Carlos Saura y el arte
Las últimas etapas cinematográficas de los grandes directores desprenden significado, en especial cuando interviene la veteranía. Si el estreno de ‘Las paredes hablan’ transmitía relieve de por sí, la resonancia crece si uno se acerca al documental después del reciente fallecimiento de Carlos Saura (Huesca, 1932-2023), que llegó con su trabajo ya en cartel y en la víspera de su homenaje en los Goya. La obra, sencilla sin perder por ello impronta de autor, pausada y favorable a la evocación, responde al enfoque que regía su filmografía tras la fase cerrada con ‘El séptimo día’ (2004).
El maestro aragonés llevaba dos décadas inmerso en las reflexiones y los homenajes artísticos desde la música y el folclore, contexto en el que ‘Las paredes hablan’ aparece como complemento centrado en lo pictórico. Saura mira las pinturas rupestres, se pregunta sobre el origen del arte y del pensamiento simbólico y establece una sugestiva vinculación entre estos inicios y el arte urbano, al entenderlo como su evolución.
El planteamiento discursivo y espiritual conecta con la continua inquietud creativa que el oscense cultivó hasta el final, manifestada a su vez en lo que dice de la modernidad que había en su cine, al verlo admirar grafitis superados los 90 años. El detalle de que el propio Saura salga en pantalla (casi siempre con su inseparable cámara fotográfica, imagen icónica de su figura) y converse con los entrevistados enlaza también con la viveza que guiaba su actividad. El tratamiento supone una pequeña variación de los clásicos testimonios.
Saura dialoga entre otros con Pedro Saura (experto en arte paleolítico, quien le ayuda con alguna de las entrevistas), Juan Luis Arsuaga (codirector de Atapuerca), el artista Miquel Barceló, la comisaria de arte Anna Dimitrova y el creador urbano Suso33. La sugerencia de las consideraciones etéreas y de contemplar los dos tipos de paredes ahuyenta la redundancia expositiva que asoma.
