De cuando España fue un imperio del pinball y su capital estaba en Las Delicias

El experto Txus Algora recopila en el libro 'Bola extra' la historia de esta máquina recreativa que tuvo como pionero al aragonés Cipriano Martínez Cembrano, creador del primer ejemplar nacional: 'El Millón'

Dos jóvenes jugando al pinball en Zaragoza en los años 70.
Dos jóvenes jugando al pinball en Zaragoza en los años 70.
H.A.

Años 50. Salas de cine llenas para ver a Toni Curtis y Burt Lancaster en 'Trapecio'. Sus respectivos personajes comienzan su relación en un bar en el que Curtis juega en una máquina de luces de colores que deja fascinada a la audiencia. Había comenzado la popularización del pinball en España.

Invento estadounidense, el nombre responde a la literalidad: una bola (ball) iba cayendo a través de unos clavos (pins) distribuidos en un tablero hasta desembocar en unos agujeros con diferentes puntuaciones. Aquel ingenio, nacido como juego de azar, llegó a estar prohibido en Estados Unidos y en la España de la República.

Fue evolucionando, sobre todo a partir de añadirse los 'flippers' -las aletas que empujan la bola- hasta convertirse en un aparato eléctrico con luces y sonido. Un "avance tecnológico brutal" en un mundo de los recreativos copado entonces por el billar, el ping pong y los futbolines.

Pinball zaragozano de los años 60.
Pinball zaragozano de los años 60.
H. A.

Pinball, petaco, 'flipper'

El pinball, el petaco o el 'flipper' -se le conoce de mil maneras-, experimentó un éxito mundial y ascendente que arrancó en los 50 y que, por lo menos en España, paró casi en seco las máquinas tragaperras en torno a los años 90. Desaparecidos los pinball de los bares, camparon a sus anchas los videojuegos y declinaron los salones recreativos, pero para entonces el juego ya había comenzado a entrar en otro terreno: el de la nostalgia y el coleccionismo.

"El pinball sigue gustando e interesando en la actualidad porque no ha logrado emularse en un videojuego, no es la misma experiencia. Para jugar al pinball hay que aprender a calcular trayectorias, los rebotes, hay que empujar un poco la máquina, tienes que palmetear, cada partida es diferente, hay que practicar". Habla Txus Algora, quien acaba de publicar lo que puede considerarse ya la biblia española del pinball: el libro '¡Bola Extra!' (Editorial Dolmen).

En el libro, este manchego cuenta la historia de un juego en el que España -aislada por un régimen franquista que cortaba las importaciones- llegó a ser un verdadero imperio fabricante. Un imperio que tuvo en su nacimiento una capital indiscutible: Zaragoza. Y un protagonista: Cipriano Martínez Cembrano.

CMC: un pionero del pinball en Zaragoza

Él fue el que a principios de los años 50 (antes incluso del estreno de la película que los popularizó), decidió la audaz pirueta de reconvertir CMC, su fábrica futbolines y billares del número 27 de la calle de Las Delicias, en una de pinballs.

Cipriano Martínez Cembrano, a la derecha, junto con su jefe nacional de ventas Antonio Latorre.
Cipriano Martínez Cembrano, a la derecha, junto con su jefe nacional de ventas Antonio Latorre.

Contrariamente a lo que suele ocurrir con muchos pioneros, a Martínez nadie le discute su calidad de tal. El primer 'pinball' de España es suyo. Se fabricó entre 1953 y 1954 y se le puso el nombre de 'El millón' porque el objetivo era conseguir ese número de puntos. Como suele suceder con los productos verdaderamente exitosos, la marca se convirtió en genérico, de manera que en España al pinball muchos los conocían como la máquina del millón. CMC lanzó después más modelos: 'Torero', 'Tropicana', 'Trinidad', 'Sinfonía' o 'Trapecio', haciéndose eco del éxito del filme.

Inventor prolífico, Cipriano Martínez llegó a firmar hasta 19 patentes, hasta que su muerte prematura, a los 41 años en un accidente de tráfico, supuso el principio del fin de CMC, que acabó cerrando a mediados de los 60.

Sin embargo, los aires del Ebro parecían casar bien con los 'flippers, las bolas y el 'tilt', el péndulo interno que paraba la partida en seco si se movía la máquina tramposamente.

Así, la capital aragonesa albergó otras dos firmas cruciales en el desarrollo del pinball en España: Masay, de la mano de Antonio Martínez, y sobre todo, Kromson, de José Luis Martínez Berbegal, al que Algora califica en el libro de "impresionante inventor" que llevó "los 'pinballs' a otra dimensión de elegancia y fiabilidad".

En la actualidad, los pinballs de colección conviven con otros que se siguen fabricando con avances tecnológicos que incluyen hasta ordenadores y cuyo mantenimiento es mucho menor.

Asociaciones como Arcade de Zaragoza, Arcade Barcelona y museos dedicados al recreativo como el que existe en Jaén trabajan junto a aficionados como Txus Algora por que no se pierda lo que defienden como "patrimonio industrial y lo cultural".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión