LETRAS ARAGONESAS. HERALDO DOMINGO

Ricardo Lladosa: "Me considero un imitador y no siento pudor alguno al confesarlo"

El escritor y crítico literario de HERALDO publica su tercera novela, 'Roma en el bolsillo' (Funambulista) y la presenta el 18 en Ibercaja.

RICARDO LLADOSA ( PUBLICA LA NOVELA ROMA EN EL BOLSILLO ) / 10/01/2024 / FOTO OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Ricardo Lladosa traslada sus ficciones a la ciudad eterna.
Oliver Duch.

¿Por qué Roma, en primer lugar, qué lee atrae de esa ciudad y por qué ha sentido la necesidad de trasladar ahí una ficción y acaso una investigación como hace en su tercera novela, ‘Roma en el bolsillo’ (Funambulista)? La presenta el jueves 18, a las 19.00, en el Patio de la Infanta de Ibercaja, con Ana Segura.

Roma es eterna, tal como la definió Tibulo en sus ‘Elegías’. Paseando por sus calles, más que en ningún otro lugar, tengo la impresión de transitar un pasado artístico e histórico que no termina nunca y que es, por tanto, decadencia. Uno siempre termina escribiendo sobre aquello que le atrae por su belleza o por su fealdad. Yo nunca me pregunto por qué escribo sobre algo y, más que como una investigación, me gusta definir la novela como una búsqueda del autor, aunque ambas palabras se parecen.

¿En qué medida has querido contar la historia de un personaje pero también el de una ciudad con su historia, con sus personajes, con sus fantasmas?

Todo parte del protagonista: Piero Hermil, pero pronto Piero se fusiona con la ciudad, su historia, sus personajes; y trae consigo sus fantasmas: los amigos y familiares que ha ido perdiendo con el paso de las décadas, desde que terminó el bachillerato y partió a Milán con su padre, para estudiar allí medicina y ejercer más tarde como cirujano. Empleo una narrativa barojiana. Pío Baroja concibe la novela como un género proteico e infinito donde cabe todo: la historia, el arte, la ciencia, la autobiografía. Quizá por ello escogí como portada una fotografía de su sobrino nieto: Pío Caro Baroja, que representa la pirámide del pretor Cayo Cestio, un singular monumento romano frente al cual se sitúa la casa de Piero.

"Uno siempre termina escribiendo sobre aquello que le atrae por su belleza o por su fealdad. Yo nunca me pregunto por qué escribo sobre algo y, más que como una investigación, me gusta definir la novela como una búsqueda del autor, aunque ambas palabras se parecen"

¿Qué le debe esta novela, y su origen, al azar: a un cuaderno que creo que encontró en el Prado y al azar de que una tía, a la que apenas recuerda, le deje su herencia al protagonista?

El origen de la novela es, en efecto, azaroso. Nace de un cuaderno que compré en la tienda del Museo del Prado cuando fui a Madrid a presentar mi primera novela. Era un cuaderno de finito de tapas negras en cuya portada se leía: Roma en el bolsillo. Al principio pensé que se trataría de una guía de viaje, pero al abrirlo descubrí páginas en blanco, y decidí escribir con pluma un cuento titulado ‘Roma en el bolsillo’. Al poco de empezar, el relato desbordó las páginas en blanco y decidí convertirlo en novela. Después de terminar la novela, un buen día me encontré con que el escritor Agustín Fernández Mallo había comprado mi mismo cuaderno para inspirarse. Menos mal que a él se le ocurrió llenarlo de dibujos a lápiz, y no escribir otra novela.

¿Y la tía?

Respecto a la tía fallecida del protagonista, de quien este hereda una casa en Roma y una suma de dinero, más que un personaje es un fantasma, y sobre todo actúa como un hado: le concede a Piero la libertad de cambiar de vida, comenzando una nueva existencia en la Roma de su infancia. Todo para él es recuerdo y novedad, debe empezar de cero una nueva aventura vital.

¿Quería contar la evolución de un personaje o más bien proponerle algo así como una búsqueda del tiempo perdido?

Más bien lo primero, del pasado de Piero apenas cuento nada. Al comienzo de la novela, el narrador afirma que su personaje desea “olvidar, y hacer olvidar” al lector lo que le ha sucedido antes de su llegada a Roma. Esto es una constante en mis novelas, me gustan los relatos incompletos y los finales abiertos; la ausencia de determinada información obliga al lector a completar el relato con su propia imaginación. Por ejemplo, el narrador afirma que en la vida de Piero hubo otras mujeres, pero no aclara quiénes fueron ni qué tipo de relación mantuvieron con él.

