Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Reeditan 'Concierto al atardecer', la novela de la Guerra Civil de Ildefonso-Manuel Gil en Teruel

A los 30 años de su publicación y 20 de la muerte del escritor, las PUZ recuperar la narración con un detallado estudio de Manuel Hernández Martínez 

Ildefonso-Manuel Gil, en su casa de la calle Costa en 2001. Dos años antes de su muerte.
Ildefonso-Manuel Gil, en su casa de la calle Costa en 2001. Dos años antes de su muerte.
Oliver Duch.

ZARAGOZA. Ildefonso-Manuel Gil (Paniza, Zaragoza, 1912-Zaragoza, 2003) jamás se pudo olvidar de la Guerra Civil y en concreto de algo que le alimentó el sueño de pesadillas: aquellos meses que pasó encerrado en el Seminario de Teruel desde julio de 1936 a abril de 1937 sin saber en qué momento lo sacarían para ser ejecutado, como a tantos otros que eran sorprendidos durante la noche. A aquella experiencia le dedicó recuerdos en prosa y verso, y especialmente, de entrada, uno de sus grandes poemarios: ‘Homenaje a Goya’, que le publicó Pórtico en 1946. De aquel libro, escrito en clave simbólica, recordaba que algunos poemas los redactó en la cárcel y contó que habían vivido una aventura inverosímil. Y también les rindió homenaje a los compañeros de prisión en el poema ‘A vosotros’ del libro ‘De persona a persona’ (1975).

Pero la gran evocación de aquella vivencia en el infierno, fue la novela ‘Concierto al atardecer’, que publicó Ramón Acín en el sello Crónicas del Alba del Gobierno de Aragón en 1992. Ildefonso-Manuel Gil escribió en una ocasión: «Durante muchos años tuve una pesadilla casi cada noche. Me llevaban al paredón y a veces iba muerto de miedo, otras con dignidad. La pesadilla recordaba la realidad de lo que fueron mis sentimientos mientras estuve en la cárcel».

Ahora, cuando se cumplen 20 años de la muerte del autor de ‘Por no decir adiós’ o ‘Pueblonuevo’, que fue director de la Institución ‘Fernando el Católico’, uno de sus grandes estudiosos, Manuel Hernández Martínez, publica en la colección Larumbe una edición anotada de ‘Concierto al atardecer’ (PUZ). La introducción es meticulosa, ronda las 130 páginas y el profesor desmenuza la novela, la ubica en el contexto de la biografía del autor (que perteneció a la llamada Generación del 36), recuerda la intensa y candente experiencia de la poesía en la cárcel, analiza en libro en relación con otros autores que narraron la contienda –Max Aub, Agustín de Foxá, Arturo Barea, Manuel Andújar y Francisco Ayala, dos de los grandes amigos de Ildefonso, y el propio Ramón J. Sender– y, aborda desde dentro y desde su protagonista Alonso Gal, la propia materia novelesca.

Una deuda con «vosotros»

Manuel Hernández Martínez realiza un trabajo generoso y expansivo. Arranca con emoción al reproducir el texto ‘A vosotros’, donde el autor de Paniza y Daroca escribió: «... y os vuelvo a ver y quiero / ser absolutamente fiel a mi mirada, / os veo ir al encuentro de la muerte sabiendo / que no hay sedas que cubran la desnudez del crimen». Analiza a continuación, con muchas referencias y análisis, el lugar de Ildefonso entre los autores de su época, fue recuperado en la posguerra gracias a su «apasionada vitalidad» y a la asunción de la ética y estética de su generación.

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Cano/Heraldo/Puz.

Teruel le marcó de muchas maneras: estuvo allí primero como destino laboral y residió entre 1935 y 1937; tenía la idea de casarse con su novia María Julián, pero «ella me dejó plantado estando yo en la prisión franquista», diría el poeta y novelista.

En la cárcel conoció este ambiente: «Éramos muchos, desde un abogado, diputado a Cortes, hasta un campesino analfabeto; desde un médico y un cura hasta peones de albañil anarquistas; desde un anciano jubilado hasta dos niños de quince años. Desde el alcalde y el presidente de la Diputación hasta un limpiabotas».

La novela (con portada de Cano hoy) se escribió en 1963 en Estados Unidos, aunque Gil la dejaba en el cajón y la retomó en distintas épocas. Se desdobla en un personaje o ‘alter ego’, Alonso. «En él se fija mayormente la intención –y el logro– de proyectar un testimonio real y biográfico, escribiendo una especie de diario, documentado y reflexivo».

Con la novela, Ildefonso hizo un doloroso exorcismo y tuvo la sensación de que pagaba una deuda. En el capítulo final de una narración que sentía muy importante en su trayectoria, escribe Ildefonso: «Fiel a mi voluntad de verdad, he de confesar que también va con estos papeles la única posibilidad de que mi nombre y mi comunicación con otras personajes, ¿muchas?, ¿pocas?, ¿algunas?, duren más que mi vida».

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