El Mapa de Vinlandia se falsificó a partir de un manuscrito antiguo robado en la Seo de Zaragoza

El pergamino avalaba la tesis de que fueron los vikingos y no Colón, quienes descubrieron América

Mapa de Vinlandia
El mapa es un pergamino doblado en dos hojas. Mide 27,8 x 40 cm. En teoría era una copia del siglo XV de un mapa del XIII en el que se presentaba una tierra llamada Vinlandia. Según los textos del propio mapa, se había visitaodo ya en el siglo XI, lo que sugería que los europeos y/o vikingos habían descubierto América antes que Colón. 

Ni de la biblioteca de Colón ni de un castillo en Moravia ni de la colección de Perón. El origen del Mapa de Vinlandia –manuscrito que parecía avalar que los vikingos descubrieron América antes que Colón– está en la Seo de Zaragoza. Así lo ha establecido el estudioso escocés John Paul Floyd en su libro ‘A Sorry Saga’. Pero el mapa, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Yale, es un fraude. "El pergamino en el que está dibujado es auténtico –asegura a HERALDO Paula Zyats, conservadora jefa adjunta de Colecciones Especiales–. Sin embargo, la tinta con la que se dibujó presenta titanio en todas sus partes. El mapa es falso pero está dibujado en un pergamino del siglo XV". Y es que el titanio, en la forma en que ha aparecido en el mapa, solo está en tintas del siglo XX.

La pieza, posiblemente la falsificación más importante de la historia, tiene una estela novelesca. Para entenderla y comprobar su pasado ‘aragonés’ hay que remontarse a una mañana de octubre de 1957, cuando Larry Witten entró en la Universidad de Yale con una cartera. Había quedado con Thomas Marston, conservador de Literatura Medieval y Renacentista de la biblioteca, y Alexander Vietor, conservador de Mapas, para ofrecerles un manuscrito antiguo que podía interesarles. Witten era un virginiano de 31 años que tenía una tienda de antigüedades en New Haven y que, junto a su esposa, coleccionaba libros e instrumentos musicales antiguos. Los compraba y vendía. Lo que llevaba en la cartera era un manuscrito de 21 páginas, ‘Hystoria Tartarorum’, una copia de mediados del siglo XV de una obra que el monje polaco C. de Bridia había escrito en el siglo XII sobre la historia del Imperio Mongol en tiempos de Gengis Kan. En aquel momento no se conocía otra copia en todo el mundo y tenía el interés añadido de que lo acompañaba un mapa manuscrito que incluía una tierra al suroeste de Groenlandia, Vinlandia.

Los especialistas de Yale tenían ciertas dudas acerca de su autenticidad pero captaron la relevancia del documento: se trataba de la primera cartografía de América. No cuadraban cuestiones menores, como algunas desinencias latinas en el texto o la rara precisión del perfil de Groenlandia. Y había un argumento para sospechar: en algún momento el volumen había sido atacado por insectos bibliófagos y los agujeros que presentaba la ‘Hystoria Tartarorum’ no coincidían con los que mostraba el mapa.

Witten se guardó el libro. Y la cosa se hubiera quedado así, si no fuera porque llegó lo que en Yale se conoció luego como The Miracle (El milagro). La universidad compraba libros en Europa y, entre otros muchos encargos, solicitó a Witten un año más tarde que adquiriera un manuscrito, una parte del ‘Speculum historiale’, 240 páginas en latín en las que un monje dominico del siglo XIII, Vincent de Beauvais, recorre la historia de la humanidad desde Adán y Eva hasta el año 1254. Witten movió sus contactos en Londres y, cuando recibió ese libro, descubrió que la caligrafía, las medidas y las características generales del manuscrito coincidían con los del mapa y los de la ‘Hystoria Tartarorum’. Y no solo eso: si se colocaban primero el mapa, luego el ‘Speculum’ y finalmente la ‘Hystoria’, los agujeros de los bibliófagos coincidían con exactitud. Yale pidió a uno de sus benefactores, Paul Mellon, que comprara las tres obras, que presentó públicamente en 1965 junto a un libro que recogía los estudios realizados. El momento era muy oportuno porque apenas cinco años antes habían empezado las excavaciones en la Ensenada de las Medusas de Terranova, al noreste de Canadá, y se habían descubierto allí vestigios vikingos. La arqueología parecía verse confirmada con evidencias documentales.