RICARDO LLRicarADOSA ( PUBLICA LA NOVELA  ROMA EN EL BOLSILLO  ) / 10/01/2024 / FOTO OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Ricardo Lladosa presenta su tercera novela el jueves 18 de enero en Ibercaja en diálogo con la periodista Ana Segura.
Oliver Duch.

Por otra parte, podríamos decir que es una novela esencialmente familiar… con el dolor de la separación de los padres del protagonista y otro dolor, tal vez, el de los primos desheredados.

Sí, la familia forma parte de la novela. En este sentido, el protagonista se siente huérfano. Su madre falleció durante su adolescencia; sus abuelos y tíos han desaparecido. Tan solo le quedan unos primos a quienes casi no conoce, pues no los ha vuelto a ver apenas desde que su padre se separara de su madre desde poco antes de que esta muriera y padre e hijo se mudaran de Roma a Milán. El hecho de que sus primos hayan sido desheredados por la tía de Piero, los convierte en fantasmas que lo acechan, como los lémures de los antiguos romanos.

¿La nostalgia que rezuma ‘Roma en el bolsillo’ es de Piero, el cirujano cardiovascular, o es más bien la del propio Ricardo Lladosa por el imaginario romano: la arqueología, la literatura, algunos cineastas como Pasolini, Fellini, Rossellini o Visconti?

Creo que ambas nostalgias se suman, la del personaje y la de mi imaginario. De todos los referentes que citas, los más importantes son sin duda Luchino Visconti y Federico Fellini, que han actuado sobre mí de un modo inverso pero igualmente importante. Visconti representa la gravedad de la tragedia, lo noble y aristocrático. Fellini, en cambio, es el lado grotesco de lo anterior. Encarna el humor y la sátira de unos personajes grotescos que viven fuera de su época: los Campolieri, la familia materna de Piero, un nombre que, a su vez, tomé prestado de un relato de Edith Wharton llamado Fiebre romana, que también empleo en la novela. Pablo Picasso afirmaba que él había imitado a todos los pintores menos a sí mismo. Yo me considero también un imitador, y no siento pudor alguno al confesarlo. Mi imaginario literario y cinematográfico se plasma en todas mis novelas de modo consciente o inconsciente.

El peso literario del libro es evidente, en distintas direcciones. ¿Cuáles son las voces y los hechos que más le han marcado, y las que están más presentes en el libro? El lector se cita con Natalia Ginzburg, Edith Wharton, los Shelley...

Así es, la novela es muy metaliteraria, como viene sucediendo ya con mis obras anteriores. Por seguir con tus ejemplos, empleo las voces de tres grandes novelistas para abrir las tres partes de la novela: las de Edith Wharton, Mary Shelley y Natalia Ginzburg. Todas ellas actúan como heraldos del narrador, que parece ser quien inserta las citas, y vienen a simbolizar los sentimientos de Piero en cada una de las partes. Junto con estas citas, se encuentran otras a autores de la literatura italiana, pues Lionetta, la amiga del protagonista, es profesora de la facultad de letras, y él, que es médico, desea acercársele y por eso lee libros para comentarlos con ella, ante quien exhibe opiniones a menudo peregrinas. Pero esto es una constante en mí: casi todo lo sublime se convierte en ridículo.

Rafael Alberti escribió ‘Roma, peligro para caminantes’ (1968) y Manuel Vilas el poemario ‘Roma’ (2020). ¿Se ha sentido identificado con alguno de los dos libros?

No conozco la obra citada de Alberti, pero sí la de Vilas, cuyo poemario leí y reseñé mientras escribía mi novela, y me influyó sin duda. De Vilas me gusta su registro irónico, que en esta obra también parece imbuirse de Fellini y de Sorrentino.

Aunque no se puede desvelar mucho, hay un tema clave en la evolución y la mudanza del protagonista: la huella del primer amor. ¿La vida siempre ofrece segundas oportunidades? ¿Hay amores que no se olvidan nunca?

La vida, mientras dura, está llena de oportunidades. Hay que mirar siempre hacia delante y muy pocas veces volver la vista atrás. La amistad de Piero y Lionetta está cargada de ambigüedad. Por otra parte, hay que distinguir entre amor y enamoramiento. El primero lo define el apóstol Pablo en su famosa carta a los Corintios, permíteme una cita literal: El amor es paciente, es afable; no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre… Mientras en el amor lo fundamental es el otro, el enamoramiento es más bien una idealización de la otra persona, parte de nosotros mismos y es una especie de obsesión, que puede terminar en amor o no.

Piero parece que quiere renunciar a la modernidad: a las comodidades, a las nuevas tecnologías, como si quisiera quedarse varado en una familia imaginaria. ¿Lo pensó así? ¿Ha querido convertirlo en un ‘flaneur’?

