Roberto Fabelo: "La esencia del arte es el espíritu crítico"

El artista cubano expone sus ‘Divertimentos’ hasta septiembre en el Museo Goya de Fundación Ibercaja

Roberto Fabelo, junto a una de las esculturas de su exposición en el Museo Goya.
Roberto Fabelo, junto a una de las esculturas de su exposición en el Museo Goya.
Guillermo Mestre

A Roberto Fabelo (Camagüey, Cuba, 1950) los críticos lo relacionan con artistas como El Bosco u Honoré Daumier. Por su sátira, por sus obras pobladas de seres imaginarios y animales insospechados. Su mundo es fácilmente reconocible pero, ¿dónde nace? "Mi trabajo fluye de manera natural -apunta-. Obviamente, todos los artistas trabajamos con el pasado. Con eso, y con lo que la vida nos va mostrando. A mí me ha impresionado mucho el cine de Buñuel, por ejemplo. Pero es la vida la que te va llenando de ideas, experiencias y conocimientos, y he acumulado un banco de imágenes en mi cerebro. Esos personajes que tanto llaman la atención salen de algún rincón de mi memoria".

Sus padres eran campesinos. ¿Cómo se hizo artista?
Literalmente, jugando. Yo emergí en el campo cubano, jugando con mis manos con elementos de mi entorno, con las ramas de los árboles, con la cera de los panales. La tomaba con mis dedos y la modelaba intentando reproducir alacranes y lagartijas con la mayor fidelidad posible. Luego los dejaba por casa para que mi abuela los viera y se asustara.

Hoy ya no juega.
De alguna manera, sí. No deja de ser cierto que en el ejercicio y en la ejecución del arte yo disfruto mucho.

¿Por eso ha titulado ‘Divertimentos’ su exposición en Zaragoza? Pero las obras que presenta son mucho más ambiciosas que un simple divertimento.
Soy muy afortunado en la vida por poder proyectar mi trabajo. Me parece algo milagroso comunicarme conmigo mismo y con los demás gracias a él. Pero, en arte, el divertimento no está reñido con abordar asuntos de gravedad o más solemnes. Y eso que mi mundo no es la solemnidad. 

Presenta dibujos, pinturas y esculturas. Siempre ha reivindicado el dibujo, una disciplina que no todos los artistas aprecian. Y lo reivindica tanto si el soporte es un simple papel de estraza o si es una seda bordada. 
El dibujo es una especie de enfermedad, una gimnasia, la clave de todo. Los italianos usan la palabra ‘disegno’ para referirse al dibujo, y así es como hay que entenderlo, como el diseño, la estructura interior de algo. Yo he dibujado todos los días de mi vida y en cualquier tipo de superficies, en un sobre, en un papel de oficina... El dibujo sostiene mi obra. Trabajo todos los días, si es que se le puede llamar trabajo a lo que yo hago, y el material nunca ha sido muy importante para mí. Un día me encontré una seda bordada y dibujé encima. Los creadores encuentran materiales allá donde estén y yo nunca me he detenido cuando me ha faltado algo. La precariedad material no puede acabar con un artista. He utilizado desde calderos viejos, en cuyos fondos llenos de hollín y suciedad he dibujado, hasta cucarachas.

¿Cucarachas?
Para una exposición en La Habana en el año 2005 preparé, entre otras piezas, una instalación escultórica de cinco esferas de metro y medio de diámetro, cada una de ellas cubierta de distintos materiales. Con esa instalación quería hablar de los problemas globales de toda la humanidad, como el hambre; por eso llené una esfera de cuchillos y tenedores; o la depredación, y por eso llené otra de huesos de animales y puse debajo de ella un cráneo humano, para simbolizar al hombre como depredador y víctima. Otra la llené de cucarachas, 17.000. Tuvimos que disecarlas una a una. Es una instalación impactante, que se expuso en La Habana; luego, parcialmente, en Madrid; y posteriormente viajó al Lincoln Center. Ahora está en Estados Unidos.

Como artista que vive y trabaja en Cuba, mantiene el espíritu crítico. 
El arte siempre protesta porque su esencia es el sentido crítico hacia todo lo que le rodea. Hay quien se complace y se solaza estrictamente en sus obras pero, por lo general, el arte siempre lleva mensaje. En un mundo que cada día parece más banal, como en el que vivimos, es natural que los artistas hagan un ejercicio crítico. No hay que tener prejuicios, pero sí juicio crítico.

El artista cubano, ante otra de las obras que expone en Zaragoza.
El artista cubano, ante otra de las obras que expone en Zaragoza.
Guillermo Mestre

Le obsesiona el paso del tiempo.
Porque se me va acabando y trato de estirarlo todo lo posible. El tiempo es lo único que no vuelve, y uno se va obsesionando con nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos materiales.

Expone en el Museo Goya. Al presentar la muestra confesó que de niño había tenido un sueño en el que paseaba con el artista de Fuendetodos. 
Descubrí a Goya en Cuba. Cuando empecé a estudiar, una periodista norteamericana vino al centro donde yo estaba, vio unos dibujos míos, se sorprendió, y me trajo luego un libro de regalo. Era ‘Goya en la tradición democrática’, un ensayo de Klingender. En sus páginas había obras de Goya. Además, un grabador cubano que había encontrado una edición de ‘Los desastres de la guerra’ en una librería de viejo, los había donado al Museo Nacional de La Habana para que todo el mundo pudiera disfrutarlos. Y yo empecé a obsesionarme con su obra. Una noche soñé que paseaba de la mano con él por la calle Obispo de La Habana. La gente nos miraba y nosotros mirábamos a la gente. Fue un sueño muy vívido. 

¿Que es lo que más le interesa del artista de Fuendetodos?
Las estampas. De hecho, al acabar mis estudios me especialicé en obra gráfica. Siempre he admirado los grabados de Goya y cómo, en un espacio tan reducido como el de una plancha, él logró abordar la realidad que le rodeaba de forma tan incisiva. Sin describir de forma literal, Goya supo atrapar en sus grabados todos los dramas de su época. Fue un pionero, mucho de lo hispánico está en él. Y me gustan, obviamente, las Pinturas Negras. Esa crudeza, ese fermento de construcción de vida, ese reclamo a la conciencia, ha tenido mucho impacto en mí y en mi obra.

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