LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Tres poetas confirman, verso a verso, que Teruel es un gran territorio de poesía

El Instituto de Estudios Turolenses y Los Libros del Gato Negro publican antologías de Ildefonso-Manuel Gil, José A. Labordeta y Enrique Villagrasa

Ildefonso-Manuel Gil jamás se ha podido olvidar de los meses pasados como prisionero en el seminario de Teruel.
Ildefonso-Manuel Gil jamás se ha podido olvidar de los meses pasados como prisionero en el seminario de Teruel.
Oliver Duch.

Para Antonio Machado la poesía era “la palabra esencial en el tiempo” y para Ángel Guinda, “la poesía es palabra de música”. Tiene fama de ser un género minoritario y a menudo con más escritores que lectores. O eso puede parece en ocasiones. Sin embargo, en las tres últimas semanas la lírica se ha aupado entre los libros más vendidos de Aragón con una nueva colección de antologías poéticas que publican al alimón el Instituto de Estudios Turolenses y el sello zaragozano Los Libros del Gato Negro, que dirige, diseña y maqueta Marina Heredia. De entrada, la apuesta por el mudéjar en las portadas es clara. Los tres primeros títulos --‘Teruel, campanas que doblan a lo lejos’, de Ildefonso-Manuel Gil, ‘Teruel en la mirada y en el alma’ de José Antonio Labordeta, y ‘Arpegios y mudanzas’ de Enrique Villagrasa– llevan en su portada ecos de la arquitectura y la decoración mudéjares.

El primer tomo está dedicado al poeta Ildefonso-Manuel Gil (Paniza, 1912-Zaragoza, 2003), que nació en Paniza, se crió en Daroca, se formó en Madrid y fue apresado en el Seminario de Teruel, donde pensó durante muchas noches que iba a ser uno de los ejecutados en aquellas sacas siniestras. De aquella sensación y de todos los compañeros que estuvieron con él, muchos fueron fusilados, jamás se pudo olvidar: recreó el miedo en varios de sus poemarios, de manera especial en ‘Homenaje a Goya’ (1946) y ‘Luz sonreída, amarga luz’ (1972), pero también en otros poemarios como ‘De persona a persona’ (1971), donde incluyó dos conmovedores poemas, ‘A vosotros’ (así empieza: “Mis amigos de cárcel, mis compañeros del estupor y del espanto, / muchos de cuyo nombre no me acuerdo o nunca lo he sabido”) y ‘A Antonio Mingote’, donde dice: “¡Qué inolvidable abril! Teruel al fondo / levantaba el milagro de sus torres / y era aquel día el mundo / un regalo a los Gil y a los Mingote”.

La edición y el prólogo de su antología de 52 poemas corre a cargo de Juan González Soto, y también ha intervenido en la selección Antonio Pérez Lasheras. González Soto dice que la selección de este “poeta esencial del siglo XX”, como lo define, “pretende llegar más allá del sufrimiento vivido por el poeta en la cárcel de los sótanos del seminario de Teruel. Fueron siete meses y diez días de miedo y pesadumbre. Percibir que la injusticia y el horror eran algo palpable que lo conmocionó. La cercanía de la muerte ya no es una obsesión. Pasa a ser una verdadera constante”. En el libro se incluye el poema ‘El crimen fue en Granada’, dedicado a Federico García Lorca (una de sus referencias, al que conoció y le dedicó una extensa monografía en Taurus), que fue compuesto mentalmente, memorizado en agosto y septiembre de 1936; lo redactó en marzo de 1937, lo perdió en Daroca y casi 40 años después lo encontró y lo incorporó a ‘Vida, unidad de tiempo… poesía’ (2001).

Teruel marcó a José Antonio Labordeta de una manera excepcional.
Teruel marcó a José Antonio Labordeta de una manera excepcional.
José Miguel Marco.

