Antonio Cardiel: "El modo en el que asumimos una desgracia nos retrata a todos"

El autor (Zaragoza, 1962) de la biografía de Héroes del Silencio saca novela, ‘Desvanecimientos’ (Mira Editores), y ya prepara nuevo proyecto literario

El escritor Antonio Cardiel, este miércoles 27 de diciembre, en la plaza de Santa Engracia de Zaragoza.
El escritor Antonio Cardiel, este miércoles 27 de diciembre, en la plaza de Santa Engracia de Zaragoza.
José Miguel Marco

No le voy a preguntar por el regreso de Héroes del Silencio, de verdad.

Ni sé del asunto –ríe– ni lo diría si lo supiera.

Eligió un título inquietante para su nueva novela. ¿Hay algo de autobiográfico en ella, todo, nada?

Nada, exceptuando la fotografía que se cita en el arranque, que sí la tengo: la compré en el mercadillo de San Bruno, hace unos años, y me inspiró. Gracias a ella descubrí la figura de Isabel de Usón, monja quietista que protagonizó varios escándalos y montó una congregación clandestina cerca de Daroca, hecho por el que fue encarcelada. La novela está basada en hechos totalmente irreales: debería haberlo puesto en la solapa. Por cierto, quiero agradecer el trabajo de Mira Editores: han sido fantásticos.

El quietismo tiene una plaza fuerte en Aragón: Muniesa.

Sí, allí nació Miguel de Molinos, que tiene un libro precioso y muy complejo, ‘La guía espiritual’. Hace muchos años leí la ‘Historia de los heterodoxos españoles’, de Marcelino Menéndez Pelayo, y me fascinó. Se hablaba de la herejía recurrente de los iluminados y los quietistas, de los que Molinos fue quizá su última referencia relevante en el XVII. También leí ‘La mujer de tu prójimo’, de Talese, sobre comunidades utópicas en Estados Unidos en el XIX. Tengo curiosidad por esas herejías unidas a la transgresión del sexto mandamiento.

Sergio, el protagonista de ‘Desvanecimientos’, es una contradicción andante. Material realista de primera, aunque usted ha echado por tierra esa teoría.

Es complejo, sí. Cuando le diagnostican su enfermedad se sumerge en una paranoia relacionada con su memoria; no sabe si guardarla o no, tomarse su destino con olimpismo o con drama… no sé cómo reaccionaría yo en su situación, la verdad. Si crees que vas a morir no sabes si comunicarlo o no, cómo te gustaría pasar esos últimos meses de tu vida. Me lo planteé y busqué una solución para la novela.

Ha disfrutado documentándose.

Mucho. De archivos, hemerotecas, visitas a los rastros… En Barcelona voy mucho a Los Encantes, una especie de factoría: allí se disuelven las herencias y aparecen enseres de pisos que quedan vacíos, que se venden al mejor postor, después de que los herederos cojan lo que es de valor para ellos. En esos rastros aparecen muebles, fotografías, cubertería, documentos, colchones, escritos… Eso trae otra pregunta para el libro: ¿Cómo se reacciona ante una desgracia?

La respuesta a esa pregunta habla mucho de una persona.

Desde luego, el modo en el que asumimos una desgracia nos retrata a todos. Además, a hechos consumados buscamos respuestas a las grandes preguntas.

Escribió la biografía de Héroes, banda de su hermano Joaquín.

Había escrito una novela que no conseguí colocar y quise cambiar de género literario. La biografía está emparentada con la novela: tenía a Héroes a mano, con la posibilidad de documentación y respuestas claras, y me pareció una buena idea acometer ese reto. Tuvo mucha repercusión entre los fans del grupo, y no tanta fuera de ese colectivo; a día de hoy sigo recibiendo correos y mensajes preguntándome por detalles, vivencias… Y sí, también la preguntita del retorno del grupo. Es normal.

De todo el material recopilado para ese trabajo, ¿con qué anécdota se queda?

Pues con una muy relacionada con los inicios de una banda, cuando no hay cátering en los camerinos. Tocaban por pueblos o ciudades cercanas y salían a primera hora de la tarde: hacían la prueba, tocaban y al salir ya no solía haber nada abierto. Eran los 80 y no había gasolineras con servicio de madrugada, ni siquiera máquinas expendedoras; con suerte, alguien les había llevado unas cervezas. Cada miembro del grupo lidiaba con el hambre como podía, pero llegaban de madrugada a Zaragoza subiéndose por las paredes. Luego cambió la cosa...

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