Agustín Sanz, el primer arquitecto ‘estrella’ de Aragón

El historiador del arte Javier Martínez Molina recupera en su tesis doctoral la figura de este zaragozano del siglo XVIII

Interior de la iglesia de Santa María la Mayor de Épila, obra destacada de Agustín Sanz.
Interior de la iglesia de Santa María la Mayor de Épila, obra destacada de Agustín Sanz.
José Manuel Herraiz

Técnicamente, Agustín Sanz Alós (Zaragoza, 1724-1801) fue el primer ‘starchitect’ o arquitecto ‘estrella’ de Aragón. Fue el más famoso de los arquitectos aragoneses de la segunda mitad del siglo XVIII y, en una Zaragoza en la que la organización gremial, con una treintena de maestros de obras, lo controlaba todo, fue el primero en salirse de ella y ejercer por libre. Importó nuevas ideas estéticas y, sobre todo, quiso marcar un estilo, una línea propia. Cuando el duque de Híjar le encargó la iglesia de San Juan Bautista de Vinaceite, diseñó el templo a partir de un enorme espacio circular central. En 1777 plantear una iglesia circular en una localidad de apenas 300 vecinos era algo insólito, una temeridad. Pero no le importó: quería que su obra durara y perdurara.

Recuperar la vida y la obra de Agustín Sanz ha sido el objetivo del historiador del arte Javier Martínez Molina, que le ha dedicado su tesis doctoral, en la que ha trabajado durante más de diez años. "Es una figura todavía muy desconocida en Aragón, pese a que fue muy importante en su día. Dos de sus hijos, Matías y José, siguieron sus pasos pero murieron muy jóvenes, en 1805 y 1806, poco tiempo después de que falleciera él. Un nieto, que estudió también arquitectura, debió morir durante el primer sitio de Zaragoza, porque ya no se tiene noticia de él a partir de 1808. Y su archivo y su memoria se perdieron".

Nacido en una familia humilde, a los 14 años empezó a trabajar con Raimundo Cortés, un maestro de obras de la época. Estudió en la escuela de dibujo de la familia Ramírez, donde enseñaron Luzán y el arquitecto Julián Yarza Ceballos, el más avanzado de la Zaragoza en su momento. Fue Yarza quien le introdujo en la teoría arquitectónica y quien le puso en contacto con Ventura Rodríguez, el arquitecto de la Santa Capilla del Pilar.

"Probablemente fue el delineante de Ventura Rodríguez cuando vino a Zaragoza en 1754 a encargarse de las obras –relata Javier Martínez Molina–. En el 57 ya era maestro de obras, y acabó estableciéndose por su cuenta a partir del 62, cuando ya estaba terminada la Santa Capilla. Muy pronto empezó a establecer lazos con la burguesía y, especialmente, con el duque de Híjar, que empezó pidiéndole que supervisara algunas obras que estaban dando problemas, para acabar realizándole los encargos que más le importaban. Y fue el duque quien le avaló para que fuera elegido académico de San Fernando". Esa burguesía mercantil zaragozana le encargó importantes proyectos en las décadas de 1760 y 1770, las casas de Francisco Destre, Simón Ignacio Tarazona o incluso Juan Martín de Goicoechea.

Muchos de estos nombres son conocidos para los goyistas. Y es que Agustín Sanz se movía en el círculo de amistades del pintor y seguramente le conoció. De hecho, el historiador del arte Javier Martínez Molina descubrió una carta del 1774 en la que el administrador José Faure informaba al duque de Híjar de que Goya, que se había negado a pintar la fachada del palacio de Simón Tarazona, se prestaba a pintar la del suyo, en el Coso zaragozano. Dentro de los encargos que le realizó Goicoechea están unas casas que aún se conservan hoy, en la actual calle de Méndez Núñez de la ciudad.

A finales del 1760 su taller era ya uno de los más potentes de la capital aragonesa y se convirtió en el preferido de instituciones como la Junta de la Real Contribución de Zaragoza o la Intendencia General de Aragón. Fue maestro de obras y visor de obras del municipio.

