TEATRO. OCIO Y CULTURA

Rafa Campos, actor: "Lo grande se explica en lo pequeño, incluso con algo más de misterio"

El dramaturgo y director escénico protagoniza su pieza 'París', con Paco Ortega, que se representa en el Teatro del Mercado hasta el cinco de marzo

Rafael Campos, a la derecha, con su compañero y colega Francisco Ortega. Ambos tienen vidas muy paralelas.
Rafael Campos, a la derecha, con su compañero y colega Francisco Ortega. Ambos tienen vidas muy paralelas.
Carlos Lorente.

Rafael Campos, es actor, dramaturgo y director escénico y responsable de Le Plató de Teatro, y Paco Ortega también es actor, dramaturgo y director escénico y está al frente del Teatro del Espejo. Los dos se suben a la escena en el Teatro del Mercado, desde el viernes 1 hasta el martes 5 de  marzo, para representar la pieza ‘París’, la historia de dos hombres que van a emprender un viaje a la capital del Sena pero algo los detiene. Rafael Campos, un clásico de las tablas, explica la obra, su propia trayectoria y analiza algunos aspectos del teatro en general, pero también de Aragón y de España.

¿Qué les pasa a Paco Ortega y a usted? ¿Han descubierto que son hiperactivos o que se han dejado mucho teatro por el camino sin hacer?

Un día leímos, o escuchamos, no recuerdo bien, ni sé si él o yo, a Clint Eastwood decir que no permitía entrar en casa al viejo que le dicen los calendarios. Nos gustó la cosa, la comentamos. No es nuestro mejor héroe, ni hablar, pero hasta el más tonto tiene un día bueno. Nosotros, lo hemos hablado, procuramos lo mismo. Yo, en lo que me toca, procuraré vivir del todo y plenamente mientras viva.

Rafa Campos, ¿qué quiere ser de mayor: escritor teatral, termómetro de los acontecimientos como cronista social y político o actor?

Todo. Nada de lo que señalas me importa menos que lo demás. Ahora recupero mi pasado en el escenario como actor, pero lo hago para una historia que me importa contar. Ese lujo no me propicia miles de espectadores, lo sé, pero es precio que pago bien a gusto a cambio de contar lo que quiero como quiero. Además, salgo de la mano cómplice de mi compadre Paco Ortega, que es, como si dijéramos, el otro yo de mí. Este trabajo y esta forma de hacerlo es, en sí mismo, un gesto que tiene todo el sentido para mí. 

¿Qué tenía en la cabeza al escribir ‘París’? Por el argumento parece una obra de tesis pero también un poco suspensa en el absurdo y en la encrucijada de existir.

Soy devoto expreso de Becket. De su obra y de su vida. De su desdén por la fama, de sus silencios épicos. 'París' es un deseo de lo que se sabe que ya no existe y aún así se sigue deseando. Una especie de aquella “Youkali” de Kurt Weill. Una idea que perseguir, un tiempo y un lugar que justifican el empeño de un viaje que se explica en y por sí mismo, en su misma imposibilidad. Otro ejemplo más del viaje a una Ítaca que ni falta que hace, pero sin la que la existencia de estas dos almas de cántaro que son los personajes carece de sentido.

Paco Ortega y Rafael Campos quieren seguir en la tablas, haciéndolo casi todo: escritura, puesta en escena, dirección teatral e interpretación.
Paco Ortega y Rafael Campos quieren seguir en la tablas, haciéndolo casi todo: escritura, puesta en escena, dirección teatral e interpretación. El teatro es una pasión.
Plató/Espejo.

¿Por qué dice que es una obra sobre la soledad cuando parece la historia de dos soñadores, quizá desencantados?

El uno y el otro son dos mitades de casi lo mismo; la soledad elegid de uno ante el espejo donde se dibuja la misma soledad del otro. Soñar lúcidamente es un autoengaño consciente. Un oxímoron que se arrastra entre días de sol y días de nubes, con las noches como armisticios con hora de caducidad. El desencanto ni se nombra, por obvio. Cada minuto es una construcción trabajosamente elaborada sobre lo que queda de la devastación. Pero todo entre bromas, ironías, sarcasmos y risas deliberadas. Anunciamos la comedia para que no se asuste nadie. Y lo hacemos con palabras inocentes que, a estas alturas resultan casi provocadoras.

Dos y Uno. Uno y Dos. En esos nombres, ¿no hay también algo de despersonalización deliberada?

Absolutamente. Es como si todos lleváramos un huésped que nos enajena en algún grado. Los sagrados pelmas del Gran Libro lo llamaban ángel de la guardia. Otros conciencia. Una especie de contrario que nos interpela y a quién contestamos solos o en compañía de psiquiatras o psicólogos. Esto da para una tragedia, para una comedia, o para un drama entreverado. Y hasta para una farsa grotesca. Yo procuro sonreír y hasta soltar alguna risa al respecto. A estas alturas la sospecha de que somos irremediables se hace cada vez más certeza. Y la evidencia da por las mañanas tristeza y por las tardes, ya bien comidos, bastante risa. Por las noches, depende de tantas cosas…

¿Qué significa París en su memoria, qué piensan o intuyen que pueden hallar allí?

