La contaminación tiñe la historia

El aire de las ciudades deja una costra negra sobre los monumentos que daña su estructura.

Puerta de Alcalá en Madrid
Puerta de Alcalá en Madrid
Pixabay

"Ahí está viendo pasar el tiempo. la Puerta de Alcalá" cantaban Víctor Manuel y Ana Belén al monumento madrileño. Más de 300 años de historia que ha visto pasar coches de caballos, tranvías y automóviles que han dañado su 'salud'. Un mal extendido por los confines de todo el planeta.

Los gases procedentes de los vehículos a motor dejan su firma en las estructuras de edificios y monumentos, pero "no podemos olvidarnos de los humos procedentes de las calderas", advierte Cristina Marín, especialista en la restauración de elementos artísticos.

El aire de las grandes ciudades se compone de oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno, monóxido de carbono, metano, dióxido de azufre, entre otros elementos, y son los causantes del deterioro de las obras. "Lo que acostumbramos a ver son costras negras", detalla Marín.

Las partículas contaminantes, especialmente el dióxido de azufre, se posan sobre las esculturas o la fachadas y dependiendo de la humedad o la lluvia se forman estas costras, que son como cristales de yeso", destaca Marín. Estas manchas oscuras se han visto en la Fontana di Trevi de Roma, en la Catedral de Sevilla o en la Biblioteca de Adriano en Atenas. «Los primeros estudios se realizaron hace décadas en Francia, Suiza y Alemania donde su clima es más propicio para estas formaciones», explica Marín.

Más prevención

La humedad, la lluvia y los materiales de construcción son variables que afectan a este 'traje'. "Todos lo materiales sufren el mismo daño, pero, por ejemplo, el granito es menos reactivo que el mármol", detalla el experto. Además, cuanto más humedad tenga el ambiente más dura y profunda será la costra.

Una de las soluciones adoptadas por las autoridades es cerrar al tráfico las inmediaciones los monumentos más amenazados, como ocurrió en 1992 en Segovia con su Acueducto.

No es la única medida. "No podemos olvidarnos del monumento y hacerle caso solo cuando se pone malito", denuncia Marín. "Hay que tener un sistema de alerta para evitar restaurarlo de nuevo. Simplemente hay que conservarlo", añade. "Prevenir es curar".

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