música

Festival de Jazz de Zaragoza: 40 años de lujo y distinción

La cita jazzística inicia este viernes su cuadragésima edición como referente musical. Por sus carteles han desfilado grandes estrellas del género como Miles Davis o Dizzy Gillespie.

Tete Montoliu, en su última actuación en Zaragoza, en 1995.
Tete Montoliu, en su última actuación en Zaragoza, en 1995.
Oliver Duch

Pocas iniciativas culturales de Aragón –seguramente ninguna– pueden presumir de la continuidad y el alcance del Festival de Jazz de Zaragoza. Una cita que este viernes desprecintará en la sala Multiusos del Auditorio su cuadragésima edición con la actuación de la pianista japonesa Hiromi Uehara, que abrirá una programación que se prolongará hasta el 19 de noviembre.

Visitar las páginas del álbum dorado de estas cuatro décadas impacta por la grandeza de los artistas reclutados. Genios, mitos y maestros como Miles Davis, Dizzy Gillespie, Lionel Hampton, Chick Corea, Tete Montoliu, Art Blakey, Stan Getz o Bebo Valdés figuran en la nómina.

"La esencia del festival ha sido y sigue siendo reproducir a escala un club de jazz, dando cabida a los grandes clásicos y también a las figuras emergentes. El listado de artistas de primera magnitud que han actuado es interminable, un caso prácticamente único por su longevidad en el territorio nacional", celebra Jaime Borobia, el director.

Matías Uribe, periodista de HERALDO y cronista de muchas de esas visitas ilustres, detalla el contexto en el que nació esta iniciativa. "La Transición y los primerísimos años constitucionales trajeron vientos reconfortantes de cambio. Abrieron una transformación cultural que abarcó a todas las artes, entre ellas el jazz. Antes de que en 1983 naciera el Festival de Jazz, la ciudad respiró sonidos del género en no pocas ocasiones. En 1981 hubo conciertos en la sala Oasis y en la pequeña Cova que se abrió en un lateral del recinto. En 1982 el Ayuntamiento organizó en el Teatro Principal un ciclo denominado ‘Todos los meses jazz’ y en 1983 llegó el gran festival que perdura hasta hoy".

El 26 de octubre de 1983 vio la luz la edición inaugural en el cine Coliseo, con una terna de lujo: Max Roach, Cecil Taylor y Joe Farrell. "No fue una iniciativa propia del Ayuntamiento sino del Ministerio de Cultura, que por expansión del Festival de Madrid puso en circulación a las figuras que llegaban a la capital, ofreciendo a otras ciudades españolas la posibilidad de contratar algunas de aquellas figuras. Afortunadamente, en la delegación de Festejos del Ayuntamiento, Miguel Ángel Tapia no dejó escapar la presa", relata Uribe.

La itinerancia de sus ubicaciones ha marcado la existencia del proyecto, pasando del salón de actos de la antigua Feria de Muestras al Teatro Argensola y desde 1987 al Teatro Principal con esporádicos recitales en el Palacio Municipal de Deportes, hasta establecerse definitivamente en el Auditorio, primero en la sala Mozart y después en la Multiusos.

Una colección de leyendas

Los aficionados paladearon desde el principio un selecto menú cargado de talento y distinción. "Vinieron leyendas que ya figuraban en las enciclopedias del género, desde McCoy Tyner a Stan Getz, Benny Golson, Art Farmer, Elvin Jones, Roy Haynes, Freddie Hubbard, Stephan Grapelli, Oscar Peterson, el Modern Jazz Quartet, Oliver Jones, Art Blakey, Dave Brubeck, Dizzy Gillespie, Lionel Hampton, la Count Basie Orchestra y, cómo no, Miles Davis. Las ediciones de 1988 a 1992 marcaron la época dorada del festival. Zaragoza pudo degustar un pedacito de aquellas leyendas crepusculares en sus últimos años de vida", apunta Uribe.

El crítico de HERALDO rescata cuatro fogonazos que todavía repican en su memoria: "Resulta imposible olvidar las dos actuaciones del imponente pianista Oscar Peterson en 1988 y 1991; la de Dizzie Gillespie en 1990; la del Mingus Epitaph en 1991; y, obviamente, la de Miles Davis en 1988. El momento del coloso trompetista en la esquina izquierda del escenario del Palacio de los Deportes, ante poco más de 2.000 personas, encorvado, vuelto de espaldas al público y a sus mismos músicos, luces azules, silencio sepulcral, y él emitiendo suaves sonidos de seda mientras enfilaba el ‘Time after time’, de Cindy Lauper, fue un calambrazo sobrecogedor. ¡Cómo tocó Davis! Como un 'arcángel negro' escribí en mi crónica. Tenía 62 años". Pura historia.

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