sitios de leyenda y misterio

La ermita de Santa Elena de Biescas, la fuente y la piedra que se convirtió en silla

Pocas comarcas aragonesas tienen tantas leyendas como la del Alto Gállego. Conviven, además, con realidades difíciles de ver en otros sitios, desde los paisajes a los monumentos megalíticos

Fuente de la Gloriosa, junto a la ermita de Santa Elena, en Biescas, en un marco natural irrepetible
Fuente de la Gloriosa, junto a la ermita de Santa Elena, en Biescas, en un marco natural irrepetible
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No hacen falta nunca dar muchos motivos para acercarse a Biescas, porque le sobran atractivos. Desde el punto de vista cultural, deportivo, natural, climático... Pero también los aficionados a las leyendas encontrarán varias muy interesantes. El Aragón misterioso tiene en Biescas, y en todo el Alto Gállego, una de sus capitales, y recorrer todos los escenarios configura una ruta apasionante.

Del Puente del Diablo, por ejemplo, ya nos llama la atención el nombre. Su leyenda nos habla de un joven enamorado de una bella moza del lugar, y que hizo un pacto con el diablo para tenerla. El demonio le concedió los favores de la mujer a cambio de que obedeciera a una petición que le haría tiempo después. Y cuando ambos llevaban ya bastante tiempo viviendo juntos y felices, el diablo se le apareció al hombre y le solicitó que se montaran en una escoba y volaran sobre el barranco de La Sieso. Y cuando llegaron le pidió que lanzara a su amada al vacío. El hombre lo intentó, pero la mujer invocó a Santa Elena y conjuró el peligro.

Y eso nos lleva a uno de los lugares más mágicos de todo Aragón: la ermita de Santa Elena de Biescas y su entorno. ¿Qué leyenda tiene la ermita? Según la tradición, la emperatriz Elena, madre del emperador romano Constantino, llegó al valle de Tena huyendo de los musulmanes. Constantino fue quien promulgó el primer edicto que autorizaba a los cristianos seguir su religión, y ello se atribuyó a la influencia que ejercía su madre sobre él. En un momento dado, la emperatriz, agotada, se sentó a descansar un rato sobre una piedra, de la que de inmediato empezó a manar agua. La piedra tomó forma de silla y sus pisadas quedaron marcadas en el suelo, pero cada uno de sus pies apuntaba en una dirección, para despistar a sus perseguidores. Y, por si todo esto fuera poco prodigioso, en la cueva donde se refugió, las arañas tejieron rápidamente una red que la ocultó de sus perseguidores.

Ahí no acaba todo. Se dice también que la ermita pertenece a Biescas porque cuando estaba en disputa con otra localidad el sacerdote entró en la ermita y juró delante de todo el mundo que estaba «pisando tierra de Biescas». Obviamente, se le creyó, así que se acordó que sería Biescas la titular de la ermita. Pero resultó, según la tradición, que el cura era un poco tramposo y que antes de pronunciar su juramento había tomado dos puñados de tierra de Biescas y los había metido en sus zapatos.

Y de la fuente cuadrada junto a la ermita se dice que su caudal depende del ánimo en que se encuentre ese día la santa. En fin, que Biescas merece no una, sino varias visitas.

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