París es, como se dice a lo cursi, un ‘constructo’ del cuando entonces de los personajes. Una idea elaborada a distancia en un tiempo que ya es otro. Una gavilla de canciones, de libros, de cine, de cigarrillos sobre cafés humeantes, de señoritas con vestidos estampados de florecitas y bragas de algodón  en películas de Rohmer. París es una quimera. Un pasado sospechado y anhelado. París es el bretón Léo Ferré cantando 'Avec le Temps' en 'Non stop'. París es un imposible como los que imagina Samuel Beckett según comentábamos con el gran José Luis Rodríguez García, mi admirado amigo, en nuestros encuentros vecinos por nuestro barrio antes de que tuviera la dolorosa y malísima idea de morírsenos.

De golpe, parece que se impone una nueva realidad: no sabemos si es la amiga prostituta, que les recuerda historias del pasado, o esas pequeñas cosas de cada día, el volcán de los recuerdos, los que te cambian el destino de golpe. Lo digo porque cambian de sueños o de objetivos.

La vida se impone nos pongamos como nos pongamos, porque la vida la pintan cientos, miles, millones de manos de un cuerpo que no conocemos nunca del todo y mucho menos gobernamos. A veces, en horas es alguna cosa que dices, otras es otra, y a menudo todas juntas en un tiovivo melancólico que de repente se vuelve brutal. Pero todo aparece en una realidad que un día es un cuadro apacible e inquietante de Rotkho y otro día es el caos de un cuadro de Pollock. Casi nunca un Hopper ya. Los recuerdos que fueron un volcán, no obstante, ya no calientan tanto la mollera; hoy son un adagio melancólico llevadero con un poco de café y un toque de buen whisky, si deja el organismo fatigado.

La obra 'París' plantea varias cosas: una historia de amistad y de soledad, la idea de un viaje que se vuelve imposible.
La obra 'París' plantea varias cosas: una historia de amistad y de soledad, la idea de un viaje que se vuelve imposible.
Carlos Lorente.

Un espacio vacío, como si hubiera un diálogo con Peter Brook, y a la vez cicloramas… ¿De París, de sus calles y museos, abstracciones?

Peter Brook es un papa de nuestro oficio laico. Seguramente se murió sin saberlo. Los escenarios hace años que renunciaron a todo ilusionismo de recreación de cuartitos de estar. Todos sabemos todo cuando vamos al teatro, así que es tontería andarnos con adornos quincalleros. Una actriz, un actor, una palabra o un gesto. Una luz bien compuesta, un sonido pertinente o un silencio musical. Con eso se puede contar el catálogo entero de lo que queda de Shakespeare, y si eso es posible, es posible todo lo demás, que es menos casi siempre. El ciclorama no es más que un ensalmo para que rebote la luz y nos defina mejor la sombra. Sin lo oscuro, la luz no ilumina como es posible. El ciclorama da relieve, una mentira que sabe que lo es,  una mentira confesada que ya sólo por eso se vuelve verdad. Y París, como todo lo que es o fue cierto un día, está en la memoria de las palabras. Con sus calles, sus acordeones, sus revueltas, sus cafés y sus museos… y sobre todo en sus calendarios y sus efemérides a medias entre lo cierto y lo legendario.

"Soy devoto expreso de Becket. De su obra y de su vida. De su desdén por la fama, de sus silencios épicos. 'París' es un deseo de lo que se sabe que ya no existe y aún así se sigue deseando. Una especie de aquella “Youkali” de Kurt Weill"

Sabe un dramaturgo como Rafael Campos, ¿qué busca en una pieza como esta, a quien la dirige, qué mensaje -aunque sea poético, alegórico, simbólico, crudo…- quiere sugerir o transmitir?

Antes queríamos explicar el universo en una pieza de hora y media. Porque sabíamos tan poco. Ahora somos una pizca menos ignorantes, así que nos ceñimos a la fábula de apariencia mínima para que, si lo logramos se haga grande en sugerencias. Lo grande se explica en lo pequeño, incluso con algo más de misterio. La cosa cuántica infinitesimal e inasible desmiente la física de los astros de Newton y Einstein. Algo nos llega de esos misterios. Así nuestro poema épico trata de dos seres máximos mínimos que, para más inri, sospechan al final que son el mismo. Con la poesía, como decía Lorca, tratamos de poner en pie la palabra. Nuestros dos personajes tienen que resonar como un cuenco tibetano. En su mínima mismidad explicaran los ecos de los otros. Ése es el mapa dramatúrgico pretendido.

