Janis Tomlinson: "Goya fue un maestro del 'networking'; junto a él, uno debía pasárselo muy bien"

La historiadora norteamericana presentó este martes en el Museo de Zaragoza su biografía del pintor aragonés

Janis Tomlinson, en el Museo de Zaragoza, donde ha presentado su biografía del pintor aragonés junto a José Ignacio Calvo Ruata y Víctor Lucea.
Janis Tomlinson, en el Museo de Zaragoza, donde ha presentado su biografía del pintor aragonés junto a José Ignacio Calvo Ruata y Víctor Lucea.
Oliver Duch

En la cultura anglosajona se ha dado la bienvenida a su libro diciendo que es la biografía ‘definitiva’.

Parece sorprendente, pero hay pocas biografías de Goya; la última, de Jeannine Baticle, se publicó en 1992. Y desde entonces ha habido muchos descubrimientos: desde el Cuaderno Italiano a las cartas de Manuel Bayeu, pasando por estudios de periodos o aspectos concretos, muchos de ellos elaborados por especialistas aragoneses, como José Luis Ona o Arturo Ansón. También de expertos como Manuela Mena. Hacía falta una nueva biografía y quizá dentro de 30 años sea necesaria otra. Ojalá.

Usted da mucha importancia al contexto histórico. ¿Cómo define aquel en el que se desenvolvió Goya?

Al pintor hay que entenderlo desde la Ilustración pero, sobre todo, desde el impacto de la Revolución Francesa en la monarquía española. Él estuvo muy pendiente de los cambios en la situación política, que acabaron llevando a la Guerra de la Independencia y a la división entre conservadores y liberales. La sociedad española comenzó a experimentar grandes cambios en la última década del siglo XVIII, y se palpaban a diario en las calles de Madrid, ciudad que se convirtió en el gran teatro del mundo. Goya se interesó por todo ello y lo plasmó en sus dibujos y grabados. Y, en ese contexto, le llegó la sordera. Hay que imaginarlo contemplando el mundo pero sin oírlo, lo que, sin duda, le dio una mayor sensibilidad hacia los gestos, hacia la gente. Todo esto lo he recreado en el libro.

También da mucha importancia a sus años de formación en Zaragoza.

Claro. Él empezo a estudiar con Luzán a los 13 años y probó en dos concursos, en 1763 y 1766, pero sin suerte...

Así que no era un genio de nacimiento.

Ocurre que lo que pedían en las academias era distinto a lo que enseñaba Luzán. En la capital aragonesa le faltaba también ver la obra de los grandes maestros de la pintura del siglo XVII, como Rafael o Rubens, algo que pudo hacer posteriormente, cuando viajó a Italia. Luego regresó a Zaragoza, se casó con Josefa Bayeu, recibió el encargo de pintar Aula Dei, que fue muy importante para él, y acabó en Madrid. Pero siempre, en la capital de España, Zaragoza estuvo en su corazón. Vivió con mucha amargura los problemas con el Cabildo por la ‘Regina Martyrum’.

En su libro desmitifica el papel que desempeñó la sordera en la vida y obra del pintor.

Siempre se ha dicho que la sordera fue la gran crisis de su vida pero yo no lo veo así. Después de la enfermedad hubo meses de silencio, cierto, pero apenas un año más tarde ya estaba haciendo retratos y sabemos que estaba trabajando en una serie de pinturas que presentó a la Academia. Para Goya el arte era su salvación, y la sordera, más que una crisis, fue un punto de partida.

El periodo de su vida que más le atrae, como historiadora, es el que va desde su llegada a Madrid en 1775 y cuando se le nombró pintor del rey en 1786. En 13 años escaló casi de la nada a lo más alto.

Hoy diríamos que fue un maestro del ‘networking’. Cuando llegó a Madrid estaba solo y tuvo que buscarse su propio camino. Fue listo y estudió a los grandes maestros, como Velázquez, pero también supo encontrar la vía para conocer a gente con poder, como Floridablanca, que andaba buscando un pintor para enviar a Luis de Borbón y lo eligió a él. Y de la mano de Luis de Borbón entró en los círculos aristocráticos. Tenía muy buenas habilidades sociales. Ciertamente, con Goya uno debía pasárselo muy bien.

En el libro también aborda su relación con las mujeres, un aspecto que no se toca mucho o, si se hace, quizá se fantasee.

Es difícil evaluar la vida sentimental de alguien con tanto tiempo de por medio. Con Josefa vivió el drama de perder a seis hijos y eso tuvo que ser una tragedia para ambos. ¿La duquesa de Alba? Yo no creo que fuera su amante. En cuanto a Leocadia Zorrilla, creo que se han creado grandes leyendas. Se ha llegado a decir que Goya flirteó con ella ya en la boda de su hijo Javier en 1805. La documentación más antigua que atestigua una relación entre Leocadia y Goya es la necrológica de Rosario Weiss, la hija de Leocadia, y en ella se dice que empezó a tomar clases con Goya a los siete años. Eso nos lleva a 1821, en pleno Trienio Liberal. Es posible que existiera una relación sentimental entre ambos, no lo descarto ni lo aseguro, pero no antes de 1820.

¿Qué queda por descubrir de Goya?

Me gustaría que aparecieran las cartas que su gran amigo, Martín Zapater, le escribió a él. Nos darían mucha información.

¿Se le puede definir en una frase?

Era un hombre dedicado a su arte, seguro de sus capacidades y consciente de tener una originalidad de la que carecían los demás pintores.

Con los que no se llevaba ni bien ni mal.

El resto de los artistas le respetaba. Puede que durante sus primeros años en Madrid desconfiara del resto de pintores, pero esa desconfianza desapareció cuando triunfó.

Sí confió, en cambio, en su taller.

Goya no tuvo taller. 

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