, muchos de los presentes este viernes 15 de marzo en el pabellón Príncipe Felipe repetirán envite.

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