Descubierto un documento falsificado por la Iglesia en la Edad Media

Hasta ahora se pensaba que este pergamino era el documento más antiguo del Archivo Histórico de la Nobleza.

El documento falsificado.
El documento falsificado.
Vocento

La falsificación de documentos no es exclusiva de nuestros tiempos. También en la Edad Media hasta la Iglesia caía en esta tentación para lograr sus objetivos. Un equipo de investigadores de la Universidad de Burgos y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) acaban de descubrir una de las grandes "mentiras" históricas que escondía el Archivo Histórico de la Nobleza, organismo dependiente del Ministerio de Cultura que ocupa el antiguo Hospital de Tavera, en Toledo, edificio renacentista que acogió hace siglos a niños desamparados.

El documento en cuestión es un pergamino que hasta ahora se consideraba como el más antiguo custodiado por esta institución. Presuntamente databa del año 943 pero, en realidad, fue una falsificación del siglo XII. El documento, escrito en letra visigótica redonda, registra una donación de Asur Fernández, conde de Castilla, y de su esposa, Guntroda, al monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña.

En realidad, sus falsificadores reprodujeron un escrito auténtico de donación, que ya no se conserva, del año 943, insertando datos falsos con el fin de ganar un pleito. El original auténtico se perdió pero aún existe una copia en la Biblioteca Zabálburu, de Madrid. Comparando ambos textos se comprueba que el falso trató de imitar la redacción y el aspecto físico del verdadero pero incluyendo la cláusula.

Así lo ha descubierto la profesora Sonia Serna, de la Universidad de Burgos, para quien su creador se afanó por escribir con una letra visigótica propia del siglo X aunque estaba más acostumbrado a la letra carolingia del siglo XII. Así, esta profesora ha destapado fallos en la falsificación como abreviaturas que no existían en el siglo X.

No obstante, el documento cumplió su objetivo al añadir sobre el auténtico modelo una cláusula que asignaba al monasterio de San Pedro de Cardeña la propiedad de la iglesia de Santa María de Cuevas de Provanco, en Segovia, que también era reclamada por los concejos de Peñafiel y Castrillo de Duero en 1175. La abadía ganó el juicio presentando este pergamino y apoyando los derechos que el texto incluía con el testimonio de dos monjes que aseguraron bajo juramento que el documento era auténtico.

Pasado idealizado

Con el paso de los siglos la verdad ha salido al descubierto gracias al trabajo de la profesora Serna y de Julio Escalona, investigador del CSIC, que llaman la atención sobre las "habilidades técnicas" del falsificador y "la autoridad moral y religiosa" de sus instigadores.

"La falsificación funcionó al igual que han funcionado otras falsificaciones a lo largo de la historia porque todo esto forma parte de los juegos de poder y la escritura es poder", sostiene Julio Escalona, para quien explorar cómo se manipula y se reinventa el pasado es clave para conocer mejor la historia. En este caso, el buen hacer del falsificador y la autoridad moral de los monjes consiguieron construir una verdad creíble anclada en un pasado lejano e idealizado, como era la Castilla condal del siglo X para los castellanos del siglo XII.

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