vive latino en zaragoza

Mucha gente, alegría y sorpresón en la primera jornada del Vive Latino en Zaragoza

El festival zaragozano, a medianoche, anunció un concierto de Enrique Bunbury en el estadio de la Romareda el 6 de julio del próximo año.

Gif primera jornada del Vive Latino 2023 en Zaragoza.
Primera jornada del Vive Latino 2023 en Zaragoza.
Toni Galán/Marcos Cebrián

Tras el precalentamiento del año pasado, que devolvió los grandes espectáculos a la Expo y permitió detectar algunas carencias, ayer, con bastante más público en esta segunda edición del Vive Latino (acercándose a las 22.000 personas del aforo máximo establecido), el recinto superaba con nota su prueba de fuego como sede festivalera. El público era intergeneracional y los latinoamericanos se hacían sentir particularmente, disfrutando de grupos y solistas con tirón popular de ambos lados del Atlántico, más algunos valores emergentes que invitaban al descubrimiento.

La jornada incluyó una gran sorpresa, a medianoche, cuando se comunicó a través de un vídeo ofrecido en las pantallas del recinto el concierto que Enrique Bunbury, de vuelta a los escenarios este diciembre tras una retirada que anunció como definitiva, va a ofrecer el próximo año en el estadio de la Romareda. Será el 6 de julio y las entradas ya están a la venta en Ticketmaster.

El calor no ha podido con el público y lo han dado en cada concierto

Cuando llegó esta inesperada información, el Vive ya llevaba casi ocho horas de actividad. Siempre es duro abrir fuego en un festival, sobre todo si hay fuego en el cielo. Ese papel había recaído ayer en Lucía Tacchetti, primera en el escenario Embou. Salió sola al escenario, con su micro y sus máquinas, armada de ‘samplers’ y secuencias. A base de fraseos sutiles y baile sincopado, la argentina se fue dejando notar entre los que iban llegando al recinto.

Un rato después llegó el debut aragonés con la banda Calavera, liderada por Álex Ortega y sus inseparables: esto es, barba, bigote y gorra. Calavera es un reloj suizo: no fallan una, sus temas son caricias para dejarse mecer por las notas. Entre el público andaban Elvira Vallés y Alberto Solobera, del dúo Santoral. También Erin Memento, que actúa hoy y miraba con embeleso a sus colegas.

En el anfiteatro, la primera banda en abrir fuego fue la madrileña Carolina Durante. El aforo se fue poblando de espectadores, muchos con camisas hawaianas, un ‘outfit’ ya característico en estas citas festivaleras, mientras Carolina Durante caldeaba el ambiente con su música; el sol de justicia que caía a esa hora también contribuyó a ello. Muchos valientes aguantaron en pie, aunque otros prefirieron buscar la sombra en el exterior del anfiteatro y seguir el concierto sentados en el césped, bajo los árboles. En la recta final, el cantante, Diego Ibáñez anunció que iban a tocar «una de un grupo de aquí». Era ‘Son mis amigos’, del dúo zaragozano Amaral. «Que nos cortan y tenemos que irnos», bromeó Ibáñez (la organización no se anda con chiquitas en el cumplimiento estricto de los horarios) antes de cerrar el ‘show’ con ‘Cayetano’ y ‘Las canciones de Juanita’.

Delaporte inauguró a ritmo de electrónica el espacio principal del Vive Latino y enseguida puso a bailar al respetable. «Venga ese calor, quiero veros sudar. Zaragoza, ¿cómo estamos. Empezamos a tope?». Dicho y hecho. ‘Clap, clap’, ‘Cariñito’, ‘Ni un beso’, ‘Un jardín’ o la versión de ‘Toro’, de El Columpio Asesino, fueron algunas de las canciones que desgranó el dúo. Todo un ejercicio aeróbico-musical sobre el escenario.

Los catalanes Elefantes, a eso de las 18.20 y con el anfiteatro muy animado ya, jugaban (como siempre en Zaragoza) en casa. Con el público de las primeras filas coreando sus canciones, en especial esa ‘Azul’ que el vocalista, Shuarma, recordó como «profundamente vinculada a vuestra ciudad», y que dejó a los asistentes muy arriba para el tramo final de su ‘set’. Allí andaban, por ejemplo, el futbolista César Láinez y el cineasta Gaizka Urresti.

La puertorriqueña Gale exhibió voz y entrega, acompañada solo por un guitarrista sobre el escenario Embou, sobre unas bases grabadas, y animando a ratos al baile. Con el sol de retirada, actuó en el escenario principal Xoel López, uno de los nombres que encajan con más naturalidad en este festival dedicado a las músicas en español. El vocalista, multiinstrumentista, compositor y divulgador gallego ha tendido puentes entre ambos lados del Atlántico, musicales y hasta autobiográficos, como pocos artistas nacionales.

