Toño Zarralanga: "¡No veas lo que la risa alivia a los niños en las zonas de guerra!"

Nacido en Pinsoro en 1963, premio a la Trayectoria del Circo Aragonés en 2020, trabaja con Payasos Sin Frontera, que ha celebrado en Zaragoza sus primeros 30 años de actividad.

Toño Zarralanga, en el Espacio Cirteani, consagrados al circo en Cogullada, que él gestiona
Toño Zarralanga, en el Espacio Cirteani, consagrados al circo en Cogullada, que él gestiona
Guillermo Mestre

Payasos Sin Fronteras ha celebrado dentro de las Fiestas del Pilar sus 30 años de vida. ¿Por qué es importante esta organización?

Porque, por desgracia, hay gente muy afectada por las guerras y los desplazamientos, sobre todo la infancia. Los chavales sufren y no tienen ninguna culpa. ¡No veas tú lo que la risa alivia en cuanto a la tensión psicológica de estos niños!

Trabajan ahora, por ejemplo, en Líbano, una zona del mundo que se está calentando como no pasaba hace décadas, con refugiados de otra guerra de Oriente Medio, la de Siria.

Los problemas se repiten en las mismas zonas de conflicto. Nosotros celebramos que Payasos Sin Frontera lleva 30 años y estamos subsistiendo, pero ojalá no hiciéramos falta. Además de celebrar, lo que necesitamos, sobre todo, es financiación, recaudar.

¿Cuáles han sido sus experiencias con la ONG?

En Sáhara, en los campos de Tinduf, también en Colombia, en las zonas de Chocó y La Guajira, y en Mozambique, varias veces.

Y ¿cuál es el lugar más complicado donde le ha tocado actuar?

Bueno, hay pueblos en Aragón que son complicados, ja, ja, ja; nos han tirado hasta petardos, una cosa muy loca. Pero saliendo fuera ves situaciones duras de verdad. En Mozambique te encuentras una miseria terrible. Aquí estamos a años luz de aquello. Lo más triste es descubrir por qué ocurren las cosas, por qué en los campos de refugiados del Sáhara llevan 50 años encerrados, como una granja. Ves la mediocridad del ser humano, cómo negocian los gobiernos, cómo manda el dinero.

Como dice usted, nuestra realidad es bien distinta, pero Zaragoza también ha destacado por hacer del circo una herramienta de educación e integración.

Está la Escuela de Circo Social, cuyos inicios viví. Es que el circo es disciplina, ejercicio. Y si haces ejercicio, te tienes que alimentar bien, te despreocupas de otras cosas, te limpias mucho, te cuidas. Eso alimenta el alma y las posibilidades en la vida.

¿El payaso sería el artista más total de un arte total como el circo, por las disciplinas que integra?

Es una de las figuras más antiguas, desde luego. Hay una teoría que dice que los acróbatas o malabaristas que a una edad ya no podían mantener el nivel se hacían entonces payasos. Pero ahora no pasa eso. Yo soy payaso y he hecho un montón de disciplinas, pero siempre las he llevado a lo mío.

Llevamos años, décadas, de contacto con unas tecnologías que cambian la forma de acercarse al mundo. ¿Se nota en el público?

Estos días estoy trabajando en las fiestas en el espacio infantil Río y Juego, trabajé mucho en Casas de Juventud, con gente jovenzana siempre he trabajado en campamentos, etcétera, y esa evolución la veo. Los chavales no tienen un mínimo de paciencia, quieren lo inmediato, que es lo que tienen con el juego virtual, y si se aburren, cambian.

El mundo del circo es de los que lo tuvo más difícil para sobrevivir en los años de pandemia. ¿Cómo ha salido adelante?

Personalmente, si estaba haciendo una media de 30 o 35 actuaciones en verano, pasé a hacer tres o cuatro. Ahora vamos resurgiendo, pero nos falta infraestructura. El apoyo es mínimo. En Aragón no se tira para la tierra y eso me pesa mucho. He vivido en otros sitios y sé cómo se autoprotegen.

Estos días le toca trabajar, pero ¿disfruta también las fiestas?

Me gusta ver cosas si puedo y no son demasiado tarde. Mañana (por hoy) me voy al concierto de El Caribefunk, unos chavales de Colombia que hacen una música muy bonita, en la sala Creedence. También hay colegas que vienen a actuar y los iré a ver.

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