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Francisco Goldman: “No podía redimir a mi padre de todo el mal que nos ha hecho”

El escritor norteamericano, de origen guatemalteco, publica 'Monkey boy', una novela autobiográfica (Almadía) que presentó en Cálamo

Francisco Goldman en una nueva visita a Zaragoza, la tercera.
Francisco Goldman en una nueva visita a Zaragoza, la tercera.
A. C. /Heraldo.

Francisco Goldman (Boston, Estados Unidos, 1954) presentó, semanas atrás, su novela ‘Monkey boy’ (Almadía), traducida por Daniel Saldaña, en la librería Cálamo, en diálogo con Pedro Bosqued, crítico de HERALDO. El libro, ganador del American Book Award, es un recorrido por la juventud de este autor, de origen judío, de padre estadounidense y de madre guatemalteca. Repasa la vida familiar y su formación mientras viaja en tren desde Nueva York a Boston para visitar a su madre, que está gravemente enferma.

¿Tenía necesidad de ajustar cuentas con algo de su vida anterior?

Creo que sí. La verdad es que la semilla del libro era entender la relación con mi papá. Quería expresar mi enojo con él después de tantos años y salía tratando de cerrar el duelo con Aura Estrada, mi esposa, a la que le dediqué la novela ‘Di su nombre’. La retomé con emoción y también con rabia, como si me preguntase: ¿por qué tardé tantos años en poder enamorarme? Mi locura quizá haya sido pensar que mi papá tiene la culpa porque creó una casa donde el amor estaba tan ausente. Me bloqueó y por eso tardé tantos años en poder amar.

¿Eso cree? 

Si yo hubiera nacido en una casa normal, me habría expuesto al amor y me hubiera enamorado a una edad normal, hubiera creado una familia, nunca jamás hubiera conocido a Aura y estaría viva. Si yo quiero, puedo culpar a mi papá por la muerte de Aura, que es como una locura, lo sé, pero en el hecho de explorar esa locura sale el libro. Además, salen partes de mi vida.

Reconocerá que el destino también juega. Usted podía no haber conocido a Aura y se podría haber muerto igualmente arrastrada por una terrible ola, como sucedió.

Sí, sí, sí. Es como una obsesión no muy saludable pero todos tenemos obsesiones muy saludables y es en el sentido de que también hay en esta sensación algo de juego literario: vamos a explorar en esta novela esa casa, vamos a ver cómo era, se trata de imaginar… Y es, claro, en cierta manera, un ajuste de cuentas. Pero también el libro lo hago en un momento de soledad en el que no podía salir del duelo.

¿Le sucedió eso?

Sí, claro. Llevo Cinco años de duelo. Mi vida de pronto cambió, por eso he tardado tantos años en escribir. Y cada vez que cambiaba mi libro algo en mi voz interior también cambiaba. No solo cambiaba mi relación con la realidad, sino con la novela. Pero, ¿qué pasa en estos años?

Diga, diga.

Me enamoro de nuevo, me caso, tengo una hija, me convierto en papá, mueren muchos amigos y mi mamá, cuando estoy en la mitad de la redacción de la novela, también muere.

Por cierto, su madre es una de las grandes protagonistas de la novela.

Desde luego, la más importante.

La novela ‘Monkey boy’ es una manera de pedirle explicaciones a su padre y de darle las gracias a su madre.

Sí. Y yo no sabía eso cuando empecé. Y eso es algo que se descubre durante la redacción, y en el proceso de imaginar. Y además, en medio de todo llega Donald Trump en 2016, y todos tuvimos que luchar también con eso. Vivimos con el síndrome Trump por todas partes y estás viviendo con una ira y con una indignación constantemente.

Francisco Goldman contó la muerte de su mujer, arrebatada por una ola, en una novela: 'Di su nombre'.
Francisco Goldman contó la muerte de su mujer, arrebatada por una ola, en una novela: 'Di su nombre'.
A. C. /Heraldo.

¿Una persona como usted, de izquierdas, rebelde y superviviente, cómo ha vivido la presidencia del Trump y qué pensó de sus paisanos que han votado a un personaje como él?

Era muy difícil… Es muy complicado. Desperté muchas mañanas horrorizado con todo lo que le ha pasado al país. Horrorizado, sí, porque medio país ama a este payaso, petulante, de comportamiento nazi, vivir con todas las cosas que traía era como abrir una caja de Pandora. Yo no pensaba que el país era tan racista ni tan antisemita ni sabía que había tanto odio. Y eso fue como una gran sorpresa que te afecta emocionalmente. Yo estaba siempre superpreocupado, uno piensa que eres alguien autónomo y que estas cosas no te afectan así. Cada vez que abría una deportación, retórica pura norteamericana… me enojaba, me lo tomaba muy personalmente. Yo soy guatemalteco y no religioso y a veces sentías que estaban hablando de ti de una manera no muy afable, sino que parecía que alguien se empeñaba en ponerte en pie de guerra. Trump ha sido el síntoma de muchas cosas que andaban muy mal en los Estados Unidos y que ahora vemos con mucha claridad. Somos un país en crisis todavía. En el sentido político no me ha sorprendido: en México o Guatemala tenemos paisanos que también se sienten tentados por la derecha. Texas es como una caja cerrada de sus propias locuras y uno crece en ese ambiente, y forma de cierta manera. Es como una realidad nacional aparte.