El de López fue un espectáculo impecable, con unos acompañantes tan competentes como él, en el que se alternaron los medios tiempos y los himnos pop con canciones impregnadas de ecos latinos y hasta con un tema, fruto de una colaboración con Baiuca, que termina con aires de romería.

Camilo Séptimo es una sensación en México, y algo de su país se trasplantó a la audiencia de su concierto. Un grupo de seguidores con la camiseta del ‘Tri’, la selección mexicana del fútbol, llamó la atención de la banda. En lo musical, solvente; lo suyo es un pop elegante, a medio camino entre el emo y el toque gótico.

Tachenko, con la noche ya echada, se ganó a un público en el que había muchos amigos, pero sobre todo gentes abiertas al descubrimiento. Los zaragozanos, cada vez más caros de ver con la formación al completo, sirvieron una sesión emocionante, echando mano de un repertorio construido durante dos decenios y lleno de gemas. Rescataron temas de toda su discografía. Pop infalible, hasta cuando yerran dos veces en el arranque de una canción.

Fotografías, maquillaje y juegos

En el Vive Latino de 2023, al que acudieron el presidente aragonés Jorge Azcón y la alcaldesa Natalia Chueca, ya no están algunos de los reclamos de la primera edición ajenos a la música, como las exhibiciones de lucha mexicana o aquella exposición de ‘cráneos’ decorados, pero se mantienen los restaurantes y ‘foodtrucks’ con comidas callejeras de Latinoamérica y otras internacionales y locales. Hay novedades, como espacios donde tomarse fotos o maquillarse, o probar distintos juegos, que han dispuesto por el recinto las marcas patrocinadoras. Fueron recibidos con éxito y largas filas.

Había también que esperar, y mucho (ay), en los baños, debilidad organizativa pendiente de resolver, pero, en general, todo en el Vive Latino de Zaragoza se desenvolvía con fluidez, barras incluidas. Acompañó hasta el tiempo, veraniego como corresponde a una experiencia macrofestivalera.

Julieta Venegas, todo corazón

Con el anfiteatro abarrotado, la de Tijuana hubo de lidiar en los primeros minutos con el virus de la charleta, incluso de espaldas al escenario, siempre inexplicable entre los asistentes a un concierto- Sin embargo, la Venegas sabe cuándo agitar la varita, acordeón Gabanelli en su caso, y tras las primeras notas de ‘Lento’ consiguió al fin captar el entusiasmo, algo que consolidó con ‘Limón y sal’ y un ralentizado ‘Andar conmigo’.

Juanes tenía al público rendido de antemano: mucho colombiano en primera fila, y mucha emoción desde el segundo tema, ‘Mala gente’, un clásico del antioqueño. ‘Nada valgo sin tu amor’, recitada a pleno pulmón por miles de gargantas, emocionó hasta las lágrimas. El exguitarrista de Ekhymosis se encargó además de exhibir su maestría a las seis cuerdas.

Arde Bogotá comenzó en el anfiteatro con su éxito ‘Los perros’, que ya arrasó en el Monegros Desert sin su presencia: la versión techno de Andrés Campo se encargó de enloquecer a 50.000 personas allá. Ayer dejaron hechizada y entusiasmada a su audiencia al primer acorde.

Lila Downs protagonizó uno de esos momentos que acaban siendo imborrables en la historia de un festival. En mitad de su actuación, la luz del escenario se fue; no así el sonido, hecho que motivó a la mexicana a seguir cantando ante su afición, encantada con lo que estaba viendo o, más bien, intuyendo. La luz volvió pronto.

Con Calamaro, el principal gancho de la primera jornada del Vive Latino 2023, ya casi a las 23.00, arrancaba el tramo final. Luciendo bandana en la cabeza y camiseta de Black Sabbath, alternándose a los teclados y la guitarra, alternó también entre su largo y disperso cancionero y los rescates de Los Rodríguez. Con buen estado de forma, en lo vocal, y una banda muy competente. Llegó a invitar a salir al escenario al zaragozano Kase.O; mezclaron sus canciones ‘Flaca’ y ‘Mitad y mitad’. Y en la despedida, sacó un capote de torero, gesto que motivó más abucheos que aplausos.

Natalia Lacunza brilló en el escenario Embou con una banda tortalmente femenina, y la velada aún tenía otro reclamo multitudinario: el de Viva Suecia una hora después de la medianoche. La jornada debía cerrarse con el espectáculo del actor Asier Etxeandia al frente de Mastodonte, pasadas las dos de la madrugada. Hoy, más. 

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