VIAJE POR ARAGÓN. OCIO Y CULTURA

El fotógrafo Alfonso Ferrer recorre ese país inexplorado e infinito llamado Monegros

Salvador Trallero editor publica su libro ‘Tierra de color’ en el que ha invertido más de cinco años y descubre un paisaje hechizado

Una visión en dron del río Flumen.
Una visión en dron del río Flumen.
Alfonso Ferrer.

Alfonso Ferrer (Zaragoza, 1975), fotógrafo y veterinario, está como un niño radiante con zapatos nuevos. Salvador Trallero editor le acaba de publicar ‘Monegros. Tierra de color’, un volumen apaisado de 153 páginas y más de un centenar de fotos. En el prólogo dice, que tras haber empleado seis años, su intención como fotógrafo “es saber contar una historia a través de imágenes, que el público sea capaz de captar el espíritu de un territorio, que sepa lo vivo que está, buscar lo bello en las pequeñas cosas que la naturaleza y el entorno nos ofrecen cada día” y se trata de sugerir o aleccionar con suavidad que “lo sepan mirar de otro modo, de una manera más amble y con más respeto”.

Alfonso Ferrer, que tiene algo de andariego del campo, explica que durante años trabajó en Almudévar y se movió mucho por las inmediaciones de Sariñena y su laguna: los Monegros, por tanto, se le ofrecían como un gran desafío, como un espacio rural que te atrapa por su paisaje, por su flora y por su paisanaje.

El libro, de entrada, podría decirse que es un mosaico infinito de la piedra, el páramo, la luz y el color. La luz es mucho más exuberante o rica de tonos de lo que pudiera parecer.

“Antes que este libro había realizado el volumen de ‘Valle de Chistau. Un pedazo del Pirineo’, que logró el Premio Félix de Azara. Alguna experiencia ya tenía. A mí me gusta mucho mirar el paisaje y percibir que estás solo en él en medio de toda la majestuosidad. En un territorio como este siempre hay sorpresas, cosas insólitas. Y eso me gusta. ¿Cosas insólitas como qué? La aparición de unas avutardas en Farlete, Monegrillo o Perdiguera, las gangas, los alcaravanes”.

La Torraza desde Monte Oscuro, ese lugar ya legendario donde estuvo Georges Orwell.
La Torraza desde Monte Oscuro, ese lugar ya legendario donde estuvo Georges Orwell.
Alfonso Ferrer.

Alfonso Ferrer se siente caminante, transeúnte y paciente observador “de campos y huebras, de pueblos, parideras y carrascas, de pájaros y otros bichos que por aquí campan”, señala. El libro, de entrada, podría decirse que un mosaico infinito de la piedra, el páramo, la luz y el color. La luz es mucho más exuberante o rica de tonos de lo que pudiera parecer. 

Los Monegros tienen barrancos y pedregales, llanos infinitos, cielos increíbles y esos tozales que parecen salidos de las películas de John Ford; dice Alfonso Ferrer que evocan “una tierra recién parida y donde la naturaleza se adueña de tus sentidos nada más pisarla. Solamente hay que saber dejarse llevar”, insiste Alfonso Ferrer en su texto. 

Por ello, el artista y documentalista -que reconoce el gran magisterio del gran fotógrafo Ricardo Vila -ha querido captarlo todo: el impresionante Monte Oscuro, del que escribió Orwell; la Laguna de la Playa; El Puyalón, surcado de pájaros; parideras, la sierra de San Caprasio, envuelta de repente en un cielo rosado, las inmensas oliveras o el cauce del río Flumen, visto por un dron. “Me gustan mucho los cielos, pero esos que te hablan por sí solos”.

Explica: “Creo que los textos no son lo mío, que son lo más flojo, pero tengo muy clara una cosa: los Monegros son de la gente que vive en ellos, de los que apuestan por sus tierras. Y en ese sentido este es un libro mío pero creo que rindo homenaje a muchos otros que han pasado antes por aquí o que siguen estando, que sigue defiendo el territorio, sus personajes, sus parajes y sus mitos”. Cita, entre otros, a naturalistas como Eduardo Martínez de Pisón, César Pedrocchi o Joaquín Ruiz (que hace un increíble trabajo por Los Monegros); recuerda a los fotógrafos Fernando Biarge y Fernando González Seral, entre otros; habla de Darío Villagrasa, autor de ‘Monegros, tierra de cine’; piensa en el pintor Francisco Marín Bagüés. Habla de literatos como Sender, Javier Arruga, Ignacio Martínez de Pisón y Miguel Mena. “Y pienso, claro está, en mucha gente -los pastores Ángel y Toñín, etc.- que he cruzado con ellas en los campos, en los castillos, en el llano y que están aquí”.

El zorro Ramiro, ese 'buscavidas' o superviviente de película que atraviesa Los Monegros.
El zorro Ramiro, ese 'buscavidas' o superviviente de película que atraviesa Los Monegros.
Alfonso Ferrer.

‘Monegros. Tierra de color’ es, también, un libro de animales. “Hay muchos: ciervos, calandrias, vacas y ovejas, abubillas (que también se llaman puput, cucute o cocute...) y trigueros, ‘de canto metálico’, ovejas y garcillas. Una foto de ovejas y garcillas es el motivo de la portada. Sin embargo a mí me parece que el animal que le da coherencia a todo, el auténtico protagonista de la película de Los Monegros, es el zorro, la rabosa, el raboso. Fue el editor Chusé Raúl Usón quien me sugirió que le pusiese un nombre: Ramiro. Aunque no todos lo que aparecen en el libro, y aparecen bastantes, son el mismo zorro, me pareció una bonita idea. El zorro o raboso es un buscavidas, un superviviente, y aquí lo llamo Ramiro”. Ramiro, siempre al acecho, cruza la calzada solitaria, se interna en el cereal, merodea por el monte, reposa en la balsa desecada o atraviesa cuando cae la noche la plaza de un pueblo de colonización.

‘Monegros. Tierra de color’ es un documento de un fotógrafo que plantó la cámara y esperó, que usó un dron para captar el horizonte infinito. Al fin y al cabo, para el lector y el soñador, como para el caminante, “comienza el descubrimiento y lo que antes eran secarrales y campos yermos ahora reaparecen como un país inexplorado, lleno de historias, por vivir y contar”

Una lechuza común en una paridera de Sodeto. Lleva una boca una rata.
Una lechuza común en una paridera de Sodeto. Lleva una boca una rata.
Alfonso Ferrer.
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