¿Cómo se entienden en este espectáculo y ante el arte en general Paco y usted?

Con abundantes implícitos. Hay una serie de elecciones previas que nos acercan por entre nuestras celebradas diferencias. Decidimos en su día quedarnos aquí, trabajar aquí. Pusimos en marcha estructuras de trabajo, compañías, salas independientes. Tratamos de enseñar en la Escuela donde impartimos enseñanzas de un teatro determinado, atento a las palabras, a las ideas, a las personas, por encima de operaciones comerciales… estos y otros empeños que compartimos con otros colegas fueron definiendo estos implícitos. En definitiva, nos encontramos en lo que junto con esos otros colegas tratamos que fuera una tradición, una continuidad en este oficio. En este espacio real para lo imaginario nos encontramos a nuestras respectivas alturas de la vida con muchas coincidencias, sin doctrinas ni dogmas, pero sin aceptar tampoco imposiciones del comercio. O sea, hacemos, porque podemos hacerlo, como podemos hacerlo, el teatro como decía Federico García Lorca: como nos da la gana. 

Sigamos un poco aquí, si le parece. ¿Cuál es el lugar del teatro? ¿Ha cambiado algo, sigue siendo como una detonación social, un instrumento para sensibilizar y cambiar el mundo?

Con lo que se nos anuncia para mañana mismo, esa cosa que llaman Inteligencia Artificial, la única forma de saber si algo es radicalmente humano será ir a verlo a un teatro. Todo lo demás va siendo crecientemente sospechoso de fraude. Aunque sabemos, y no nos rasgamos ningún traje, que tenemos que vivir entre maravillosas falsificaciones. Allá cada cual.

"Yo le debo al Teatro Principal un aprendizaje que no se imparte en ningún otro lugar. Fue una época de mi vida profesional que recuerdo con cariño y respeto por el propio teatro y sobre todo por las gentes que lo cuidan, y puedo dar fe de cómo lo cuidan"

Si uno mira hacia atrás, a los años 80 y 90 e incluso el inicio del siglo XXI, parece que el teatro se ha detenido un poco. ¿Lo percibe así o solo es un espejismo?

Supongo que depende de dónde. El escenario se ha convertido cada vez más en un espacio casi sin límites. Conviven simplezas y necedades con hallazgos insólitos y admirables. En eso no ha cambiado demasiado. Los aplausos más numerosos suelen ir donde siempre, tampoco es novedad. El ingenio sigue logrando sus momentos y lugares, pero no salen en las redes, así que hay bellezas que se quedan donde se hacen. No, no creo que se haya detenido. De hecho creo que sigue rompiendo costuras en numerosos lugares ignorados por  las inmensas mayorías de los ‘smartphones’. Pero su clandestinidad, en mi opinión, es su fortaleza. Las pequeñas repúblicas de pocos cientos o incluso decenas de personas son núcleos duros de resistencia muy significativa dentro de nuestra cultura de celofán. Y en esos reductos se dan mezclas de lenguajes y se ofician ceremonias con signos y señales en permanentes tentativas. Cada mirada que entre y atienda estas cocinas sale una mirada distinta. Y a mi juicio mejor y más necesaria para el condimento social.  

Lo ha dirigido durante más de una década. ¿Qué le debe el Principal y qué le debe usted a ese espacio que cumple 225 años?

El Principal no me debe nada. Estuve allí más tiempo del aconsejable, ahora lo sé. Pude hacer algunas cosas significativas y no pude hacer otras que me hubiera gustado. Básicamente hacer un centro de producción en colaboración con las compañías de Aragón y en red con otras del resto del estado. Yo le debo un aprendizaje que no se imparte en ningún otro lugar. Fue una época de mi vida profesional que recuerdo con cariño y respeto por el propio teatro y sobre todo por las gentes que lo cuidan, y puedo dar fe de cómo lo cuidan.

¿Podríamos hacer algo más por las compañías y por el público?

Seguramente sí. En la ciudad hay estructuras de producción consolidadas, y cabría, en mi opinión, reflexionar sobre la colaboración público-privada con los teatros municipales como núcleos generadores. Pero supongo que esto depende de instancias políticas y de su manera de entender la función de las artes escénicas en el panorama general de la ciudad.

Rafael Campos entre bambalinas: hace casi una década cuando dirigía el Teatro Principal.
Rafael Campos entre bambalinas: hace casi una década cuando dirigía el Teatro Principal.
Asier Alcorta/Heraldo.

LA FICHA

'París'. Obra original de Rafael Campos.  Dirección: Rafael Campos. Actores: Rafael Campos y Francisco Ortega. Producción: Le Plató Teatro y Teatro del Espejo, e Isabel Rodríguez Romero. Teatro del Mercado, del 1 al 5 de marzo de 2024.

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