el patrimonio aragonés emigrado

El altar del palacio arzobispal de Zaragoza que sedujo al banquero J. P. Morgan

Más de 100 años lleva fuera de Zaragoza el altar de alabastro que esculpió Francí Gomar para el arzobispo Dalmau de Mur; más de 100 años, también, que es pieza estelar de la sección de arte antiguo europeo del Metropolitan neoyorquino.

El altar y predela de Dalmau de Mur tiene cinco bellas escenas esculpidas.
El altar y predela de Dalmau de Mur tiene cinco bellas escenas esculpidas.
Metropolitan Museum of Art.

Dalmau de Mur fue arzobispo de Zaragoza entre 1431 y 1456, veinticinco años en los que lideró los cambios en la diócesis y en la catedral.

Le toco vivir un periodo de reorganización religiosa en el Reino de Aragón, enfrentado con Castilla, aunque no pudo impedir que al final, la catedral de Toledo ejerciera la Primacía, así que, tras su muerte, los Reyes de Aragón ya no sería coronados en la Seo.

Antes de morir, el 12 de septiembre de 1456, tuvo tiempo de hacer muchas cosas por su sede episcopal. Mejoró su palacio y mandó construir, en 1445, cuando ya llevaba 14 años en Zaragoza, una capilla en honor de Santa Tecla. El retablo de dicha capilla se encargaría bastante después, y el artista elegido para esculpirlo en alabastro fue Francí Gomar.

El escultor hizo un trabajo acorde con la importancia de quien se lo encargó aunque, por desgracia, la obra ya no está en Aragón. Es una de las piezas más destacadas que conservan The Cloisters (Los Claustros), sección que el Metropolitan Museum of Art de Nueva York dedica al arte medieval. Allí viajó, desmontado y protegido, a principios del siglo XX.

Gomar estructuró la obra en dos pisos. El nivel superior (destinado a la predela del retablo) contiene cinco escenas: San Martín de Tours parte su capa y le da un trozo a un mendigo; aparición de Cristo; Descenso del Espíritu Santo; Santa Tecla escuchando la predicación de Pablo; y Santa Tecla, tras su conversión, salvada por la intervención divina del fuego ardiente.

El escudo central del altar reconstruido, engalanado con una cruz, representa el Arma Christi (los instrumentos asociados a la Crucifixión).

Gomar aprovechó la ductilidad del alabastro para dar detalles exquisitos a las escenas talladas. Solo quedan algunos restos de la pintura y el dorado originales. Según un contrato de 1458, el pintor Tomás Giner (activo entre 1458 y 80) recibió el encargo de pintar y dorar los paneles destinados a situarse sobre la predela. La inusual combinación de retablos pintados con una predela de piedra puede explicarse, quizá, por el deseo de Dalmau de Mur de ver acabada la obra antes de fallecer.

El altar fue vendido en 1909 a las Galleries Trotti & cie. de París, que a su vez lo vendieron ese mismo año al banquero estadounidense John Pierpont Morgan (1837-1913), dueño de una de las bibliotecas más importantes de su país. Morgan lo cedió al Metropolitan.

«Es una pieza espectacular por la calidad de la talla. Lo es de lejos, pero de cerca se aprecia la delicadeza de los pequeños detalles en los ángeles, los personajes o las ventanas», explicaba a HERALDO hace unos años Barbara Boehm, conservadora del centro. En 2017 fue objeto de una liviana restauración y aparecieron restos de su policromía original.

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