Julian Yarza Ceballos falleció joven y Agustín Sanz ‘heredó’ algunos de sus encargos, como la iglesia de la Santa Cruz de Zaragoza. "Fue el trabajo que le dio un enorme prestigio en la capital aragonesa. Es una joya del barroco clasicista que en su día causó un gran impacto social. El templo avaló su carácter ‘moderno’ y además evidenció que era muy eficaz en la gestión. A diferencia de otros compañeros de profesión, él no trabajaba a pie de obra, sino que supervisaba y, mediante un aparejador de su confianza, estaba al tanto de todo", añade el especialista.

Javier Martínez Molina fija el periodo de mayor esplendor de su carrera entre 1775 y 1792, años en los que aumentó su prestigio e influencia. En este periodo diseñó las que el historiador del arte considera tres obras más importantes de Agustín Sanz: las iglesias parroquiales de Urrea de Gaén (1778-1782), Vinaceite (1778-1781) y Épila.

"Las realizó en paralelo, aunque las dos primeras, de planta centralizada, las terminó antes porque son de dimensiones más reducidas. La de Vinaceite, circular, no sigue el modelo del Panteón de Roma, sino que allí Sanz se inventó un modelo nuevo. En la de Urrea de Gaén, el duque de Híjar quería que los vecinos colaboraran en la obra realizando algunas tareas, pero se resistían. Sanz fue allí, les enseñó los planos y les mostró que era un templo del que iban a estar muy orgullosos porque entonces, en el sur de Aragón, no había nada de ese tipo, tan moderno. Y les convenció".

Javier Martínez Molina, ante la iglesia de la Santa Cruz de Zaragoza.
Javier Martínez Molina, ante la iglesia de la Santa Cruz de Zaragoza.
José Miguel Marco

La iglesia de Santa María la Mayor de Épila, de planta de salón, es un caso distinto, aún más relevante que las otras dos porque desde 1778 hasta 1801 Sanz se hizo cargo de todo. "Es la iglesia más importante de todo Aragón construida en el último tercio del siglo XVIII. Casi ni en Madrid hay un templo de ese momento y de esas características", resume Martínez Molina. Y añade: "es uno de los templos más importantes de la Ilustración en España". "Lo más significativo, aparte de que haya llegado prácticamente intacto a nuestros días, es que, muchos años antes de que lo hiciera Gaudí en la Santa Familia, Sanz también se ocupó de prácticamente todo en esta iglesia, no solo de la arquitectura. Diseñó el retablo mayor, los retablos laterales, los púlpitos, la pila bautismal, el aguamanil de la sacristía, las puertas... Además, se hizo cargo del proyecto cuando la iglesia llevaba años en obras. Y se encontró con que el templo se hundía. Tuvo que derribar todo lo que se había hecho hasta entonces y construirlo de nuevo. Es una obra totalmente suya".

Vista interior de la cúpula oval de la iglesia de Urrea de Gaén.
Vista interior de la cúpula oval de la iglesia de Urrea de Gaén.
José Manuel Herraiz

Caso peculiar es también de algunos proyectos que no llegaron a completarse, como el Teatro Principal de Zaragoza, cuya ubicación eligió aunque su idea original era que ocupara toda la manzana actual y no solo una parte. O la colegiata de Sariñena, proyecto que abordó en 1793 y en el que empleó el nuevo lenguaje clasicista que empezaba a imponerse. No se pudo terminar, por diversas cuestiones, entre ellas la Guerra de la Independencia. "En Zaragoza, y eso que fue arquitecto municipal durante más de 30 años, todavía no se le valora lo suficiente. Ni siquiera tiene una calle", concluye. 

Javier Martínez Molina nació en Zaragoza en 1984. Entre 2002 y 2007 estudió Historia del Arte en la universidad de su ciudad natal. Fue Premio Extraordinario Fin de Carrera y mención especial en los premios nacionales. En 2008 inició el doctorado y obtuvo en 2009 el Diploma de Estudios Avanzados en Historia del Arte con la máxima calificación. El 13 de enero pasado defendió su tesis doctoral sobre Agustín Sanz, dirigida por Isabel Yeste. El tribunal la calificó sobresaliente ‘cum laude’ y la propuso para premio extraordinario. 

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