Periferias, el festival que pudo ser el más grande

Con presupuestos menguantes, se había ido apagando, pero su originalísimo modelo multidisciplinar y sin límites estilísticos lo hizo único en sus inicios.

La exposición de ‘Contemporary Ratcher 0.23: Rituales del cuerpo’, de Derek Van Den Bulcke, es una de las cinco muestras de Periferias
Lorena Orduna, alcaldesa de Huesca, inaugurando una de las exposiciones de la pasada edición de Periferias, que será la última
Javier Navarro

Cuando su jubilación, hace tres años, Luis Lles, el técnico cultural que se inventó Periferias con la complicidad de Juanjo Javierre o Javier Brun, reconocía que al dejar el puesto le quedaba clavada la espinita de no haber podido comprobar hasta dónde hubiera llegado este festival con un apoyo más decidido de la Administración: “Bien protegido y bien dotado, pudiera haber sido una referencia absoluta para Huesca y todo Aragón”.

Casi lo consiguió con las primeras ediciones, en el comienzo de siglo. La prensa generalista nacional y también la especializada mostraban su pasmo porque en una pequeña ciudad norteña que tenía unos 45.000 habitantes, situada efectivamente en la periferia geográfica y cultural, lejos de aquellos lugares donde suelen ‘pasar’ las cosas, se estuvieran disfrutando cada otoño de unas muestras de música, de teatro, de danza, de artes plásticas, de diseño, de moda, de ideas, con nombres nacionales e internacionales de peso, que estaban muy pegadas a la creación y el pensamiento de última hora.

El modelo ha sido imitado luego en otras poblaciones, pero, entonces, fue verdaderamente original: proponer un tema anualmente sobre el cual montar una programación ingeniosa sin ningún límite estilístico ni de géneros, con ofertas para todas las edades. En Periferias se ha tratado sobre el futuro, el exilio y las migraciones, la globalización, las versiones, los ‘freaks’ y los ‘outsiders’, los estados alterados de conciencia, la negritud, la fiesta, las raíces y la tecnología, lo comercial, la nueva comedia, el horror, los ‘fakes’, el género, las fronteras, los gitanos en la pasada (y ahora sabemos que última) edición...

Con estos reclamos han llegado a Huesca durante todo este siglo artistas emergentes cuando estaban en su mejor momento, a punto de dar el salto a las primeras divisiones, y otros que ya se merecían el calificativo de ‘históricos’, muy pertinentes para contar según qué historias de la cultura popular de décadas pasadas: solo entre los músicos, Jeff Mills, The Wire, Gong, Matthew Herbert, ESG, Tony Allen, Lee ‘Scratch’ Perry, Enrique Morente, Matt Elliot, Paco Ibáñez, Anthony & The Johnsons, Arto Lindsay, Aterciopelados, The Sugarhill Gang, Waterboys, The Slits, Niño de Elche… Junto a ellos, de Fernando Savater a Chiquito de la Calzada, pasando por Leopoldo María Panero, Antonio Escohotado, Fernando Arrabal, David Delfín o Joaquín Reyes. Además, claro, de innumerables creadores oscenses y de todo Aragón de diversas disciplinas.

Con los presupuestos menguantes, con críticas políticas a su gestión desde siempre, y mientras surgían competidores en otros lugares, Periferias se había ido apagando y viendo difuminada su proyección nacional con el paso de los años, aunque siempre conservó su virtud de abrir a los oscenses una ventana anual a la creación contemporánea.

Pero para Vox, decisivo ahora en el Ayuntamiento oscense, solo servía “para regar a culturetas progres con cientos de miles de euros”. El partido explicitó la pasada primavera que “quien quiera gobernar con nosotros deberá ponerle fin a este despilfarro” y el Partido Popular se ha plegado a la exigencia: suprime el festival multidisciplinar de las vanguardias y anuncia como alternativa uno “de la juventud”.

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