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Ana Alcolea inventa a una cantante de ópera, Georgina Escuer, a la imagen de la Malibrán

La escritora zaragozana, Premio de las Letras Aragonesas, publica una novela que cruza el siglo XX: 'Todas las que fui' (PUZ)

Ana Alcolea inventa una cantante que actúa en grandes escenarios como el Teatro Principal.
Ana Alcolea inventa una cantante que actúa en grandes escenarios como el Teatro Principal.
Guillermo Mestre.

En el inicio de la más reciente novela de Ana Alcolea, titulada ‘Todas las que fui’, cuenta su protagonista, una anciana cantante de ópera llamada Georgina Escuer, que en sus mejores tiempos solían compararla con otra diva, la Malibrán, fallecida en plena juventud y de cuya voz no se guardan registros.

Ese inicio, según confesó la propia autora en la presentación del Paraninfo, fue la frase de la cual surgió el resto de la obra, una autobiografía que combina la digresión amarga sobre el paso del tiempo, la vejez igualadora, la enfermedad y la soledad casi metafísica del ser humano, con la narración trepidante de una vida excepcional, desde la conciencia de la proximidad de la muerte que asedia a Georgina.

De forma lúcida, irónica, a ratos implacable con los demás y consigo misma, sabremos de su humilde infancia zaragozana, del descubrimiento precoz de un don que la lleva a vivir lejos de su familia en la adolescencia, de la pasión por la música, compartida con su querida ‘donna’ Elvira, del triunfo fulgurante en los escenarios, del amor que duele y la pérdida. También de la soledad crónica que parece haberse convertido en el único destino posible para Georgina, una mujer libre que se entrega a su vocación completamente, renunciando a una vida convencional y rebelándose contra los preceptos de su época.

Ana Alcolea nos recuerda también la existencia de la justicia poética que hace que el talento sea un don caprichoso que no puede comprarse ni con todo el dinero del mundo

En la novela recorremos buena parte del siglo XX, tan convulso, acompañándola en su metamorfosis interna y física, tan similar a la que sufrieron otras estrellas de la ópera, como la propia Callas. No suenan móviles por ninguna parte, viajamos en trenes lentísimos, los personajes se escriben cartas que tardan semanas en llegar al buzón del destinatario para comunicar las buenas y las peores noticias. Nos acercamos a un tapiz social, en cierta forma galdosiano, en el que personajes humildes y aristocráticos desaparecen y reaparecen como los integrantes del coro que necesita Georgina para narrar con propiedad su historia.

Por las páginas de la novela transitan jóvenes fascistas italianos enamorados de la guerra, un profesor de canto defensor del anarquismo y una monja librepensadora que protege a la joven Georgina. También el padre republicano y el apuesto soldado nazi del que acaba enamorándose, pero, sobre todo destaca su maestra en Milán, que parece inspirada en Elvira de Hidalgo, la aragonesa y muy cosmopolita mentora de la Callas, en su amor a la enseñanza del canto y su independencia insobornable.

Donna Elvira constituye un modelo femenino anómalo para la época, que guía a Georgina en su aprendizaje musical y vital, en su entrega a una pasión exigente que la acerca a la condición divina, con todo lo bueno y lo malo que ello supone. Donna Elvira es un claro ejemplo de sororidad ‘avant la lettre’, una cantante consagrada que ayuda a otra, muy joven y carente de recursos, solo porque desea hacerlo, por amor al arte y por el afecto que la une a la muchacha de provincias dotada de una voz prodigiosa. Este mapa humano tan diverso en el que Georgina alternará con la clase obrera más humilde y la nobleza que habita ‘palazzos’ renacentistas le permite a la autora llevar a cabo una necesaria reflexión acerca de la importancia del arte y la educación, de la igualdad de oportunidades que merece cada ser humano en aras del desarrollo de su potencial.

Georgina relata que, como alumna becada de su colegio en Barcelona, debía entrar por una puerta diferente a la que usaban las estudiantes de buena familia. Ese umbral distinto no le permite olvidar su origen humilde, la sumisión que debe a chicas de su misma edad solo porque pertenecen a una clase privilegiada. Pero Ana Alcolea nos recuerda también la existencia de la justicia poética que hace que el talento sea un don caprichoso que no puede comprarse ni con todo el dinero del mundo, que no se deja impresionar por un rimbombante apellido compuesto y surge allí donde prefiere hacerlo, por ejemplo en la casa más modesta de un barrio obrero de Zaragoza.

LA FICHA

'Todas las que fui'. Ana Alcolea. Prensas de la Universidad de Zaragoza. Colección: Literatura. Zaragoza, 2023. 334 páginas.

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