literatura

Márkaris: "Los valores importantes han sido orillados por uno solo, el dinero"

Es el creador del gran personaje de la novela negra mediterránea actual. Y, seguramente, el escritor que más está ayudando a entender la Grecia contemporánea. Presentó ayer su nuevo libro en Zaragoza.

Márkaris visitó ayer Zaragoza para presentar su libro ‘Cuarentena’ en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés.
Petros Márkaris visitó ayer Zaragoza para presentar su nuevo libro de relatos, ‘Cuarentena’, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés.
Guillermo Mestre

Con 85 años, y tras 30 meses sin poder viajar debido a la pandemia, que se le han hecho larguísimos, Petros Márkaris está exultante con la gira promocional que le lleva estos días por varias ciudades españolas para presentar ‘Cuarentena’, volumen de relatos inspirado en el tiempo reciente de miedo y encierro domiciliario. 

Ayer hacía escala en Zaragoza (donde hace ocho años recibió el Premio Aragón Negro). En dos de los capítulos el comisario Kostas Jaritos, su antihéroe ateniense, vuelve a la acción, forzosamente desde casa, pero también, por ejemplo, cabe en el libro una narración protagonizada por los vagabundos Platón, Sócrates y Pericles, u otra, la que lo cierra, en la que el escritor evoca su infancia en una isla de Estambul.

Sus escritos suelen estar pegados al momento, si bien abordan cuestiones ‘eternas’ como la honestidad o la solidaridad...

Sí, Jaritos es un policía y un investigador, no está familiarizado con todos los aspectos de la sociedad, pero tengo el sentimiento de que escribiendo sobre él estoy escribiendo sobre la gente.

¿La crítica social es muy importante en su literatura?

Sí, totalmente. En ‘Cuarentena’ hay una crítica social genérica, pero también una muy específica. Y es sobre el hecho de que ha habido gente enfrentándose a la pandemia, especialmente los médicos, presente todos los días a través de los medios de comunicación, de la televisión, educando a la población. Pero, al mismo tiempo, esta población estaba afrontando muchos otros problemas, familiares, materiales, sociales, que eran cruciales y sobre los que ha habido indiferencia.

"Me desespera la gente que cree que puede encontrar la respuesta a cualquier problema en un teléfono móvil"

El diccionario es uno de los anclajes intelectuales de Jaritos. ¿Lo es también para usted?

Comencé mi vida literaria como traductor, y un traductor que no ame los diccionarios debería buscar otro trabajo. Todavía los uso mucho, especialmente cuando estoy preparando una novela que se ambienta en el pasado y tengo que buscar palabras de antaño.

¿Qué otros libros le resultan imprescindibles?

Leo mucha literatura de ficción, no solo novela policiaca, y otros libros que son importantísimos para mí son los que tratan de la política y la sociedad. Cuando estoy escribiendo, los necesito para enterarme de lo que pasa.

Los libros están perdiendo terreno frente a los relatos audiovisuales y otras formas de comunicación. ¿Qué le parece?

Me desespera la gente que cree que puede encontrar la respuesta a cualquier problema en un teléfono móvil, o la que cree que toda discusión tiene que ser en las redes sociales. Es algo no solo cansino sino también peligroso.

La televisión actual, la de las plataformas ‘online’ como Netflix, tiene una demanda insaciable para alimentar sus guiones. ¿No le han tentando para comprar las historias de Jaritos?

Se me han acercado, sí, pero todavía no sé qué va a pasar.

¿Tiene una rutina para escribir? ¿Es disciplinado?

Empiezo cada mañana de 10.00 a 14.00, y luego de 16.30 a 19.30. Todos los días, domingos incluidos. Cuando empecé como escritor profesional, lo primero que me marqué fue un sistema de trabajo muy estricto.

¿Trabaja ya, pues, en otro libro?

Tengo una novela nueva protagonizada por Jaritos, con el mismo tema de la pandemia, que se va a traducir a diferentes lenguas.

¿Cómo llevó usted el confinamiento?

Como le he dicho, tengo una rutina de trabajo estricta y me las apañé para mantenerla durante la pandemia. Pero cambió mi vida porque solía quedar con amigos para tomar algo, para charlar, y esto era imposible. Así que el verdadero problema para mí empezaba después del trabajo.

Sus obras nos dicen mucho de Grecia. Y son muy sensuales, en el sentido de que apelan a todos los sentidos. Podemos oír los atascos de Atenas o evocar el sabor de algunos de los platos griegos más populares.

Es muy importante, incluso en el sentido social, no limitarme a tratar de las personas sin contextualizarlas en el lugar en el que viven. Porque he vivido en muchas ciudades y estoy totalmente convencido de que estas tienen un impacto en las personas. Por eso intento construir una relación muy estrecha entre ambas.

De todas esas ciudades vividas, ¿cuál es su favorita? Con los años, aquellas que marcaron la infancia ¿ganan en la memoria?

Para mí, Estambul, donde nací y crecí, es todavía muy importante. En aquellos días era una ciudad muy abierta y cosmopolita. Fue un contraste muy grande cuando la dejé para ir a estudiar a Viena, que era muy hermosa pero no cosmopolita, era una ciudad austriaca. Luego, cuando llegué a Atenas en el 64, descubrí una ciudad completamente diferente, con gente muy distinta. Grecia era entonces muy pobre y lo que más admiraba entonces de los griegos era que siempre intentaban apoyarse unos a otros: la solidaridad de la pobreza.

¿Cómo encuentra ahora Atenas?

Desde principios de los 80 hasta el final de los 90, fue el periodo de la riqueza virtual, que no había sido creada por la gente sino gracias al dinero aportado por la Unión Europea. Esto condujo al país a la gran crisis de 2010 a 2018, que no ha cambiado solo la forma de vivir de la gente sino su mentalidad. La población no se daba cuenta de que lo que le estaba pasando era un resultado de aquello sino que pensaba que era un castigo de los europeos. No afrontaba la realidad.

Sus historias resultan cercanas en España. ¿Conexiones mediterráneas? ¿El mundo entero se ha vuelto muy parecido?

No, las sociedades mediterráneas tienen unas características comunes. Me resulta muy fácil entenderme con un español o con un italiano; cuando hablo con un alemán, no me ocurre. Creo que no es coincidencia que los lectores españoles e italianos se sientan no solo cercanos a Jaritos sino a su familia; que muchos piensen que Adrianí (el personaje de la entrañable mujer del comisario) se parece a sus madres. Por el contrario, en el resto de Europa, solo cuenta Jaritos. 

"Hemos vivido 77 años en paz. Tenemos que afrontar que era un bello sueño del que estamos despertando para entrar en una pesadilla"

Hijo de armenio y de griega, usted, como ha dicho antes, se crió en una Europa que tenía las fronteras, físicas y espirituales, más desdibujadas.

Han cambiado las cosas no por las fronteras o por la globalización sino porque los valores que eran importantes en todas las civilizaciones han sido orillados con la intención de tener un solo valor, que es el dinero. Pero el interés del dinero es que la gente atienda sus propios intereses y no los de las comunidades. Es algo que los gobiernos no entienden.

¿Cómo está sintiendo la vuelta de la guerra al continente?

Hemos vivido 77 años en paz, convencidos de que no habría otra guerra en Europa. Tenemos que afrontar que era un bello sueño del que estamos despertando para entrar en una pesadilla.

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