¿Por qué las películas duran ahora tanto?

De las diez candidatas a la máxima categoría de los premios Óscar, ocho rebasan -la mayoría de largo- las dos horas de metraje.

'Los Fabelman', la última película de Spielber, ahora en cartel, dura 151 minutos.
'Los Fabelman', la última película de Spielber, ahora en cartel, dura 151 minutos.
EP

De las diez candidatas a Mejor Película en los premios Óscar, ocho rebasan -la mayoría de largo- las dos horas de metraje: 'Top Gun: Maverick', 131 minutos; 'Todo a la vez en todas partes', 139 minutos; 'Triángulo de tristeza', 147 minutos; 'Los Fabelman', 151 minutos; 'Sin novedad en el frente', 147 minutos; 'Avatar: el sentido del agua'; 192 minutos; 'Elvis': 159 minutos; 'Tàr', 158 minutos.

No son los únicos casos. En los últimos años proliferan las cintas largas o rematadamente largas, de casi tres horas, una duración excepcional hasta muy recientemente. Los 90 minutos de tiempo medio que el espectador debía permanecer frente a la pantalla están prácticamente desaparecidos. Buscamos entre los profesionales del sector los motivos.

El primero lo aventura el cineasta aragonés Pablo Aragüés: "A veces me parece que como no se tratan temas excesivamente profundos tienen que hacerse películas más anchas". A su juicio, el metraje de un filme debe pedirlo la historia: "'Lawrence de Arabia' o 'La lista de Schindler' son largas, y podrían serlo más, porque sus directores tenían mucho que contar". Aragüés considera que, precisamente por estos y otros precedentes, perdura "el prejuicio de que una obra corta no es tan buena como una larga". Al contrario de la tendencia, el director zaragozano ('Para entrar a vivir', 'Novatos') prefiere lo breve: "Me gusta hacer películas cortas y directas, como las canciones de los Ramones".

El también zaragozano Manuel Palos, director de márquetin y comunicación de la distribuidora independiente Avalon, cree como Aragüés que se reconoce "un prestigio intrínseco a las películas largas, particularmente en el cine independiente o de autor: se considera que tienen más peso".

El montaje del director

No obstante, Palos aprecia más coincidencia que estrategia en la abundancia de grandes metrajes y aventura otra posible causa: "Creo que cada vez se respeta más al director o al autor". Primero, porque ahora "muchos también son guionistas y productores, están más metidos en el esqueleto de la película". Atrás van quedando, añade Palos, los tiempos del "productor estrella": "A Harvey Weinstein lo llamaban 'Manostijeras' porque cuando estaba al frente de la poderosa Miramax cortaba la duración de las películas y si el director se oponía directamente las metía en un cajón".

Para el infame Weinstein, una película larga era, en general, antónimo de taquillera. Hoy en día, los nuevos hábitos de consumo audiovisual no acaban de inclinar la balanza claramente a favor o en contra de esta idea. Sobre todo, a partir de la irrupción de la plataformas de pago, un terremoto para el audiovisual que tuvo una fuerte réplica: la pandemia.

La competición con Netflix

"Estamos en un momento en el que la gente consume audiovisual de forma constante, aunque sea en las píldoras de las redes sociales, y quien más o quien menos tiene en casa alguna plataforma, generalmente a un precio muy asequible", cuenta la productora Marta Cabrera. Por contra, sigue, "las entradas de las salas de cine tienen un precio muy elevado, en algunos casos desorbitado. Hay ciudades en las que una entrada de cine cuesta lo mismo que la mensualidad de Netflix". 

Continúa Cabrera: "Para un espectador que esté dispuesto a pagar un precio debe estar 'justificado', ya sea con la espectacularidad de lo que se van a encontrar en pantalla, se me ocurre el caso reciente de 'Avatar', o bien con la duración de la película". De lo que se trata, apunta, es de que el espectador sienta “que merece la pena la experiencia”. "De no ser así -concluye la productora-, muchos optan por esperar 'a que la pongan en Netflix'. Y así, tristemente, las salas de cine están cada vez más vacías".  "Es como si al final se fuera al cine como el que va a un buffet libre: pago para comer (en este caso ver) cuanto más mejor", ilustra al respecto Aragüés.

Manuel Palos admite esta pulsión, pero también es conocedor de la contraria: "Sabemos que la gran duración de las películas tiene igualmente un efecto disuasorio, hay gente a la que le da pereza, incluso al muy aficionado". 

Lo corrobora Enrique Abenia, crítico cinematográfico de HERALDO, para quien esas duraciones "generan de partida cierto recelo en el cinéfilo, que a menudo se pregunta qué fue de los clásicos 90 minutos". Para él, "en esta suspicacia previa, en esa ligera pereza, influye también el elevado consumo de series, ya que nos hemos acostumbrado a los capítulos de 50 minutos".

Pablo Aragüés tercia en esta cuestión, la de cuánto influye lo que pasa en casa en lo que pasa en los cines: "Sobre todo desde que soy padre valoro mucho la duración de las películas, busco que no sobrepasen las dos horas. Y aun sin tener en cuenta esta circunstancia, me planteo si merece la pena ofrecer una película larga que en casa acaba viéndose en dos noches, como una serie". En este sentido y paradójicamente, Pablo alude a la diferente construcción mental con la que el público se acerca a series y películas: "¿Por qué una película de dos horas nos da pereza y luego nos tragamos cuatro capítulos de una serie?".

En esta batalla casa-salas de cine, los exhibidores esgrimen nuevas armas, como la de la "comodidad". Especialmente, si al espectador se le retiene tres horas en la butaca. En Zaragoza, por ejemplo, los cines Artesiete de La Torre ven en esta circunstancia una posible ventaja. Estas salas, las últimas en abrirse en la capital aragonesa, cuenta con butacas autoreclinables. Hay gente que nos dice que esta mejor que en casa", cuenta Alejandro Blanco, gerente de estos multicines.

Sin abandonar el punto de vista de los exhibidores, Palos añade como otro contra de las películas largas el hecho de que permiten menos pases en las salas de cine o, si es un título potente, obliga a programarla en varias salas en paralelo, lo que a su vez dificulta el acceso a producciones más pequeñas.

En cualquier caso, Palos cree que al final, lo que realmente hace que las películas se vean o no es, la mayoría de las veces, lo de siempre: el boca a boca: "Si alguien tiene verdadero interés en un filme, lo irá a ver dure dos horas o tres. "El metraje inflado asoma como condicionante previo, pero que se note y pese depende en definitiva de la fuerza y del atractivo de la propia narración", concluye Enrique Abenia.

Incide en ello Blanco, de Artesiete: "Entendemos que lo primordial en los estrenos de cine es el contenido y su historia, no la duración. Hay películas de corta duración que parecen más extensas cuando las estás viendo y hay películas largas que te hacen perder la noción del tiempo, porque las estás disfrutando".

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