HISTORIA. OCIO Y CULTURA

El periodista Javier Benito cuenta la increíble vida de su abuelo materno en 'El Carcelero'

Este libro híbrido, entre la crónica y a investigación histórica, se centra en un hombre que combatió en Filipinas y pudo ser fusilado en Caspe

Javier Benito publica 'El Carcelero', un libro que fluctúa entre la crónica, la novela y la investigación histórica.
Javier Benito publica 'El Carcelero', un libro que fluctúa entre la crónica, la novela y la investigación histórica.
Oliver Duch.

ZARAGOZA. “Mi queridísima mamá: solo lamento que no pudieras llegar a ver escrita esta historia de tu padre que tanto merecía ser contada. Sé que era un sueño para ti y, aunque quizá hubieras preferido que omitiera algunas cosas, en los más íntimo de mi ser te siento ahora feliz”, escribe Francisco Javier Benito Hueso, más conocido por su nombre de periodista Javier Benito (ejerció durante casi tres décadas en HERALDO), a Anita, su madre, la mujer que en varias ocasiones le contó el relato de la existencia de su padre Manuel Joaquín Hueso Argente (Montalbán, Teruel, 1876-1948), lo que él denomina “un auténtico historión: una historia humana que emociona e interesa porque cuenta muchos de los acontecimientos de parte de la historia de España a lo largo de 70 años que mi abuelo materno vivió como protagonista y como actor secundario”, dice Benito.

Ese ‘historión’ ha cristalizado en ‘El Carcelero’ (Prames /Instituto de Estudios Turolenses, 2023), que puede definirse como un libro mestizo. “El editor Rafael Yuste, de Prames, lo define así: un libro mestizo o híbrido. Y creo que es así. Podría haber sido una novela histórica, el libro de un historiador, un libro de testimonios, y al final es más bien una crónica, un reportaje en el que se cuenta la peripecia de un personaje y su contexto”, apunta Javier Benito, consciente de que en ‘El Carcelero’, que toma el título de la profesión de su abuelo, ha manejado muchos libros de la Historia contemporánea de España y de Aragón, revistas y múltiples registros de internet, en un auténtico viaje de documentación y erudición.

Javier Benito, como cosas curiosas y complementarias, habla de ‘Los últimos de Filipinas’, en la historia, en la ficción y el cine; recuerda incluso aquel duelo a muerto en el Parque de Macanaz entre Juan Pedro Barcelona y Benigno Varela; recuerda al cacique turolense Carlos Castell y González, que fue clave en la vida del protagonista; da muchos apuntes de la vida aragonesa a principios del siglo XX; cita al sacerdote Gumersindo de Estella, y los fusilados en el cementerio de Torrero. O recuerda que el primero de mayo de 1936 “hubo un importante mitin en el Teatro Principal de Zaragoza en el que se llamó a la unidad de acción de todos los trabajadores, y también comenzó el Congreso Nacional de la CNT en los locales del complejo de Iris Park”.

"Podría haber sido una novela histórica, el libro de un historiador, un libro de testimonios, y al final es más bien una crónica, un reportaje en el que se cuenta la peripecia de un personaje y su contexto”, dice Javier Benito

Javier Benito no niega que haya manejado muchos datos. Lleva entre sus carpetas un buen mazacote de fichas manuscritas a varias tintas. “Este libro se lo debía a mi familia; en primer lugar, se lo debía a mi madre, claro, y también a mí. Veía que mi abuelo tenía una poderosa historia que me exigía esfuerzo, dedicación y un deseo que siempre he tenido de comunicación y de conocimiento. Creo que todo eso está ahí”, señala y explica que están los testimonios y los recuerdos de su familia, esa leyenda envolvente de la aventura del abuelo; que está lo que pudo ser y se imagina un poco, y están todos esos datos, nombres e investigaciones de un montón de historiadores: José Luis Ledesma, José Ramón Villanueva (“que ha sido clave en el libro. Me ha ayudado mucho), Víctor Pardo Lancina, Julián Casanova, Luis Rajadell, Amadeo Barceló, Pepe Melero… Por aparecer está hasta Eloy Fernández Clemente hablando de Utrillas.

Nada es baladí en la vida de Manuel Joaquín Hueso Argente. Se fue a la guerra de Filipinas muy joven y allí, tras más de dos años de combates, “fue cogido prisionero y arrojado a los cerdos para que lo devorasen vivo. No sé sabe cómo pero se zafó de ellos”. Logró escapar y cuando volvió a casa, más que flaco que otra cosa, algunos no se creían que estuviesen ante él: lo daban por muerto. “Ese relato ha circulado siempre en mi familia, pero me lo he tenido que imaginar, claro. Ese es para mí un momento clave de una vida llena de dificultades. Con la ayuda del cacique, se iría a Madrid para la oposición a funcionario de prisiones. Yo creo que hay algo que fue clave en su vida: sospecho que la experiencia y el horror que sufrió en Filipinas le llevó a comportarse de una forma completamente diferente. A raíz de aquello, mi abuelo encarnó la bondad, la concordia y la supervivencia”.

Javier Benito dice que su abuelo conoció los horrores de Filipinas, el período de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, el período de la II República, la Guerra Civil y la posguerra. “Todo le dejó huella, y se ve en el libro. Yo empecé a escribir este libro en la pandemia, y he querido que se viese en ‘El Carcelero’ la terrible pandemia de 1918. Y también se ve otro gran momento: cuando lo van a ejecutar en Caspe y son los propios prisioneros los que lo salvan y lo ensalzan por su buen comportamiento”. En ‘Amor entre rejas’ se narra uno de los capítulos más románticos de su existencia; aunque ya había tenido una relación y una primera esposa, que se frustró por el fallecimiento de ella. En 1926, en la cárcel de Montalbán ingresó una joven de Bádenas, procesada “por infanticidio, por aborto”. Se llamaba Florencia Pascuala Valiente, y veía a su carcelero como un hombre poderoso y lleno de ternura. Ahí empezó una relación que daría lugar a seis hijos; uno de ellos, varón, se moriría con un años.

"Sospecho que la experiencia y el horror que sufrió en Filipinas le llevó a comportarse de una forma completamente diferente. A raíz de aquello, mi abuelo encarnó la bondad, la concordia y la supervivencia”

Escribe Javier Benito: “Como a otros presos de confianza, Joaquín, don Manuel, la mandaba a hacer la compra fuera de la cárcel acompañada por vigilantes, y también la puso a trabajar en la cocina, donde demostró pronto sus habilidades culinarias para complacencia de todos los reclusos y el personal de la prisión, que compartían el mismo rancho. Ella se sentía útil, apreciada y arropada. Y él, alegre y satisfecho. No tardaron en intimar y pronto se supo en el pueblo”. Añade el escritor: “Mi abuelo materno estuvo en varias cárceles como funcionario; en Montalbán, Calamocha, en Teruel, en Alcañiz, en la provincia turolense; en Daroca y Caspe, en Zaragoza; en Sariñena (Huesca), y tam bién en Tarragona y Valencia.

“No me he vuelto loco intentando dilucidar su ideología. Era demócrata, fue leal a la II República y fue siempre coherente. Intentaron fusilarlo en Caspe, en los tiempos del Consejo de Aragón, y lo salvaron los propios presos. Esa fue una norma de conducta suya: dejó siempre buena huella, una sensación de humanidad. He hablado con descendientes de presos a los que había asistido y los recuerdos eran los mejores. Siempre respetó la dignidad de los presos”, dice Javier Benito.

Tras la Guerra Civil “lo acusaron de desafección al régimen y lo acosaron bastante porque le dijo a una vecina de Utrillas que la cosa iba mal, muy mal, e intentaron procesarlo y desterrarlo a Almería. Vieron que no había motivo y volvió a su casa”. En 1944 regresó a Montalbán y falleció a los 71 años en 1948. “Entonces comenzó otra historia brutal: la de la posguerra, la de pobreza, la del hambre”, concluye Javier Benito.

LA FICHA

‘El Carcelero’. Manuel Joaquín Hueso Argente (Montalbán, Teruel, 1876-1948). Javier Benito. Lleva fotos y algunas cartas manuscritas. Instituto Estudios Turolenses/Prames. Teruel, 2023. 278 páginas.

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