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Más de 100 imágenes intentan rescatar del olvido los lugares y la memoria de Teruel

La fotógrafa Guada Caulín reúne en un libro instantáneas de los pueblos azotados por la emigración

Montoro de Mezquita, en la Comarca del Maestrazgo, símbolo de la resistencia de un pueblo. En él viven 14 vecinos.
Montoro de Mezquita, en la Comarca del Maestrazgo, símbolo de la resistencia de un pueblo. En él viven 14 vecinos.
Guada Caulín

Guada Caulín sabía lo que no quería, pero no lo que perseguía. Tenía claro que no mostraría la provincia de Teruel con cara de víctima y tampoco alumbraría un catálogo de lugares abandonados. Con esta firme premisa arrancó su viaje iniciático por una realidad, la despoblación, que ella misma desconocía. Millares de kilómetros y capturas de imágenes después, la fotógrafa turolense ha logrado elaborar un libro en el que las consecuencias de la emigración en el territorio aparecen tal y como son, "ni endulzadas ni amargadas", subraya.

La obra, ‘Teruel: vestigios de resistencia’, que acaba de salir a la luz editada por el Instituto de Estudios Turolenses (IET), pone el acento en el afán de los pueblos por seguir vivos, aun cuando esto resulte una titánica tarea. La autora elogia así el esfuerzo de las gentes por no claudicar ante el peso del silencio en las calles.

Distribuido en bloques, el libro, con más de 140 fotografías, todas en blanco y negro, comienza mostrando los lugares más dañados por el olvido para acabar abriendo una gran puerta a la esperanza. Del desangelado tapial de una masía en Josa y las ruinas de un bellísimo monasterio barroco en Cuevas de Cañart, las páginas saltan a los frutos del trabajo vecinal por conservar su identidad. Ahí están las fotografías de la piscina de Perales del Alfambra, construida sobre los restos de su estación de tren camino de Alcañiz nunca inaugurada; los museos mineros de Escucha y Utrillas –sin carbón desde hace décadas– y los festejos que organizan los 14 habitantes de Montoro de Mezquita, auténtico paradigma de la resistencia de un pueblo.

La torre mudéjar de la iglesia de Torre de las Arcas, vista desde las ruinas del castillo medieval de la localidad.
La torre mudéjar de la iglesia de Torre de las Arcas, vista desde las ruinas del castillo medieval de la localidad.
Guada Caulín

La pizarra de una escuela

La curiosidad llevó a esta fotógrafa a poner en marcha su proyecto. Con su cámara ha captado la esencia de lugares que al poco tiempo desaparecieron, como la pared del colegio del barrio El Campo de Villel, aún con los dibujos que hicieron en la pizarra los últimos niños, o el material guardado en las instalaciones mineras del Pozo Pilar, en Escucha. Con pesar habla Guada Caulín de otro de sus lugares inmortalizados, la Rambla de Martín, víctima no hace mucho de desalmados que robaron la campana de la iglesia aprovechándose de la soledad del pueblo, pues solo en verano tiene vida. La autora pone también de relieve la apuesta por el patrimonio que algunos municipios llevan a cabo, como Cuevas de Cañart, inmerso en la recuperación de su arquitectura.

Guada Caulín, con su libro.
Guada Caulín.
Heraldo

Pese a la profunda huella del abandono en los lugares, Caulín dispara su cámara también para quedarse con la belleza de los edificios. Por eso, sus imágenes magnifican todavía más los ya espléndidos campanarios que quedan en pie, como ocurre con los de Torre de las Arcas o Piedrahita.

"He reflejado toda la provincia y para ello he recorrido los lugares más apartados", explica la autora del libro, que ha sido prologado por el escritor turolense Mario Hinojosa. En un primer momento, Caulín acudió sola a cada enclave "para que el sitio me contase su historia" y ya en sucesivos viajes la fotógrafa, nacida en Albacete pero anclada a la capital turolense toda su vida por motivos familiares y laborales, dialogó con los habitantes o con quienes conocían el espacio para saber más de él.

Guada, que es intérprete de lengua de signos, educadora social y dinamizadora del medio rural, no ha quedado en calma tras peregrinar por la provincia captando su pasado, presente y futuro. Su espíritu se rebela contra otra realidad no menos grave que la partida de las gentes hacia otras tierras en busca de un puesto de trabajo.

"Hemos sido muy permisivos a la hora de dejar morir nuestros lugares y nuestra memoria", lamenta. "Debimos cuidar más el patrimonio", añade. Su obra, una apuesta artística arriesgada, ha abierto el camino en el IET para que otros autores disparen su cámara y den fe de la diversidad y riqueza de Teruel. Serán siempre, como el de Guada, fotolibros, para que la mirada humana no se vea empañada por la interpretación.

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