FOTOGRAFÍA. ARTES & LETRAS

Gervasio Sánchez, '25 años. Vidas minadas': lo que llega y llega más adentro del sentimiento

El fotorreportero resume en 114 instantáneas en la Lonja el trabajo de un cuarto de siglo a favor de las víctimas de las minas antipersonas 

Gervasio Sánchez con la mozambicana Sofía, a la que no ha olvidado jamás.
Gervasio Sánchez con la mozambiqueña Sofía Elface, a la que no ha olvidado jamás.
José Miguel Marco.

Uno de los momentos más complicados para un periodista es el de titular su trabajo, sintetizar en un par de palabras todo lo que quieres decir, todo lo que quieres trasmitir con contundencia y sencillez; algo que sea capaz de explicar en si mismo todo eso que vas a desarrollar. Titular bien te lleva toda una vida, y puede que nunca seas capaz de conseguirlo, pero cuando das con la tecla, cuando logras que la mirada ajena quede enganchada a ese par de palabras, tienes ya medio trabajo hecho. Porque de lo que se trata es de llegar al centro mismo de la curiosidad humana, de despertar lo que pretendes con tus palabras o tus imágenes.

Gervasio Sánchez logró hace nada menos que 25 años parte de ese objetivo con sus ‘Vidas minadas’. Un título que lo dice todo y que lo encierra todo: dolor, muerte, egoísmo humano, desprecio, injusticia social, corrupción política, depravación, abandono… pero también dignidad, esfuerzo, generosidad y, sobre todo, bondad. Un proyecto vital y siempre inacabado en el que trabaja desde 1995, que se sintetiza en 114 fotografías que pueden verse en la Lonja hasta el próximo 7 diciembre y que visitará distintas ciudades españolas. Una exposición en la que admirar la vida de víctimas de minas antipersonas a las que Gervasio conoció cuando asumió la propuesta de una revista del corazón, sin saber apenas qué eran, y las ONG le pusieron en contacto con víctimas de Angola, Mozambique, Camboya, Afganistán, Irak, El Salvador, Nicaragua, Colombia y Bosnia-Herzegovina.

Sin saberlo, cuando arrancó ese proyecto inició el que ha sido el hilo argumental de su vida profesional, jalonada de otros muchos trabajos con los que ha conseguido llevar a lo más alto sus denuncias sobre lo peor del ser humano. Desde desaparecidos en América Latina a las heroicas jugadoras de fútbol en Afganistán. Porque, sin dejar su profunda vocación de corresponsal de guerra, Gervasio nunca ha abandonado a aquellos a los que por primera vez fotografió como víctimas de las minas antipersonas en 1995, cuando denunció con ello todo el dolor que son capaces de crear, antes incluso de que Lady Di mostrara al mundo sus horrores en un paseo por un campo de minas en Angola, en 1997. Para entonces, Sofía Elface, de Mozambique, ya había perdido sus dos piernas, con apenas 11 años, cuando buscaba leña junto a su hermana, quien murió cuando pasaron por un campo minado.

Gervasio nunca ha abandonado a aquellos a los que por primera vez fotografió como víctimas de las minas antipersonas en 1995, cuando denunció con ello todo el dolor que son capaces de crear

Sofía es una de las protagonistas de la exposición que recoge el que es, sin duda, el trabajo más intenso y largo de Gervasio Sánchez, y, como él insiste en recalcar, siempre inacabado. Junto a Sofía, ‘Vidas minadas. 25 años’ recoge la vida de víctimas en imágenes a lo largo del tiempo. Imágenes tomadas entre 1995 y 2023 en las que vemos cómo y dónde les ha llevado la vida después de que una mina mutilara sus cuerpos y, también, parte de su alma. Fotografías con nombres propios y en mayúscula.

Porque en cada una de ellas está el corazón superviviente de las miles de víctimas que dejan las minas antipersonas, de las que se calcula que aun hoy hay más de 110 millones repartidas en más de 64 países; que cada año matan o mutilan a 26.000 mil personas; y que permanecen activas durante más de cincuenta años después del fin de un conflicto. Minas cuya colocación apenas llega a los 2 euros y que desactivarlas supera los 700. Que pueblan hoy Ucrania, el territorio minado más grande del mundo, superando ya a países como Afganistán o Siria. Porque se calcula que un tercio de su suelo está lleno, una extensión similar a las comunidades de Madrid, Castilla-La Mancha y Andalucía juntas.

Lo que se ve en la Lonja son los ojos vivos de quien ha visto el lado más oscuro de la maldad humana y ha sabido plantarle cara. Y ha sido, precisamente, el objetivo de Gervasio el que les ha acompañado durante 25 largos años de sus vidas, y que relata de manera somera y contundente junto a las imágenes de cada uno de ellos. Por eso, vemos a Sokheun Man (Camboya), Manuel Orellana (El Salvador), Adis Smajic (Bosnia-Herzegovina), Joaquina Natchilombo (Angola), Justino Pérez (Nicaragua), Mónica Paola Ardila (Colombia), Medy Ewaaz Ali (Afganistán) y Sofía Elface (Mozambique) en el mismo sitio, casi con la misma luz, pero con la mirada profunda de la vida, de quien ha sabido olvidar el odio y convertir sus prótesis en orgullo.

Gervasio Sánchez, en la Lonja, ante el cartel con la foto de algunas víctimas.
Gervasio Sánchez, en la Lonja, ante el cartel con la foto de algunas víctimas.
José Miguel Marco.

Porque la vida de cada uno de ellos es una bofetada inmensa a esa política de despachos, a esa avaricia humana por el poder, el dinero y la intolerancia religiosa; un misil directo a los principales productores de minas (Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Pakistán, Sudáfrica y las dos Coreas), pero también a quien se ‘olvida’ de qué pasa cuando miras a otro lado, como España. 

Pero la fotografía, como todo arte, se nutre del sentimiento, de lo que llega y llega más dentro. Y puede que de entre todo ese volcán de dolor y vida, emane algo tan grande como es la esperanza en el ser humano

Y, todo esto, es lo que se ve –y se lee– en las imágenes de la Lonja, que se abre con una imponente Sofía Elface junto a cuatro de sus hijos, que te recibe junto a la historia de esta mujer, siempre sonriente, y tres recuerdos de su propia vida amarrados a sus prótesis. Porque, como a Sofía, Gervasio plasmó no solo la vida todos ellos entre 1995 y 2022 buscando el mismo escenario junto a los mismos protagonistas, sino también, y lo que es más importante, la evolución de todos ellos, junto a sus hijos (como futuro de vida), porque en sus ojos pueden leerse sus esperanzas y frustraciones, sus alegrías, anhelos, y su lucha frente a una vida demasiado dura y sin contemplaciones que te hacen reflexionar, bajar la cabeza y sentir vergüenza.

Pero la fotografía, como todo arte, se nutre del sentimiento, de lo que llega y llega más dentro. Y puede que de entre todo ese volcán de dolor y vida, emane algo tan grande como es la esperanza en el ser humano, como en Idis Smajic, herido en 1996 cuando jugaba al fútbol en Sarajevo, sometido a numerosas intervenciones quirúrgicas, a quien vemos años después mirando a su mujer y ella tomando la mano de su prótesis de brazo. Una mirada la de ambos difícil de encontrar, de esas en las que uno sueña cuando piensa en el amor más profundo. O la sonrisa de la colombiana Mónica Paola junto a sus animales, una mujer a quien la vida, increíblemente dura, terriblemente despiadada y sobre todo demasiado cruel, aun le regala risas a través de unos ojos ciegos a los que Gervasio ha logrado llenar de esperanza.

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