Pero hace poco más de un año, en octubre de 2021, la Universidad de Yale emitió un comunicado que no tuvo la repercusión esperada porque el mundo estaba aún bajo los efectos de la pandemia: "Los análisis desvelan el secreto del Mapa de Vinlandia: es falso". Se cerraban así décadas de estudios en las que la pieza ha concitado tantas dudas razonables como defensas entusiastas.

Un librero de origen italiano

Pero la ‘Hystoria Tartarorum’ y el ‘Speculum historiale’ son auténticos y estaban encuadernados junto a las hojas en blanco en las que se falsificó el mapa. ¿Cuál es la procedencia de ese volumen? Witten, que falleció en 1995, nunca se mostró claro cuando se le preguntó al respecto, incluso incurrió en contradicciones. En segundo plano siempre hubo un hilo sólido del que tirar: se sabía que Witten estuvo comprando libros a Enzo Ferrajoli, italiano instalado en Barcelona que a principios de los años 60 del pasado siglo fue el principal acusado del expolio de los libros de la Seo, en el que desaparecieron casi 600 valiosos ejemplares. Cuando se le expuso esta teoría, Witten la rechazó con argumentos contundentes: Ferrajoli compraba libros por todo el mundo, no existía la más mínima prueba de que el volumen hubiera estado alguna vez en Zaragoza, y en la lista que el Cabildo hizo con los ejemplares que faltaban en su biblioteca no aparecía ninguna de las dos obras.

El asunto parecía zanjado, aunque algunos de los que se han acercado al tema después también han mencionado el posible origen ‘zaragozano’ de los documentos. En 2004, un documental sobre el Mapa, cuyos responsables se desplazaron a la capital aragonesa para investigar, concluía que "no existen pruebas de que los manuscritos hayan estado nunca aquí".

A la izquierda, portada del libro del investigador portugués John Paul Floyd (derecha).
A la izquierda, portada del libro del investigador escocés John Paul Floyd (derecha).
Heraldo.es

Pero no es así. La clave la tenía un apasionado investigador escocés, John Paul Floyd, que se interesó por el tema tras coger casualmente un libro en la biblioteca y enseguida encontró una conexión entre el mapa y Zaragoza. En 2018, y tras siete años de intensa y exhaustiva investigación, publicó ‘A Sorry Saga’ (Una triste saga), libro que no ha merecido la atención debida. El pasado octubre especialistas de Yale mantuvieron un encuentro digital con Floyd en el que respaldaron todas sus pesquisas.

"Buscando en internet, encontré el catálogo de una exposición del siglo XIX en el que constaba que la biblioteca de la Seo había prestado un volumen con el ‘Speculum Historiale’ y la ‘Hystoria Tartarorum’ –relata Floyd a HERALDO–. El catálogo demostraba que procedían de la biblioteca de la catedral de la Seo. Fue emocionante porque hasta ese momento no se sabía nada de estos manuscritos antes de 1957 y, cuando aparecieron en Yale, se ignoraba su procedencia".

La publicación que descubrió Floyd es el ‘Catálogo general de la Exposición Hispano-Europea’, organizada por España entre 1892 y 1893 por el IV Centenario del Descubrimiento. La muestra se celebró en la Biblioteca Nacional y la Seo zaragozana fue especialmente generosa: envió a Madrid las 65 piezas más destacadas de los tesoros catedralicios, desde la naveta gótica en forma de carabela al olifante de Gastón de Bearn. En la página 232 del catálogo, entrada número 53, se lee: "Vincentius bellvacensis. ‘Speculum naturale, doctrinale, morale, historiale’. El presente volumen contiene, de esta célebre enciclopedia de Vicente de Beauvais, solamente los libros 21 a 24 de la tercera parte del ‘Speculum historiale’. Al fin se ha añadido un tratadito intitulado ‘Historia Tartarorum’, dedicado por el autor Fr. C. de Bridia, al R. P. Fr. Bogardio, ministro de los franciscanos en Bohemia y Polonia. Manuscrito, a dos columnas, letra del siglo XV, las cubiertas de cada cuaderno en vitela y lo demás en papel, los epígrafes en tinta roja, el lugar de las iniciales en blanco. Consta de 251 hojas. La ‘Historia Tartarorum’, acaba de esta manera: “actum ab incarnatione domini MCCXLVII tertio kalendas augusti”. Folio, encuadernado en tabla forrada de cuero labrado". El mismo volumen que Yale presentó en 1965, que contiene el falso mapa y que conserva aún hoy.

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