"A mi padre la vida lo había golpeado. Es misterioso. Yo podría acercarme lo máximo posible pero no puedo in dentro de su cabeza. Creo que había en él mucha frustración sexual, siempre hemos sospechado que él era homosexual y no podía reconocerlo en esos tiempos"

¿No es un poco raro que en medio de tanta injusticia, de tantos convulsiones, a usted se le pase por la cabeza escribir una novela tan íntima, tan lírica?

Sí… Cuando empecé el libro, Trump no existía. Quería escribir un libro íntimo y poético, sí, porque quería explorar muchas partes de mi vida. Con 20 años fui a Centroamérica para hacerme novelista, yo era gringo, de familia guatemalteca. Con 19 o 20 años entonces estaba enamorado de García Márquez, Vargas, V. S. Naipaul, Graham Greene, aquí es dónde quería ir para convertirme en escritor. Cuando uno ha vivido muy directamente una cosa como el genocidio de Guatemala tú siempre andas con esta jerarquía moral… Yo quiero escribir una novela sobre mis años de secundaria, ¿por qué no puedo? “Eso es muy frívolo, Frank, cómo no vas a hacer una novela sobre el genocidio de Guatemela, tú viviste eso, cómo andas pensando en esas cosas”, me decían. Era un acto de rebelión contra esa jerarquía. No, a mí me interesa escribir sobre estas cosas que pueden parecer frívolas…

Lo tenía muy claro por lo que se ve.

Una de las cosas que sí motivaron este libro es que viví en mis años de ausencia muchos dramas que me marcaron para siempre y sí es cierto que yo tuve una amistad que duró tres meses, con una joven, Mariana, que duró tres meses, y 30 años después me escribe ella. Y yo me pregunto: “Por qué ella se acuerda de mí, qué le afectó tanto a ella también?”. Y todos estos años me ha estado escribiendo en Facebook y ella simplemente quería abrazar el recuerdo. Todo eso, también, quise explorarlo en la ficción. También yo pensé en esos años me estaba acercando mucho a mi madre, porque se estaba muriendo, y yo me sentía mal porque sabía que había sido un hijo errante. Quise a mi mamá mucho pero yo siempre vivía muy lejos y tenía esta relación complicada con mi hermana, decido no invadir ese espacio… Si yo voy de Nueva York No hay día en que no piense en la guerra de Guatemala, pero estoy pensando en otras muchas cosas.

En las mujeres que ha conocido, en los viajes que ha hecho…

Sí, sí, en todo lo que tiene que ver con lo que yo crecí y viví. Estoy regresando adonde yo crecí. Y eso era el juego que me atrapó y era como un desafío estético y artístico: esta era una novela que busca el estilo, la estructura, cómo contarla, esa es la esencia de la novela. Pensé: ¿cómo en un viaje a casa de cinco días voy a narrar toda una vida? Eso fue muy difícil.

¿No es una novela un poco proustiana?

Mucha gente lo dice. Pero bueno es un artificio narrativo: nadie anda por las calles contando su propia vida. Es algo artificial que yo quería crear. Fue una novela intuitiva, y misteriosa a la vez. En un momento determinado yo tenía 800 páginas.

En su edición española, en Almadía, tiene 373 páginas.

Escribí la versión definitiva en el último año. Mi agente me dijo: “Frank, las 800 páginas que has escrito en el libro no están. Todo esto es nuevo”. Escribí la novela de nuevo.

"Aura Estrada siempre está conmigo. Ella fue la primera relación en la que di y recibí amor en mi vida"

¿Su padre era tan bestia como cuenta?

Sí.

¿Por qué cree que era así?

Porque la vida lo había golpeado. Es misterioso. Yo podría acercarme lo máximo posible pero no puedo in dentro de su cabeza. Creo que había en él mucha frustración sexual, siempre hemos sospechado que él era homosexual y no podía reconocerlo en esos tiempos.

¿Llegaron a arreglar la relación?

Sí, algo. En cierta manera el libro no es injusto con mi padre porque yo quería escribir sobre el daño que él había hecho y yo tuve la ventaja de ser hombre y podía irme. Y eso limitó mucho el daño que me podía hacer. Pero yo me daba cuenta de que él hizo un daño increíble a mi hermana y a mi mamá. Y ellas vivieron con ese dolor para siempre. Mi hermana que mi hermana sí dijo, es que nadie había ido a verlo a su tumba desde que había muerto. Yo ni sabía donde estaba. Mi hermana dijo: “Cosechas lo que siembras”. Me impactó muchísimo. En los últimos años, cuando yo me convertí en un escritor más o menos conocido, él estaba orgulloso de mí…

¿Qué le decía?

Nada, pero yo lo percibía. Y eso no podía redimirlo de todo el daño que había hecho.

¿Cómo ha sobrevivido a la ausencia de Aura Estrada, después de dedicarle una novela tan conmovedora como ‘Di su nombre’?

Aura Estrada siempre está conmigo. Ella fue la primera relación en la que di y recibí amor en mi vida.

Aura Estrada y Francisco Goldman el día de su boda.
Aura Estrada y Francisco Goldman el día de su boda.
Archivo Heraldo.
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