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Emilio Quintanilla: “Nos espera un mundo mejor y la poesía va a contribuir a ello”

El poeta, que ha vivido en Luceni y recibió el premio Imán de la Asociación de Escritores, publica una antología de su obra a los 90 años

Tras haber vivido varias décadas en Aragón, a los 90 años, Emilio Quintanilla se ha trasladado a Valladolid.
Tras haber vivido varias décadas en Aragón, a los 90 años, Emilio Quintanilla se ha trasladado a Valladolid.
Archivo Quintanilla.

¿Cómo llegó la poesía a su vida, en la infancia, en la juventud, luego?

La poesía ha estado presente en mi vida desde la infancia. En mi rama materna (los Buey, palentinos) hay muchos poetas notables alguno de los cuales ha dado nombre a calles y plazas de ciudades castellanas, y algo debo llevar yo de sus genes. Por otra parte, en mi casa había una nutrida biblioteca donde predominaban los libros de poemas que despertaron mi interés cuando apenas había aprendido a leer.

¿Qué fue primero la escritura o la lectura?

Primero fue la lectura. Sobre todo de los poetas clásicos. Desde siempre me ha fascinado la musicalidad en el poema: su métrica y su rima, siempre que el mensaje fuera a la vez sugestivo y llegara a calar hondo.

Si uno repasa su trayectoria, da la sensación de que es un poeta tardío, de aroma clásico. ¿Sería así?

Las dos cosas se dan en mi trayectoria literaria. Aunque la poesía ha estado impregnando mi vida desde la infancia, empecé en serio a escribir poemas a una edad bastante avanzada, justo cuando daba comienzo el siglo XXI y cuando en mi vida se dio una circunstancia que me hizo convivir durante unos años con la soledad más absoluta. En cuanto al estilo, siempre he rendido culto a la poesía de corte clásico, aunque soy consciente de que ello va en contra de las nuevas tendencias.

"En el año 2005 obtuve en Málaga el Premio internacional ‘Manuel Alcántara’ precisamente con tres sonetos encadenados, mi ‘Canto a la soledad’, compitiendo con poemas modernos de gran altura"

Su antología, 'Obra reunida, 2000-2020', que acaba de publicar en el sello Vitruvio, abarca dos décadas. ¿Cuándo se puede decir que surge el poeta de veras?

Las circunstancias de la vida me llevaron a dejar mi residencia en Madrid y a instalarme, viviendo solo, en un bonito pueblo de Zaragoza, Luceni, donde comencé, en torno al año 2000, a publicar mis primeros poemas y a obtener algunos premios nacionales e internacionales. El ambiente allí era propicio para la inspiración. En mis largos y habituales paseos solitarios por la ribera del Ebro surgieron muchos de mis poemas y poemarios, además de algunas cosas en prosa que también han merecido el reconocimiento de jurados y de crítica.

"La poesía, como el erotismo, es un arte, y la función social del arte es la reivindicación de la belleza, la libertad de los cuerpos y la plena realización humana"

¿Le debe algo a Luis Cernuda?

Es uno de mis poetas de referencia. Le debo mucho. He escrito algún breve ensayo sobre su obra, que me encanta. Y además tengo la satisfacción de que uno de los primeros premios de poesía que obtuve fue precisamente el Premio Internacional 'Luis Cernuda' convocado por el Ayuntamiento de Sevilla en el año 2001. En aquella ocasión me premiaron mi poemario ‘Conviviendo con Émpusa’, un librito clásico estructurado en quince poemas de cuarenta y cuatro versos alejandrinos cada poema, en estrofas de versos serventesios. A veces, a los jurados también les gusta lo clásico, la rima y la métrica.

Cita esencialmente a Neruda, Lorca, Hernández (y además les dedica poemas) y a Vallejo. ¿Son ellos sus maestros?

Todos los poetas que mencionas, y muchos más, han influido en mi forma de escribir poesía y han ido configurando, con su magisterio, mi estilo y mi proyección lírica. Pero sobre todo hay tres que han constituido siempre mis tres faros de referencia y que son, cada uno en su época, mis verdaderos maestros. Me refiero a Jorge Manrique, Rubén Darío y Miguel Hernández. De ellos he aprendido mucho y su poesía está en la médula de mi propia poesía.

Me ha dado la sensación de que la poesía, más que algo grave, es algo divertido, casi un juego que empieza jugando con las palabras.

Es cierto. Soy un hombre irónico y esa ironía se plasma a veces en mis poemas, en alguno de los cuales está presente el humor y hasta la sátira, Pero cuando esto ocurre procuro que ello no le reste profundidad al mensaje. Desde la poesía satírico-burlesca de Quevedo hasta la misma Generación del 27 con la revista ‘Lola’, de Gerardo Diego, o parte de la obra poética de Neruda a partir de la mitad de los años 1950, el humor, la ironía y la sátira están presentes en la poesía española.

¿Cuánto de humor hay en su lírica? Humor, bromas…

Unas pinceladas. Las justas para aportar un poco de amenidad a la lectura.

¿Existe una diferencia para usted entre versificar y escribir poesía?

En mi caso no percibo tal diferencia. Con el bolígrafo en la mano o ante el teclado del ordenador, ponerme a escribir poesía es ponerme a versificar, entendiendo el verbo como ir volcando, en forma de versos, ideas, imágenes y conceptos que te vienen a la mente. Es lo que se entiende por Poética: expresar la belleza de una idea por medio de palabras sujetas a cierto ritmo y a cierta medida.

"Con el bolígrafo en la mano o ante el teclado del ordenador, ponerme a escribir poesía es ponerme a versificar, entendiendo el verbo como ir volcando, en forma de versos, ideas, imágenes y conceptos que te vienen a la mente"

He visto que más allá de las bromas y los juegos, que los hay, también hay gravedad, hondura, temas eternos. ¿Qué quiere decir el poeta Emilio Quintanilla Buey?

Al concebir y sacar a la luz un poema estoy tratando de expresar unos sentimientos, haciéndolo, además, de la forma más bella posible. Y esos sentimientos suelen ser recurrentes: el amor, la muerte, la soledad, el miedo, el fracaso, la nostalgia, la alegría… en este sentido estoy tratando de transmitir en el poema un estado de ánimo utilizando para ello la herramienta de las palabras. Como se ha hecho siempre.

Retrato del poeta que recibió el premio Imán de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Retrato del poeta que recibió el premio Imán de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Archivo Quintanilla.

Me ha parecido que juega con el erotismo. Uno de tus vocablos predilectos es ‘erógeno’. ¿Por qué?

No es fácil diferenciar poesía y erotismo. La poesía, como el erotismo, es un arte, y la función social del arte es la reivindicación de la belleza, la libertad de los cuerpos y la plena realización humana. En su ensayo ‘La llama doble’, Octavio Paz sostiene la idea de que la relación entre poesía y erotismo es indisociable, dado que la primera implica una erótica verbal y el segundo una poética corporal. Es verdad: hay cierta carga erótica en gran parte de mis poemas.

Casi todos sus libros han sido premiados. ¿Para qué sirven los premios? ¿Qué le han dado a usted?

Los premios siempre constituyen un estímulo. El hecho de que el presidente de un Jurado te informe, casi siempre telefónicamente, de que eres el ganador, te dispara la moral. Después viene el viaje al lugar donde has de recogerlo, la ceremonia de la entrega que a veces constituye un acto brillante, la lectura de algunos poemas… sin embargo no hay que sobrevalorar los premios. En ocasiones la suerte es decisiva y sin duda pueden quedar en la estacada obras de tanto o más valor que el trabajo premiado.

¿Cuál es el libro donde está en plenitud y qué crees que ha logrado con él?

Es difícil señalar un libro, entre todos los producidos, donde el poeta se sienta representado en plenitud. Habría que escoger con mucho cuidado y siempre se sería injusto con la obra descartada en tal valoración. Sin embargo, voy a atreverme a mencionar un libro del que me siento especialmente satisfecho, hasta el punto de que a veces lo releo con una sensación de complacencia. Se trata del poemario ‘Regresar a Bomarzo’, con el que obtuve en el año 2011 el Premio Santa Isabel de Portugal concedido por la Diputación de Zaragoza.

"¿90 años? Personalmente doy poca importancia al hecho de ir cumpliendo años. No veo gran diferencia entre el hombre que soy ahora y el que fui hace veinte o cuarenta años. Gracias a Dios mi cabeza y mi cuerpo siguen respondiendo razonablemente bien"

¿Tiene sentido hacer sonetos, cuidar tanto la métrica y la rima en el siglo XXI?

En mi caso no solamente tiene sentido, sino que constituye el armazón en que se sustenta gran parte de mi obra lírica. Pero es importante conseguir que el resultado final no suene a rebuscado; que métrica y rima fluyan con absoluta naturalidad. No es fácil. En el año 2005 obtuve en Málaga el Premio internacional ‘Manuel Alcántara’ precisamente con tres sonetos encadenados, mi ‘Canto a la soledad’, compitiendo con poemas modernos de gran altura. Creo que, si el poema es profundo y cala en el lector, la musicalidad que aportan la métrica y la rima constituyen un plus que puede añadir belleza a la obra terminada.

¿Cómo se mira el mundo a los 90 años?

Personalmente doy poca importancia al hecho de ir cumpliendo años. No veo gran diferencia entre el hombre que soy ahora y el que fui hace veinte o cuarenta años. Gracias a Dios mi cabeza y mi cuerpo siguen respondiendo razonablemente bien. En cuanto a mi percepción del mundo, tiene mucho de positiva y de ilusionante. No creo que el panorama sea tan pesimista como algunos pronostican. Veo muchos valores en la juventud actual que están anunciando un futuro esperanzador. Nos espera un mundo mejor, sin duda. Y la poesía va a contribuir a ello.

Por último: ¿cuál ha sido el mejor lugar de sus veraneos?

Si nos remontamos a mi infancia, tengo un bonito recuerdo de mis veranos en el pueblo lucense de Rábade, donde mi padre fue muchos años jefe de estación de ferrocarril. Ya como padre de familia, y dada mi larga estancia en tierras aragonesas, ha sido Salou el destino preferente de mis veraneos.

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