Javirroyo, el ilustrador que triunfa con sus viñetas: "Los contadores de historias somos vampiros de la realidad"

El artista zaragozano suma 330.000 seguidores en su perfil de Instagram donde comparte contenido capaz de remover conciencias, y corazones.

Javier Royo firma sus ilustraciones como Javirroyo.
Javier Royo firma sus ilustraciones como Javirroyo.
Alba Villalba

Seguramente haya visto e incluso compartido alguna de las ilustraciones del artista zaragozano Javi Royo -más conocido como Javirroyo, su nombre artístico- a través de las redes sociales. En la actualidad, el ilustrador cuenta con 330.000 seguidores en la red donde comparte a diario sus particulares viñetas que buscan, sobre todo, remover conciencias. Pero, ¿cuál es la clave de su éxito? En sus propias palabras: la simplicidad aplicada al humor gráfico.

"Me dedico a ilustrar cosas complejas y llevarlas a aquel punto tan simple en el que si lo abstraigo un poco más, no se entenderá nada. Simplificar las cosas y las historias es como limpiar la paja del grano, sacarle brillo y presentarlas", explica Royo.

Por eso, el éxito de redes sociales como Instagram, en la que se favorece el peso de una única imagen sobre el texto, ha catapultado a quienes sabían hacerlo, aunque en un formato algo distinto al que siguieron viñetistas ilustres como Forges, Mingote o El Roto. "Hoy tienes 'feedback' directo de la gente. Es todo mucho más rápido y más vivo. Llegar a la gente es cuestión de trabajo y tiempo", admite. Algo que jamás imaginó que lograría, pero que, simplemente, ha surgido.

Intervención de Javirroyo en el Blanc Festival.
Intervención de Javirroyo en el Blanc Festival.
H. A.

En sus dibujos -muchos de ellos algo dramáticos- habla de la muerte, el sexo, el amor y las relaciones humanas. "Simplemente pienso y expreso lo que siento. Y la gente suele empatizar con ello. Eso sí. Soy alguien feliz, el humor es lo que tiene, que también parte del drama, del drama humano", admite el dibujante. Fenómenos como el suyo, o el del viñetista de 72 kilos, surgen de otro factor: la idoneidad del momento: "Simplemente estamos donde teníamos que estar".

Y es que, en un mundo en el que todo funciona demasiado rápido, asegura que es necesario aprender a contar más con menos. "Las redes sociales son como una autopista, y las señales son muy básicas para que las comprendamos con facilidad. Cuando trabajas desde la simplicidad todo se lee más fácil", explica el zaragozano que asegura que su verdadero oficio es contar historias, eso sí, a través de sus trazos. Por eso, se inspira en lo que le rodea. De historias y momentos reales: "Al final no somos tan distintos a los dibujantes de antes. Somos gente que cuenta historias. Y los contadores de historias somos vampiros de la realidad".

A sus 51 años, este ilustrador que vivió hasta los 18 años en el barrio zaragozano del Picarral pasó su infancia buceando entre las páginas de los tebeos de Mortadelo y Filemón y de Zipi y Zape que les llevaba su padre. "Era mecánico, y mis hermanos han salido los dos de ciencias, así que me quedaba también con los que les traían a ellos", bromea. Ya de chico decidió cuál sería su lugar en el mundo. "Yo dibujaba. Desde los 6 años imitaba las viñetas que veía y las repetía", recuerda. Fue su madre, profesora de música, quien aportó esa base artística a su vida.

Dibujando desde el banquillo

También un profesor del colegio San Braulio, Andrés Gracia Burillo -más conocido como Don Andrés-, le ayudó, y mucho, a seguir este camino. “Era el profesor de educación física y una persona muy movida. A mí se me daba fatal el deporte así que, durante las extraescolares del fin de semana, me dejaba dibujar a cambio de enviar ilustraciones a el periódico del barrio que dirigía. A cambio, yo era siempre suplente”, explica, entre risas.

Ya con 18 años, y tras pasar por la Escuela de Artes de Zaragoza, se marchó a Bilbao a formarse en Bellas Artes en la Euskal Herriko Unibertsitatea. Hoy reside en Barcelona donde trabaja como profesor de ilustración y diseño en universidades como Eina, Labasad, IED y BAU, labor que compatibiliza con la de fundador y Director Creativo de Chispum Studio. Desde allí, sus diseños e ilustraciones han viajado a rincones de todo el mundo, trabajando para marcas como Ikea, HBO, Amazon Prime, Oxfam, o Desigual, entre otras. “Un artista no deja de formarse nunca, así que son dos actividades perfectamente compatibles. A veces creo que aprendo más de mis alumnos que de lo que yo les enseño a ellos”, reconoce.

Javirroyo, en el Museo Banksy de Barcelona.
Javirroyo, en el Museo Banksy de Barcelona.
H. A.

Porque la creatividad se aprende, y se enseña, y este proceso puede durar toda una vida. “Creo que el ser humano necesita repensarse cada cierto tiempo, porque todos cambiamos a lo largo de la vida. Por eso es imprescindible aprender a aplicar la creatividad para adaptarnos al mundo. Para mí no es otra cosa que la capacidad de resolver problemas de maneras distintas. Elegir es ser creativo, y la creatividad forma parte de nuestra calidad de supervivencia”, reflexiona.

Otras formas de contar historias

También le ha dado para publicar libros con los que, de nuevo, trata de remover conciencias. Todo empezó con ‘La cebolla asesina’ (2000) y ‘La tortilla de patatas’ junto al cocinero David de Jorge. "Hasta la fecha han visto la luz ‘Homo Machus’ y ‘Laborachismo’, dos obras sobre el machismo y las nuevas masculinidades; y en tan solo unos días publicaré 'Dibujo luego pienso', sobre la importancia de la creatividad en nuestro día a día”, explica. También destacan otros proyectos, como el lanzamiento de su primera colección de NFTs, Talking Heads en 2021 y, un año después, de la colección EmoHeads, en torno a la salud mental.

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