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Eugenio Gracia: “El barrio del Carmen es un buen escenario de novela negra”

El gaitero de Cornamusa y La Orquestina del Fabirol da un paso hacia la narrativa y publica 'Gota a gota', donde inventa a la inspectora Cosculluela

Eugenio Gracia, tras una vida entera dedicada a la música, apuesta por la escritura.
Eugenio Gracia, tras una vida entera dedicada a la música, apuesta por la escritura.
Miguel Á. Zapater

Eugenio Gracia Marco (Zaragoza, 1965) es sobradamente conocido en el mundo de la música aragonesa, en concreto del folk, y es un virtuoso de instrumentos como la gaita, la dulzaina, el chiflo y el salterio. Ha tocado con Cornamusa, La Orquestina del Fabirol, Comando Cucaracha e Ixo Rai! Ahora se acaba de descolgar con algo inesperado: una primera novela, ‘Gota a gota’ (La fragua del trovador), policíaca y negra, que transcurre en Zaragoza, en concreto en el año 1999, donde inventa a una curiosa investigadora, casi pionera en esos cargos en ese tiempo, que arrastra sombras y sinsabores, “o algunos misterios, como casi todos”. El libro se presentaba el pasado miércoles en El Sótano Mágico de Zaragoza.

“Había escrito algunos artículos sobre cuestiones musicales, en revistas, periódicos o catálogos, pero nada de ficción. Soy un enamorado absoluto de la novela negra y desde hacía tiempo deseaba escribir. Y al final lo he hecho. ‘Gota a gota’ ha sido para mí, de entrada, un divertimento. Lo que más me ha gustado ha sido el camino recorrido, el aprendizaje de la escritura, el ir paso a paso y ver que todo crecía”, señala.

"‘Gota a gota’ ha sido para mí, de entrada, un divertimento. Lo que más me ha gustado ha sido el camino recorrido, el aprendizaje de la escritura, el ir paso a paso y ver que todo crecía”

Recuerda que es un gran enamorado de las novelas policíacas, tanto las nórdicas como otras europeas y españolas. “Hace tres o cuatro años decidí dar el paso. Y he ido avanzando. Tampoco quería irme a esos lugares terribles, tenebrosos y fríos de los Países Nórdicos. Pensé que aquí, en mi barrio del Carmen, en Zaragoza, al lado de mi casa, podían pasar muchas cosas. Y de hecho pasan a diario pero quizá no les damos la importancia que merecen. Son carne de novela policial”.

Eugenio Gracia admira a los autores nórdicos pero también a Lorenzo Silva y Pierre Lemaitre.
Eugenio Gracia admira a los autores nórdicos pero también a Lorenzo Silva y Pierre Lemaitre.
Miguel Á. Zapater

Su inspectora, Cosculluela, se enfrenta con algunas dificultades. Se presenta en la comisaría y es recibida con más incredulidad que cariño o confianza. Pero hay que aceptarla, son órdenes de los mandos, y se ha ganado su sitio tras haber demostrado su valía ya en Barcelona. Entre sus compañeros hay uno que le es asignado como colaborador. Y él, Tolomeo, lejos de mirarla como perdonándole la vida o con ese disimulado cinismo de los otros, acepta el reto y se convertirá en un buen colega. 

“He escogido el año 1999 porque ante la llegada de un nuevo milenio fue un año que casi pasó inadvertido. No nos acordamos de casi nada que haya pasado entonces, y eso me atrajo. Y luego sí pensé también que entonces una mujer como Cosculluela podría trabajar en administración o en los despachos pero no era frecuente que asumiese el mando y que le diesen un caso”, dice Eugenio. Y se lo dan: tiene que investigar el caso de una anciana que aparece asfixiada. Y al poco aparece otra, de la misma forma y también mayor.

Eugenio Gracia Marco sigue los protocolos habituales del género, diálogos con segundas intenciones, mucha acción, y hace que sus personajes realicen de manera bastante verosímil la mecánica de la investigación. “Nada es lo que parece. He intentado aplicar todo lo que he aprendido de las novelas. No quise, como sucede con los escandinavos, a los que leo con mucho gusto, hacer un crimen espeluznante, pero el de mi novela también es bastante perturbador. Comienza la investigación y vamos a ir descubriendo muchas cosas. Es como si el autor, en ese juego de equívocos que se dan, nos plantease el interrogante de si debemos ponernos al lado de la víctima o de los asesinos”, medita.

La inspectora Cosculluela no surge de la nada. Se ha formado, tiene carácter, espera que le den un caso, y se lo dan. Y lo que parecía un caso menor, es bastante más. “Las novelas policíacas tienen una relación con la realidad y eso me importaba mucho. No quería hacer uno de esos policías amargados y alcoholizados, con un tremendo tormento interior; Cosculluela tiene sus enigmas, sus rincones oscuros y asume que en su oficio casi siempre se barajan tres razones para el crimen: el amor, el odio y el dinero. Quizá aquí se impongan más los dos primeros. O la venganza, que parece andar rondando por ahí”.

"La inspectora Cosculluela tiene sus enigmas, sus rincones oscuros y asume que en su oficio casi siempre se barajan tres razones para el crimen: el amor, el odio y el dinero. Quizá aquí se impongan más los dos primeros. O la venganza, que parece andar rondando por ahí”.

¿Tienen algo que ver Cosculluela y Tolomeo con Bevilacqua y Chamorro, la pareja de guardia civiles de Lorenzo Silva? “¡Por favor! Ellos, para mí, son como dioses. Y Lorenzo Silva lo mismo. Es uno de los grandes. No tiene nada que ver, pero sí los miro con respeto y cariño. Soy lector de muchos novelistas. Entre las mujeres, me gustan mucho María Oruña y la barbastrense Inés Plana, que tiene tres muy buenas novelas; me interesan mucho el francés Pierre Lemaitre; Andrea Camilleri y Donna Leon, y un personaje como el griego Petros Márkaris. Su mundo es encantador. Tienes la sensación de que en sus ficciones estás en casa”.

Para Eugenio una de las formas más seguras de estar en casa es situar el crimen en su propio barrio. “El barrio del Carmen es un barrio muy sugerente, cerca de la Puerta del Carmen. Me lo sé de memoria. Y es, como Zaragoza en general, un buen escenario de novela negra. Y en él se produce el crimen o ese aparente suicidio. Y también hay un segundo crimen. Y hasta ahí se puede contar”.

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