poesía aragonesa. ocio y cultura
Ricardo Díez publica ‘El silencio del colibrí’, un poemario de madurez y aprendizaje
El poeta y traductor presenta el jueves 23, a las 19.00, en el Rock and Blues su nuevo libro y se pregunta sobre el sentido de la creación y la poesía
ZARAGOZA. Al poeta, traductor e ingeniero Ricardo Díez Pellejero (Zaragoza, 1971. Vive en Zaragoza desde hace Años), algunos amigos mexicanos le enseñaron que «el colibrí, simbólicamente, es un mensajero que nos trae noticias del más allá», dice, y agrega: «Tras ‘Mictlán, odas a la muerte’, el libro anterior que también publiqué en Olifante, quería escribir poemas que volvieran del inframundo llenos de vida, que dejaran a un lado grandes empeños y se centraran en alimentarse de esencias, de lo mínimo, de las ideas, de las convicciones que se fraguan con el aleteo rápido e imperceptible de tales alas».
Díez, que ama el ciclismo y las lenguas ajenas (ha sido traducido a varias lenguas, como el búlgaro por ejemplo), publica ‘El silencio del colibrí’ (Olifante, 2023), que presenta el jueves 23 en el Rock & Blues a las 19.00 con el poeta y catedrático Alfredo Saldaña.
Díez avanza sus desvelos: «Me pregunté para qué escribir, qué es un poema, qué ganamos o perdemos al leer un libro nuevo y, alegóricamente, quise acercarme a esa encarnación de lo maravilloso, de lo imposible, de lo sorprendente, del recolector de un néctar imprescindible para seguir aleteando. Dar testimonio del vuelo, también».
El autor divide su poemario en cuatro partes: ‘Taxonomía’, ‘Etología’, ‘De su ecología’ y ‘De su biología evolutiva’. «Durante este proceso vital y literario, he sentido que la poesía consiste en retar al silencio, tanto al que no termina de conformarse entre el ruido exterior, como al que quiere surgirnos de las entrañas, desafío que se sustancia en decir, en nombrar lo indecible y en buscar hasta arrinconar a lo inefable para que se pronuncie a sí mismo».
El autor explica así el entramado de sus versos: arranca con una 'Taxonomía' con la que pretende clasificar distintos tipos de colibríes y sus esfuerzos alados. «Hay un poema en el que confieso ser un niño, un nieto de los clásicos, cuestiono qué es ser un poeta en el siglo XXI, qué define a un poema, qué precio pagamos por dar nuestros mejores frutos, qué implican nuestras creencias», matiza el poeta y columnista de HERALDO.
«En ‘De su ecología’ me adentro en las periferias, en el hábitat, y así comienza con dos poemas en los que, en uno, se habla al lector y, en el otro, de los maestros Antonio Machado y Ángel Guinda. La última parte hace referencia a la evolución de la poesía. "El poemario lo cierra otro poema experimental. Se trata de una canción (que cantaré en la presentación) en la que juego con lo sutil, con lo contradictorio (tal vez sólo aparentemente) para, de sinsentido en sinsentido, mostrar cómo cada cual tiene 'su tigre', su miedo, su limitación, su prejuicio, su fantasma… que constituye la amenaza que perturba ese equilibrio entre el eros y la psique: entre el amor y el alma", dice.
«Hago diversos intentos por escribir de otra manera, pero siendo todos los poemas muy míos», precisa Díez. «He tratado de componer un libro muy variado y completo, de madurez y aprendizaje. Sería mi tesis doctoral como poeta, en la que se recogen estilos variados; formalmente va desde la rima clásica, hasta la factura más libre; recorre la formalidad y la vanguardia; va de lo sensorial a lo filosófico, de lo literario a lo mundano; y, diría yo, de una forma natural, sin estridencias, invitando a pasear al lector por una biodiversidad notable, pero que se siente y se percibe como un espacio único».
Cuatro poemas de 'El silencio del colibrí'
CONDICIÓN DEL FELINO
El gato de Schrödinger es el poema:
una forma de expresar,
mediante una naturaleza totalmente ajena,
una idea que no sabríamos compartir de otra forma
puesto que huye al tratar de revelarla.
Es un árbol en el salón de su casa en Chernobyl
mirando por la ventana una naturaleza salvaje
a la que querría parecerse desde su próspera comodidad.
***
ÓRBITAS Y SUCESOS
Hay una hora en la que el sol se agacha
y mira al ras,
como si quisiera examinarnos con atención.
Su ojo certero se llena de dudas,
tal vez por eso busca cobijo allí,
bajo el horizonte.
Preguntas de qué helio se llevará al ocaso.
Esta noche, tras su caída,
se levantó la Luna alumbrando algún consuelo,
hablándome con su ánimo cambiante:
apenas hoy un trazo al vuelo.
Nos queda la canción,
nos queda el relato,
nos quedan aún chispeantes
las ascuas de voz
que amansen la oscuridad reinante,
que inviten al sol a regresar
y a mirarnos nuevamente.
***
AYER UN LIMONERO
Quien en silencio obra
labra silencios,
pero quien forja poco ante el gentío con clamor y ademanes
recoge ganancias mucho mayores que su talento:
y tanto peor la labor cuanto más generosa la barahúnda.
Pero hoy no quiero pensar en eso
y me he sentado en la escalera
mirando lo que debiera ser ya un jardín,
con ese rincón donde imagináramos un limonero
para el que nunca encontramos
el momento o el esfuerzo preciso.
Desde aquí contemplo un mañana
en el que habrá un limonero,
pero tú no estarás
y sus frutos agriarán la leche de mi recuerdo,
esa que mana una felicidad
tal que la sombra del girasol,
oculta siempre a su espalda.
Esa felicidad con la que ahora
bajo y contemplo nuestro jardín aún por hacer
y el tiempo por venir
desde la dicha más absoluta.
Esta es la semilla del limonero
que aquí dejo plantado
y a cuya sombra crece ya nuestro abrazo.
***
CADA CUAL
A cada cual su trino,
su chasquido al andar diverso en este soto de pasos.
A cada cual su madera
bañada por una y la misma sabia.
A cada cual su sombra
del mismo sol
y la misma ubicua llovizna.
Dios es apenas eso:
un instante perfecto en un bosque
que renuncia a proferir su fuego.