Madrid-Albarracín-Zaragoza: un vestido de Balenciaga para tres novias

Un diseño del propio modisto en los 50 se convierte en un hilo sentimental para tres generaciones de una misma familia.

De izquierda a derecha, un vestido de novia y tres generaciones: María Jesús Ozcáriz, quien lo estrenó el para su boda en 1957; su María Jesús Lorente, en 1983, y Paula Garfella, la última en lucirlo, en noviembre pasado
De izquierda a derecha, un vestido de novia y tres generaciones: María Jesús Ozcáriz, quien lo estrenó el para su boda en 1957; su hija María Jesús Lorente, en 1983, y Paula Garfella, la última en lucirlo, en noviembre pasado
H. A.

Desde que aquel vestido salió en 1957 del 'atelier' que Cristóbal Balenciaga regentaba en Madrid, no ha hecho sino incrementar su valor. No solo como joya única del diseño de moda sino, sobre todo, en el aspecto sentimental.

La historia de la prenda protagonista de este relato comienza, en realidad, un poco antes de aquel año 57, cuando María Jesús Ozcáriz trabajaba en el taller del entonces ya reconocido modisto vasco junto a su tía, jefa de sombrerería. Ambos formaban una dupla profesional inseparable. Él creaba vestidos, ella se encargaba de asesorar a las clientas sobre la mejor forma de lucirlos y combinarlos con el sinfín de accesorios que también se ideaban ahí. 

La atención en el taller era personal e integral; la clienta se iba vestida prácticamente de pies a cabeza y con todos los detalles. Y María Jesús era algo así como lo que hoy en día llamamos estilista.

Tal fue el aprecio mutuo que ambos desarrollaron que, cuando anunció su boda, se ofreció a diseñarle el vestido.

Eligió para ello un riquísimo tejido de guipur, cuya natural transparencia se disimulaba con un forro. Experta como era en accesorios, Ozcáriz decidió completarlo con unos guantes y un espectacular velo.

Aquel día en el que María Jesús Ozcáriz estrenó la creación de Balenciaga camino del altar supuso también el final de su relación laboral (ella dejó de trabajar), pero paradójicamente comenzaba la del propio vestido como hilo sentimental de sus descendientes.

De la misma manera que les sucede a tantas otras novias tras la boda, el vestido de María Jesús Ozcáriz fue guardado celosamente en un armario. Hasta que 26 años después su hija mayor, María Jesús Lorente (presidenta de Cepyme Aragón), quiso lucirlo en su propia boda. 

Se celebró en Albarracín, zona de la que procede su padre y también el que iba a convertirse en su marido (en concreto, de Torres de Albarracín, donde se conocieron los novios en sus veraneos). Corría el año 83 y en su segunda oportunidad, el vestido apenas necesitó arreglos. Solo se cambió el forro y se decidió alguna actualización estilística: Lorente no llevó guantes y sustituyó el cinturón original por un lazo.

La prenda se sumergió después en el sueño de los justos hasta que algo lo sacó de nuevo a la luz. Fue el modisto e historiador de la moda zaragozano Enrique Lafuente el que se interesó por el atuendo para una exposición sobre Balenciaga que se iba a celebrar en 2019 en el Museo Pablo Serrano. Lafuente llevó a cabo una minuciosa labor de investigación gracias a la que afloraron no pocos diseños de Balenciaga 'residentes' en Aragón. Uno de ellos fue el de las Lorente-Ozcáriz.

Tercera generación

Aquella circunstancia renovó el poder de este vestido como eslabón sentimental de las mujeres de la familia. Y pondría a prueba la intemporalidad y la calidad que se le supone a algo salido de las propias manos de Balenciaga: una tercera generación de la familia se disponía a vestirlo para casarse.

El pasado 4 de noviembre, el histórico Balenciaga volvió ser lucido por una novia. Ya en el siglo XXI fue la hija de María Jesús Lorente, Paula Garfella, quien lo eligió para contraer matrimonio con su novio, Christian, en una ceremonia, esta vez civil, celebrada en Zaragoza.

"Siempre tuve muy claro -cuenta Paula-, que solo me iba a casar con él si me cabía, que no iba a realizar ningún arreglo ni a transformarlo, es una joya que merece ser respetada". Pero los hados querían que todo encajase: "El vestido me estaba perfecto". De hecho, señala la joven, "es increíble cómo parece estar hecho ex profeso para cada una de las mujeres de la familia que lo hemos llevado, a pesar de que no tenemos el mismo tipo ninguna de las tres".

Esta maestría en el patronaje y la intemporalidad del propio diseño no han impedido, lógicamente, que la prenda padezca los rigores del paso de los años. De nuevo Lafuente tuvo un papel destacado a la hora de devolver a la vida el vestido. "Le hizo una cura", describe Paula, casi como si el vestido fuera una persona.

En esta ocasión, la novia quiso ser lo más fiel posible al estilo de la primera en llevarlo, su abuela: volvieron los guantes y el cinturón (que fue diseñado también por Lafuente y con un tejido que le había regalado el aragonés Pedro Esteban, discípulo de Balenciaga). Las manos de la modista Mercedes Espés completaron la restauración de la prenda. En lugar de velo, Paula eligió un sombrero tipo 'pillbox', de aires cincuenteros.

"Solo hay una espinita en mi boda y es que mi abuela no viviera para verlo", se lamenta la zaragozana. De alguna manera, siente que estuvo presente a través del vestido, que cambió por otro en el convite, para preservarlo.

Y es que esa es la idea a partir de ahora. Guardarlo como parte del patrimonio familiar como la joya que es. "Estaremos encantados de prestarlo si se nos pide para alguna exposición y, quién sabe, quizá dentro de unos años lo luzca en su boda mi hija Chloe".

Apúntate a la newsletter La Descubridora de HERALDO y recibe en tu correo todo sobre nuevas tiendas, planes originales y distintos, redes sociales, series de televisión, moda y estilo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión