LITERATURA. ARTES & LETRAS

Adolfo Burriel: "Cuando llego a la poesía estoy llegando a mí mismo"

El abogado y poeta recoge una selección de sus ocho poemarios en 'Antología propia' (Vitruvio) y la presenta en la Fundación Caja Rural de Aragón

El poeta y abogado en su poblada biblioteca.
El poeta y abogado en su poblada biblioteca.
José Miguel Marco.

Adolfo Burriel es abogado, ha sido político durante años y, sobre todo, desde hace casi dos décadas escribe poesía. Ha publicado ocho poemarios y ha hecho una ‘Antología propia’ en el sello Vitruvio, 300 páginas de poemas, que presenta el jueves 17 a las 19.00 en la Fundación Caja Rural con Joaquín Sánchez Vallés, Mariano Anós y María José Moreno. Plácido Serrano seleccionará la música.

¿De dónde viene el poeta Adolfo Burriel? Me llama la atención que un hombre que se ha dedicado tantos años a la política, que fue un buen diputado de la izquierda, la política y la militancia desaparezcan tan claramente. ¿Es así, o convendrían los matices?

Convienen los matices. Me atrevería a decir, de forma un tanto pedante, que cuando llego a la poesía estoy llegando de mí mismo. Siempre, desde que pienso en las cosas de alrededor, he escrito, o he pensado en escribir poesía. Unas veces, lo hice y lo hago para divertirme, es verdad, otras porque la necesitaba, y muchas más porque no podía escaparme de ella. Ciertamente, tuve tiempos largos en los que tan solo la leía. Pero la poesía no me ha sido nunca algo ajeno, algo que no tuviera cerca. Ya en 1965, y ha pasado tiempo, fui uno de los jóvenes poetas de aquella antología presuntuosa y prohibida por el entonces Gobierno Civil que se tituló “Generación 1965”, con prólogo, ahí es nada, de Miguel Labordeta.

¿Le sigue interesando la política como antaño?

Y completando la respuesta, diré también que lo que sí he dejado es la política partidista, no la política, que me sigue interesando como en mis tiempos de militante de partido. No me faltan los lugares de encuentro y de debate. La sigo, me da muy malos días, pocos buenos, la vivo, y la discuto.

¿Por qué una ‘Antología popia’ y qué ha querido seleccionar?

La antología fue idea de Pablo Méndez, el editor y director de Editorial Vitruvio, que es la que ha publicado, por cierto espléndidamente, el libro. Con él, con Pablo Méndez, había ya publicado dos libros de poemas, el primero con ocasión del accésit que obtuve en un premio literario, y él llevaba tiempo insistiéndome en que pusiéramos en pie una antología.

La 'Antología' lleva el título de Propia, ‘Antología propia’, porque yo mismo he seleccionado los poemas y he querido, al hacerlo, dar una idea cercana, lo más posible, a la poesía que tengo publicada. Quería que con la Antología, quien la leyere, pudiera hacerse una idea de lo que escribo. Son casi 300 páginas, hay poemas de 8 libros, y la verdad es que el editor no ha escatimado ni una sola de mis pretensiones.

Adolfo Burriel ya aparecía en aquella antología de la Generación de 1965.
Adolfo Burriel ya aparecía en aquella antología de la Generación de 1965.
José Miguel Marco.

O sea, que ya la tenía en marcha...

La ‘Antología’, eso sí debo decirlo, estaba ya preparada desde hace dos años, desde antes de la pandemia. La pandemia se ha llevado cosas mucho más importantes, y no es extraño que nos haya arrastrado también hasta estas fechas, lo que ha hecho, dicho sea de paso, que, a estas alturas, tenga escritos tres libros más, no publicados todavía, que se han quedado fuera de la ‘Antología’.

¿Se siente concernido cuando dice el prologuista Joaquín Sánchez Vallés que es un poeta que sugiere o insinúa y que cultiva la imagen?

Totalmente. Concibo el poema como la expresión y el descubrimiento de esa realidad no aparente que tienen las cosas, los sentimientos o los hechos. Y a eso, a lo invisible de la realidad, pero tan patente y real, si se me permite así decirlo, como ella, solo se llega a través de la imagen, de la sugerencia informal, del atrapamiento de la parte no advertida de la vida. Definir y señalar el mundo y las personas, con “todo y más” de lo que hay en ellos, material e inmaterial, desde el lugar aquel que la mera apariencia no nos entrega. Y vivirlo, conocerlo y sentirlo. Algo, no lo olvidemos, que también hace la música.

"Concibo el poema como la expresión y el descubrimiento de esa realidad no aparente que tienen las cosas, los sentimientos o los hechos. Y a eso, a lo invisible de la realidad, pero tan patente y real, si se me permite así decirlo, como ella, solo se llega a través de la imagen"

¿Cuál sería su vínculo con la realidad y cuál con el simbolismo o la necesidad de trascender lo inmediato?

No es una contradicción con lo que enseguida diré que lo sentido y tocado, lo vivido y tenido en cada momento me interesa sobre manera. Y que transformar unas cosas y conseguir otras necesarias es un objetivo al que me apunto. La política, el trabajo en la sociedad, el compromiso, y, a través de todo ello, la solidaridad y la igualdad y la justicia, ese es el fin, y ahí es donde está el camino, y no en otros sitios, que de verdad nos hace libres. Y ello no es contradictorio con esa otra forma de encontrar la razón que justifica y magnifica la vida, de poderla sentir más plenamente, de trascenderla, de ir más allá de esa realidad que compromete. Ese más allá, que no es escaparse del más acá, es el que crea la poesía.

Se ven algunas obsesiones. Por ejemplo, el mar. ¿Por qué?

El mar es la gran metáfora. Es todo, déjame decirlo así. Es la inmensidad, es lo profundo, es el gran color azul, es lo terrible, lo indomable, lo desconocido. Amanece y oscurece como nada y como nadie. Es vida y tragedia, gozo y muerte. No hay metáfora que se le iguale. Ni el cielo se le llega a parecer, que en él no se ahogan los excluidos.

¿Qué le da la música, que anda por ahí en muchos poetas?

La música es la hermana gemela de la poesía. Sin música la poesía se va poco a poco desvaneciendo, Aunque sea música ‘desarmónica’, tiene que ser música. Y también a la inversa: si la música no arranca poesía, la música acaba silenciándose sola. Tengo una manía muy apegada: que mis versos dejen oír la música y la armonía que también las palabras contienen. Siempre digo que para hacer buena música hay que saber solfeo, y que para hacer poesía hay que saber métrica. Si luego, sabiendo solfeo o métrica, se quieren romper las reglas, perfecto, hay obras espléndidas que lo hacen, que las rupturas no son ajenas, ni mucho menos, al arte y a la vida. Pero siempre, hasta para romper, hay que conocer bien lo que se rompe. Dije que la música es hermana gemela de la poesía. Seguramente debí decir hermana siamesa, inseparable.

Dice del poeta: “Vine a buscar palabras, verter silencios, tejen aires mis manos”.

Cita los tres versos de un poema de mi libro ‘Furtivos días’. En cierto modo son una poética. Eso hacemos los que escribimos poesía, o eso creo yo: buscar palabras, que no estén solas y que no sean en su soledad la simple definición que las distingue, entre otras cosas porque ninguna palabra termina en su significado También vamos en busca de silencios, que a veces los silencios son tan expresivos como aquello que se escucha. Y tejemos aire a menudo, que, ay, cuántas veces la poesía es eso, tejer lo intangible, lo que no tiene tacto, y con ello dar forma a algo, poner en pie, digámoslo así, alguna historia cierta y, a la vez, imposible. Al final, un poeta es eso. Un ser, seguramente inútil, que, como traté de decir más arriba, busca la ‘subrealidad’ de las cosas o los sentimientos, y nos la hace presentes a través de la palabra. Y, claro, con música.

La pintura contemporánea protagoniza ‘Cuadros de una exposición’. ¿Por qué le interesa tanto el arte contemporáneo que, en cierto modo, reaparece en ‘Colores desunidos’?

Efectivamente, ‘Cuadros de una exposición’ es un libro dedicado a la pintura, y, dentro de él, a la pintura moderna. El color, la textura, el trazo, como matiz oculto de esa realidad o de ese sentimiento que yo exijo a la poesía. Fue mi manera de crear una hermandad entre poesía y pintura. En ese libro, que por cierto fue premio Isabel de Portugal de poesía, he buscado dar color, y no imagen, a la poesía, he querido acercarme a la sugerencia que grandes obras modernas de pintura provocan, más a la sugerencia que al dibujo, usando para ello no la paleta sino la pluma. Jugando con palabras de otros, entre ellos de Juan Ramón Jiménez, he preferido que lo que en el libro destacara fueran “no las ideas, sino las sensaciones”.

En ‘Teatro de sombras’ se acerca a Hollywood y sobre todo a actrices. ¿Qué le dice ese mundo?

Todos tenemos nuestros pequeños, a veces alegres, a veces tormentosos, fantasmas. No nos libramos de las sombras. Lo dice la cita de Góngora que inicia el libro. El libro, de esta forma, es un recorrido por esas sombras personales, y, efectivamente, muchos de los personajes que tienen en el libro un poema son actrices o personajes del cine, del cine clásico, mudo incluso, que siempre me ha apasionado: Clara Bow, Lilian Gish, Gene Tierney, Marylin Monroe, Georges Meliès… pero con ellos hay otros muchos fantasmas, fantasmas que rondan sin remedio, sombras vivas. Por ello, en el libro hay también una mano tendida a los gozos y dolores del mundo, y no en vano también andan en él algunos poetas, escritores, locos, visionarios, gente tan solo de ellos mismos.., y hasta algunos personajes invitados…

"En el libro hay también una mano tendida a los gozos y dolores del mundo, y no en vano también andan en él algunos poetas, escritores, locos, visionarios, gente tan solo de ellos mismos.., y hasta algunos personajes invitados…"

Cita a algunos autores. Por ejemplo la nobel Wislawa Szymborska. ¿Qué poetas le han marcado?

Entre mis poetas no dejaré para el segundo lugar a don Antonio Machado. Ni para el tercero a Juan Ramón Jiménez. Luego pondría muchos. Soy hijo lejano y pobre de la generación del 27 y me bebí entero el siglo XIX francés con Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé a la cabeza. Todos ellos me han dejado señales, creo. Pero citaría muchos. Y me andaría con no pocos poetas del 36 y del 50, y otros inolvidables de otras latitudes. Siendo aragonés, no puedo olvidar a Miguel Labordeta, a Emilio Gastón, a Ignacio Prat, Pepe Verón, Fernando Ferreró o Ángel Guinda…, que ya terminaron su historia. Ni puedo olvidarme de Rosendo Tello, el más grande de hoy, y en él quiero expresar mi admiración por otros muchos más poetas aragoneses, que los hay, pero que no cito para no acabar con la página.

Adolfo Burriel, a lo largo de casi dos décadas, ha logrado varios premios literarios.
Adolfo Burriel, a lo largo de casi dos décadas, ha logrado varios premios literarios.
José Miguel Marco.

Otro tema que le gusta mucho son los jardines, las flores, en particular las rosas. ¿Qué fantasías o emociones le despiertan el Jardín de la Media Legua de Julio Palazón?

Julio Palazón, el maestro y jardinero del Huerto de la Media Legua, ese lugar único de rosas que Zaragoza ha vivido desde años, me llenó, como a otros muchos, de amor por las rosas, por las flores. Las tapias del huerto llenas de poemas, la rosaleda de las rosas clásicas, las más de mil variedades de rosas fueron para mí, y para los amigos y amigas, un lugar de mucho más que sosiego y alboroto (y no crean que al decirlo así me contradigo). Y siempre de encuentro. Efectivamente, en casi todos los libros míos hay poemas dedicados a Julio, a sus manos, al huerto, a sus rosas…. Nunca falta su recuerdo.

Casi 300 páginas tiene su 'Antología propia'. Se dice pronto, pero son muchos poemas, muchas palabras, muchas tentativas y temas. ¿De qué te siente satisfecho?

No sabría decirlo exactamente. Pero sí, me siento satisfecho con la Antología, 300 páginas son muchas páginas, es una antología (temporal) con todas las de la ley (de la ley justa). No deja de ser una especie de recorrido largo por mi persona y eso se agradece. Pero, sobre todo, me siento satisfecho de poder vivir la poesía como una parte mía.

¿Cómo querría construir su futuro de poeta?

No lo sé, de verdad. Me importa escribir, y eso hago, con etapas de frenética “creación” y etapas de paz. Porque escribir poesía no es encontrar la paz en uno mismo, que con la poesía entre los dedos se sufre tanto como se goza, es decir, mucho. Mentiría si no dijera que me gusta ver publicado lo escrito y que como tengo muchos amigos que me alientan, el camino es más sencillo. Pero no aspiro a muchas más cosas en la poesía, que ya es bastante. Aspiro mucho más a acercarme al sueño de otra realidad que nunca me abandona, y que tan mal nos la ponen, y la ponemos. Ucrania hoy como reflejo.

"Con Ángel Guinda se ha ido uno de los poetas más importantes del Aragón de siempre, un poeta que vivió la poesía entre la rebelión y la revelación, que estaba convencido de que la belleza es siempre una aparición, que creía extrañamente en los milagros"

Se ha muerto hace poco Ángel Guinda, que era un defensor de la poesía útil. ¿Dónde le encuentra usted utilidad a la lírica?

Ángel, Angelito para mí, al que conocía desde tiempos prohibidos, que me llamaba hermano y que con ese nombre tengo dedicados algunos de sus libros. Se ha ido uno de los poetas más importantes del Aragón de siempre, un poeta que vivió la poesía entre la rebelión y la revelación, que estaba convencido de que la belleza es siempre una aparición, que creía extrañamente en los milagros, aunque, eso sí, solo en los impensables, que le gustaba revolcar la poesía en el barro que sigue a la buena lluvia, aunque, a la vez, opinara que es precisamente la poesía la tumba del propio poeta… ¿Dónde encuentro utilidad a la poesía?

Por ahora ha esquivado la respuesta…

Hace un poco hablé de la ‘inutilidad de los poetas’. Rectifico ahora, al menos en parte. Quiero pensar que alguna utilidad tendrá cuando tanto tienta a algunos, pero no me cabe duda de que su mayor utilidad está en personas como Ángel Guinda y en frutos como los que nos daba. 

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