Félix Teira: “Los narradores y poetas aportan imaginación, belleza y sentido crítico”

El escritor belchitano recibió este miércoles el Premio de las Letras Aragonesas correspondiente a 2022

Félix Teira, este miércoles, en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Félix Teira, este miércoles, en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Oliver Duch

El Museo Pablo Serrano de Zaragoza albergó este miércoles 3 de mayo la entrega del Premio de las Letras Aragonesas correspondiente a 2022. El belchitano Félix Teira, que recientemente ha recibido los premios Imán y Artes & Letras (el segundo, concedido por HERALDO) recogió emocionado el galardón de manos de su viejo amigo de la universidad, un ejeano de largas melenas (en 1974) llamado Javier Lambán, actual presidente del Gobierno de Aragón.

El director del Museo, Julio Ramón, dio la bienvenida al numeroso público presente antes de dar paso el consejero de Educación, Cultura y Deporte de la DGA, Felipe Faci, quien hizo un somero repaso de la trayectoria creativa del premiado. Antes de que el director general de Cultura, Víctor Lucea, diera lectura al fallo del jurado, el actor José Luis Esteban dio la sorpresa a los congregados al leer desde el público unos pasajes de ‘Fuego frío’, la última novela publicada del galardonado hasta el momento.

Elocuencia y chispa

Teira tiene fama de orador brillante, e hizo gala de tal condición en un discurso que supo hacer entretenido sin mediar (al menos, externamente) un asomo de contención. “Agradezco a la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro la decisión de presentar mi candidatura, y a cada uno de los miembros del jurado –la elección fue unánime– por dignificar mi literatura con este premio. Ah, y como no solo de literatura viven los hombres, agradezco al patrocinador Enate su solidaridad. Recuerdo una cuaderna vía de Gonzalo de Berceo, cuyos últimos versos eran ‘ca no so tan letrado por fer otro latino, bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino”.

El escritor belchitano se solazó en los recuerdos de sus años universitarios y la amistad con Lambán. “Lo conocí en otoño de 1974, año de flebitis; compartimos piso dos cursos. Ambos estudiábamos Historia en Zaragoza, yo a mis 20 años y él con alguno menos, sigue siendo más joven, el puñetero. Gran lector, deportista empedernido y soñador, llevaba el pelo hasta los hombros y jugaba en el Zaragoza juvenil”.

Teira y Javier Lambán, este miércoles, en el Museo Pablo Serrano.
Teira y Javier Lambán, este miércoles, en el Museo Pablo Serrano.
Oliver Duch

Teira recordó que sus inicios en la literatura fueron tardíos, incluso tardanos. “En mi casa había aperos de labranza, pero no libros. Pasé del ‘Jabato’ y el ‘Capitán Trueno’ a ‘La Regenta’ en el Instituto Goya. Recuerdo a un profesor que recomendaba leer la obra de Clarín con un buen tabaco y coñac en una tarde lluviosa, y se lamentaba porque no le íbamos a hacer caso, pero yo me enganché a las tres cosas. Luego llegó el ‘Lazarillo de Tormes’, gracias a la profesora de Literatura de segundo de carrera, que nos indicó su lectora para comprender el año 1554. Ahí decidí que sería escritor y testigo de mi tiempo, como Lázaro". 

Teira afirmó a continuación que "como leer y escribir son dos caras de la misma moneda, leí y escribí. ‘La Estafeta Literaria’ me publicó un cuento en 1976, luego gané un premio de literatura juvenil y probé ese plato amargo de escribir una novela y recibir mil rechazos corteses, esos que lees como tu esquela. Mario Muchnik me publicó finalmente ‘Brisa de asfalto’ en 1991, y desde ahí todo fue más fácil”.

Teira siguió desgranando su trayectoria literaria de las últimas tres décadas, parcialmente compatibilizada con algún año más (40 en total) dedicado a la docencia. En el final de su discurso regaló reflexiones inquietantes, una dosis de amor al terruño y un deseo. “He tenido y tengo muchas dudas. ¿Se tiene en pie esta novela? ¿Servirá para algo? ¿Emocionará a los lectores? Todo esto mientras paseo por los olivares de Belchite;Dickens recorría los barrios de Londres”.

Teira se centró en una de esas cuestiones. “¿Y si el arte fuera estéril? Mi admirado Goya, siempre tan moderno, pintó el mayor alegato antibélico posible, ‘Los desastres de la guerra’, y uno pensaría que tras ver algo así, esas escenas no deberían repetirse... pero así ocurre incluso a día de hoy, en Ucrania. Los nazis oían a Debussy en los auditorios, mientras en la calle se oían los giros de los que partían hacia Dachau. Me quedo con una realidad: los narradores y poetas aportan imaginación, belleza y sentido crítico”.

El deseo antes mentado sirvió de colofón al discurso. “Las letras aragonesas viven un momento de esplendor, jugaríamos en la Champions si fuese cosa de fútbol. Enorgullece ver lo que vimos el 23 de abril con el Día del Libro. Aquí se lee, y espero seguir entre los escritores que aportan a hacer un Aragón más lector, más culto y más crítico”.

La emoción genuina de Javier Lambán

El presidente del Gobierno de Aragón fue en esta ocasión más Javier que presidente para el homenajeado, y viceversa: el premiado era Félix, el amigo. “Desde hace casi 50 años y sin sexo de por medio, estoy enamorado de Félix Teira –soltó Lambán para comenzar– y es que compartimos piso y vivencias en unos momentos cruciales para la historia de nuestro país. Lo quiero y lo admiro, no sé a que otros verbos recurrir”.

Después de esta encendida entrada, Lambán dedicó un buen rato a reivindicar la figura de Ramón J. Sender, a quien dijo valorar por encima del mismísimo Galdós, y reclamó para el de Chalamera un sitial en el altar de las devociones laicas aragonesas, a la vera de Buñuel y Goya.

El presidente aragonés recordó que “la edad de oro de las letras aragonesas a la que alude Félix no surge de la nada, pero todo lo que está ocurriendo ahora nos reconcilia con lo mejor de nosotros mismos; los premios nacionales, los puestos altos en las listas de ventas… la verdad es que entusiasma. Hay que cuidar este talento: una sociedad que no cuide con esmero a su creadores se aboca a la decadencia y agostamiento de los derechos”.

Lambán regresó a aquel piso compartido en la recta final de su alocución. “Allí leíamos a Neruda y, gracias a Félix, a Cioran y Benet. También a Delibes, García Márquez o Vargas Llosa. Jugábamos al guiñote en la Casa Catalana. Félix, uno de los tipos más inteligentes que he conocido, se aprendía en una noche un parcial de Historia Antigua de la de Fatás, que no era cualquier cosa. Irradiaba el carisma de la gente inteligente y pertrechada de bonhomía. Si tuviera que destacar a 5 ó 6 personas de todas las que he conocido, Félix es una de ellas, sin duda”.

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