El escritor y crítico literario Félix Romeo Pescador solía decir que Teruel cambió a José Antonio Labordeta. Llegó, con su mujer Juana de Grandes, en 1964 y allí desde las aulas del instituto Ibáñez Martín que el joven poeta y profesor de Historia, que aún no había cumplido 30 años, iba a vivir una gran transformación: escribiría poesía, narrativa y canciones, se haría cantautor y aprendería un sinfín de lecciones del paisaje, del olvido y del abandono. Y no solo eso, se dedicaría al teatro con José Luis Sanchis Sinisterra y con sus alumnos, abrazaría sueños de prensa con Eloy Fernández Clemente, que cristalizarían en el semanario ‘Andalán’, y recibiría a su hermano Miguel, con el que visitó el Maestrazgo, el Javalambre y Albarracín.

Su antología se titula ‘Teruel en la mirada y en el alma’, un título tan obvio si se quiere como exacto. José Antonio Labordeta interiorizó las pequeñas cosas y la naturaleza exuberante de Teruel como nadie. Allí firmó libros como ‘Sonatas’ (1965), donde rinde homenaje a Albarracín y la ciudad de Teruel; ‘Cantar y callar’ (1967), una frase que es uno de sus autorretratos más constantes; y ‘Treinta y cinco veces uno’ (1969-1970), que se abre con un poema de homenaje a su hermano Miguel: ‘Nos haces una falta sin fondo’, y luego despliega los rincones de la ciudad, la soledad de sus pueblos (“Aquí no canta nadie”), la impronta del otoño y también la ironía. 

La elección de los poemas la ha hecho Antonio Pérez Lasheras, uno de sus máximos estudiosos, y su hija Ángela firma el preámbulo. Dice:  Agrega: “Los días en Teruel, como el propio José Antonio escribe, tienen el tono de las cosas hermosas”.

Enrique Villagrasa, periodista y escritor / Foto: Jose Miguel Marco
Enrique Villagrasa, periodista y escritor .
José Miguel Marco | José Miguel Marco.

El tercer tomo es ‘Arpegios y mudanzas’ de Enrique Villagrasa (Burbáguena, Teruel, 1958), un escritor obsesionado por el paisaje, la memoria, la poesía misma, el tiempo, que se autodefine como “soñador de una imposible poesía”. El autor ha hecho la antología y ha seleccionado poemas desde 1983 hasta 2021 e incorpora algunos inéditos. Villagrasa es, probablemente, el mayor cantor del mundo del río Jiloca. Le dedica varios poemas, multitud de versos y de algún modo su lírica está impregnada por su paso, tranquilo o vertiginoso, por los lugares que han marcado su infancia y que pautan aún ahora sus regresos. “Bajo su hechizo reposaré eternamente. / No lamentaré más la ofendida belleza, / ni el imposible amor del río Jiloca”. En otro lugar anota: “Burbáguena cincela / soledad y cierzo. / Pero el azul del Jiloca / ilumina tus ojos”.

El poeta y catedrático Jaime Siles, que perteneció al grupo de Los Novísimos, firma el prólogo: “Para Enrique Villagrasa la poesía ‘es más que la vida’ porque ‘es mar sonoro donde / todo es resurrección y sabiduría silenciosa’. Y eso es lo que él encuentra en Burbáguena, ‘donde la palabra es vida y sendero directo al pasado’”. Y recuerda, a la luz de las composiciones del poeta turolense, que la poesía es “fijación de un instante que creíamos perdido, salvación de un momento que no queremos ver desaparecer”.

Antonio Pérez Lasheras señala en el epílogo del volumen que “la poesía engrandece la vida y la hace discurrir por parajes inexplorados. La poesía hace real lo imposible y posibilita lo inverosímil”.

Ya se sabía que Teruel es un territorio fértil de poesía, solanar y rambla de metáforas, sierra y atardecer de imágenes perennes. Y esto, es decir la coedición entre el Instituto de Estudios Turolenses y Los Libros del Gato Negro, no ha hecho más que empezar.

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