Muy buena observación. En efecto, la llegada a Roma de mi protagonista es como un viaje al pasado, no solo a sus recuerdos, que no desea desvelar al lector. También su entorno se transforma. Para empezar, al comienzo de su aventura, no se lleva ni ordenador ni teléfono móvil; no cambia la anticuada decoración de la casa de su tía; se relaciona con seres que parecen de otra época; compra antiguas películas neorrealistas en cintas de vídeo VHS. No es que yo sea un ser anticuado, sin que esta vuelta a una sociedad predigital me resulta atractiva para crear una atmósfera, un mundo diferente al que vivimos. Por ejemplo, cuando llaman al viejo teléfono de ruleta de su tía, que Piero no quiere sustituir por otro más actual, los timbrazos resuenan por toda la casa mientras él mira el aparato. Este hecho crea de inmediato un enigma: ¿quién llamara…? En cuanto al ‘flaneur’, al acto de vagar sin rumbo por las calles de la Roma más barroca, confieso que es un placer personal presente en todas mis novelas. En ellas, el personaje central pasea en busca de no sabe qué, descubriendo a cada paso, como si un simple paseo se convirtiera en un viaje.

Llama la atención la huella de la ciudad cotidiana, con un aroma costumbrista y una exaltación de algunas tradiciones y de la comida. ¿Es Italia, en el fondo, el país donde te gustaría vivir?

Italia sería sin duda uno de los países en los que me gustaría vivir si pudiera cumplir el sueño que se anuncia en la portada de la novela: vivir otras vidas. Me fascinan la cultura, el idioma, la gastronomía. Por razones familiares pasé allí veranos de mi infancia cuyo recuerdo no me abandona. En la novela, del modo más hedonista, me recreo en infinitos detalles. Por ejemplo, en el colorido de una botella de licor llamado “amaro Lucano”, entre el marrón y el burdeos bajo una etiqueta de vivos rojos y gualdas, con el dibujo de una campesina de Pistoya, en la región de Toscana.

"La novela es sobre todo oficio más que inspiración. En el transcurso de los años y sobre todo con mis tres novelas publicadas, he aprendido muchos trucos narrativos: lo que debo y no debo contar y cómo contarlo"

Esta es su tercera novela. ¿Puede distanciarse, y percibir su aprendizaje, sus cambios y sus obsesiones? ¿En qué es distinta esta novela de las anteriores, en qué diría que ha mejorado?

La novela es sobre todo oficio más que inspiración. En el transcurso de los años y sobre todo con mis tres novelas publicadas, he aprendido muchos trucos narrativos: lo que debo y no debo contar y cómo contarlo; el ritmo de las frases, la necesidad de cambiar su estructura para no resultar monótono. No deseo en modo alguno ser poético, todo lo supedito a la narración. Hay novelistas que afirman escribir sin pensar en el lector; yo, en cambio, pienso a menudo en él, deseo con intensidad seducir con mis palabras; pero, al mismo tiempo, mantengo por completo mi independencia. Descubro muchos parecidos en mis tres novelas publicadas. Por señalar uno evidente, las tres tienen un protagonista masculino que llega a un lugar ignoto u olvidado por él. No tiene que ser necesariamente un lugar lejano ni cercano. Por ejemplo, el protagonista de mi novela ‘Madagascar’, viaja en avión desde Barcelona a Antananarivo, pero Odilon Redon en ‘Un amor de Redon’, tan solo viaja unos pocos kilómetros en un coche de caballos: desde su finca a las afueras de Burdeos hasta el chateau de un banquero judío que lo ha contratado para pintar unos murales. Lo importante no es la distancia recorrida, sino la idea del viaje que transformará a esos personajes.

¿Qué hay en la literatura para usted de divertimento, de juego espejos? Hay bromas y guiños a otros autores, quizá hasta el desmesurado D’ Annunzio, pero también a tus libros.

Necesito divertirme mientras escribo, no solo escribiendo sobre lo que me gusta, sino también a través de un registro irónico que siembra mis páginas de chistes y burlas disimuladas, de juegos entre la realidad y la ficción o, como tú dices, de referencias a mis novelas anteriores. Por ejemplo, Gabriele D´Annunzio, escritor y héroe militar. Cuando uno contempla sus fotos se parece al conde Draco de Barrio Sésamo: sus chaqués, su monóculo, sus ojos de huevo duro; sin embargo, a las mujeres de la época les resultaba irresistible. Utilizaba unos ocho litros de colonia al día, invertía varias horas cada jornada en escribir cartas a sus amantes. D´Annunzio para mí simboliza la pasión excesiva que resulta bloqueante para quienes la padecen.

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