Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

literatura española. artes&letras

Juan Ramón Lucas se inspira en su madre para contar una vida de mujer de posguerra

El periodista y escritor publica su tercera novela, 'Melina' (Contraluz), que sucede en Asturias, desde la revolución de 1934 hasta la democracia

Juan Ramón Lucas, en el paso de Independencia de Zaragoza, esta misma semana.
Juan Ramón Lucas, en el paso de Independencia de Zaragoza, esta misma semana.
Oliver Duch.

Juan Ramón Lucas (Madrid, 1958) estuvo en Zaragoza para hablar de su tercera novela, la más fascinante y la más compleja: ‘Melina’ (Contraluz, 2023). Lleva en su mochila ‘El arte de la novela’ de Milan Kundera y antes de zambullirse en una narración inventada, pero suspensa en su memoria y en los recuerdos familiares, tuvo dudas. Creía que, a pesar de haber firmado dos narraciones extensas, «el arte de la novela era demasiado sublime para mi capacidad y para mi pudor»,  pudor que derivaba, en realidad, del proyecto que llevaba en la cabeza: partía de unos manuscritos que su madre, que no tuvo mucha formación pero que creía en la educación como principio de la libertad y de la igualdad, había escrito a mano y que luego su marido transcribió a la máquina de escribir. Todo ello anda como una corriente subterránea o como un viento exterior, tamizado por la llovizna, en ‘Melina’, una narración que arranca en 1934, cuando se produce la Revolución de Asturias, y viene al mundo la niña que debía ser niño.

Por eso su padre, Pepín, revolucionario y sindicalista, dice una frase que es casi como una maldición, vista desde ahora: «Cogéi una cuerda y afogáila (Coged la cuerda y ahogadla)». Imagina Juan Ramón Lucas –locutor y periodista de radio y televisión galardonado con numerosos premios, entre ellos el Ondas– que sería su propia abuela quien, andando los días, le diría eso a Melina. Y ella, en esa atmósfera de drama y derrota, de incomprensión paterna, llevará a cabo una gran aventura que Lucas llama feminista, sin conciencia de ello, o «intrafeminista».

Pepín. Curiosidad y asombro

«Esa frase que dice mi abuelo Pepín marca mucho. Es una frase terrible pero también podría ser muy propia de la época. Esperaban a un hombre y nació ella. Con todo, mi abuelo Pepín era un personaje impresionante: recuerdo nuestros paseos por el Retiro y por Mieres. Le gustaba mucho la caza y tenía tres perros: Trotski, Lenin y Stalin. Él era muy socialista, y decía que estos nombres eran de comunistas, pero importantes. Le gustaba mucho hablarme de Franco. Y recuerdo con qué alegría celebró el triunfo de Felipe González», cuenta Lucas, que no olvida algo capital: aquellos días en que su abuelo lo llevaba a los chigres de sidra.

«Mi abuelo fue un luchador y un fracasado. Había perdido la guerra. Con todo, colaboró con el maquis y me gustaba otro detalle en él: tenía sentido del humor», apunta Juan Ramón Lucas.

«Me gustaba mucho. No me sentía abandonado, no. Me contaba muchas cosas. Fomentaba mi curiosidad y a él le debo algo que me parece importante: la capacidad de asombro y la idea de que lo inesperado está al alcance de la mano». Lucas, al retratar a su abuelo, tan paradójico, ha tenido en cuenta algunos detalles: era un revolucionario en la calle y era un machista en casa, que descuidaba a su mujer y a su hija. «Mi abuelo fue un luchador y un fracasado. Había perdido la guerra. Con todo, colaboró con el maquis y me gustaba otro detalle en él: tenía sentido del humor», apunta.

Juan Ramón Lucas es consciente de que ha vivido una especie de catarsis íntima y familiar y de conexión con el paisaje de Asturias.
Juan Ramón Lucas es consciente de que ha vivido una especie de catarsis íntima y familiar y de conexión con el paisaje de Asturias.
Oliver Duch.

Juan Ramón Lucas ha realizado un auténtica catarsis. Hubo de enfrentarse al dolor de su madre, a los ecos de la Guerra Civil, al clima más insoportable de posguerra. «‘Melina’, en buena parte, se alimenta de los recuerdos de mi madre, de su infancia. Ella, frente a la hostilidad de su padre, se encontró con otros seres. Con esas mujeres, por ejemplo, justas de formación pero con un espíritu libre e independiente, que tenían intuición y arrojo», explica.

Esas mujeres son la tía Lita, una avanzada de su tiempo por pura determinación; ese grupo de ‘guisanderas’ que practican la alta cocina popular y van de casa en casa para fiestas y otros días especiales. O la actriz Ana del Río. «La novela es la mirada de Melina sobre el mundo. Y es el relato de una joven orgullosa dispuesta a aprender y a ser rebelde. Lo vemos en cosas tan paradójicas como la catequesis; se apunta porque con ese gesto contesta a su padre laico, aunque luego lo deje porque no le estimula. Aún hay dos mujeres más capitales en su aprendizaje y en su formación: la profesora doña Lucrecia y la actriz Ana del Río».

La maestra y la actriz

Doña Lucrecia es una maestra republicana que desafiaba al régimen de Franco y acabó desterrada. Su actitud y su compromiso recuerdan a aquel don Gregorio de ‘La lengua de las mariposas’ de Manuel Rivas. «Melina es mi personaje favorito. Sin duda. Pero luego creo que vendría ella. En este libro hay muchas cosas: están mis raíces asturianas, la huella del mundo que navega por mi sangre, incluso mi espíritu revolucionario, si me permite decirlo así. Están los míos, me da mucho respeto invadir ese mundo. Y doña Lucrecia es clave porque ella le enseña mucho a Melina, le da lecciones de vida». Por otro lado, señala, «Ana del Río es un personaje que me emociona: no ha triunfado y viaja en trenes de segunda o tercera clase. La conversación que mantiene con Melina es capital; les ayuda mucho a las dos. Ana del Río es inteligente, irónica y femenina, y pertenecía a ese tipo de seres que tenían carácter, que resistían y que iban y venían cargados de sueños».

«‘Melina’, en buena parte, se alimenta de los recuerdos de mi madre, de su infancia. Ella, frente a la hostilidad de su padre, se encontró con otros seres. Con esas mujeres, por ejemplo, justas de formación pero con un espíritu libre e independiente, que tenían intuición y arrojo»

En ‘Melina’ Juan Ramón Lucas ha metido muchas cosas. Ha fabulado. Ha contado hechos que no han sucedido. Melina, antes de instalarse en Madrid para siempre, recibe una invitación de su tío Ludivino para irse a Paraguay. «No lo hará no. En cambio sí se irá a la Argentina, y eso me permite documentar aspectos del exilio, hablar de algo que conocemos muy bien», revela Lucas.

En este viaje al centro de sí mismo, Juan Ramón Lucas ha hecho algo que le ha tocado en vena: ha ido a ver la casa donde nació su madre, el muro que ella vio, aquella carretera angosta que iba a Mieres, el cementerio donde de niña vio cómo mataban a cinco hombres. «Ese regreso a mi tierra ha sido impresionante. Me ha dado muchas claves de mi vida. Soy Melina y todos los personajes. Creo que es, en el fondo, un reencuentro con mi abuelo Pepín, con mi madre y también con Asturias. Y es un viaje que va de la oscuridad y de esa primera frase terrible hacia la luz».

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