VERANO. LEYENDAS Y PERSONAJES

Melchora Herrero Ayora, la mujer que quiso serlo todo

Hace un siglo, en agosto de 1922, la profesora, escritora, periodista y fotógrafa regresó a su pueblo Villarluengo

Retrato de Melchora Herrero Ayora: maestra, escritora, periodista y fotógrafa.
Retrato de Melchora Herrero Ayora: maestra, escritora, periodista y fotógrafa.
Archivo Heraldo.

Dos de los primeros en hablar y escribir de Melchora Herrero Ayora (Villarluengo, Teruel, 1875- Madrid, 1933) fueron José Luis Melero, a raíz de sus textos de jota, y Félix Romeo Pescador, que hallaba sus libros en los rastros y librerías de viejo de Madrid. Con el paso de los años, desde hace más de una década para aquí, otros han evocado a esta mujer –maestra, escritora, fotógrafa y colaboradora de prensa– como José Serafín Aldecoa, Juan Manuel Calvo Gascón y Magdalena Lasala. Se hizo algo famosa desde Madrid, tanto en los años 20 como en los 30: cuando falleció en 1933 se recordaba que era colaboradora de las publicaciones de Prensa Gráfica como ‘La Correspondencia’ y ‘Mundo gráfico’ y que su muerte «ha sido unánimemente sentida».

Siempre llegó al Maestrazgo en su corazón. Había nacido en el masico ‘Nogueruelas’ de sus abuelos, en la localidad de Villarluengo (Teruel), y en uno de sus libros, en los artículos de ‘En mi patria chica’, habla mucho de ella. En 1922, en tartana, regresó a su pueblo para celebrar el milagro de la aparición de la Virgen en Monte Santo, en 1522, y aprovechó para todo: para hacer crónicas de su viaje (habla de la Venta de la Pintada, de que pernoctó en Ejulve, etc.), para recordar el hecho religioso y para realizar sociología y feminismo. Cuenta cómo es la vida rural y se solidariza con las mujeres que trabajan mucho en el campo, ante la aparente indiferencia de sus maridos. Y en medio de estos textos, llenos de detalles y observaciones sobre el paisaje, recuerda su niñez, a su familia y su partida a Madrid, donde estudió. 

Era profesora de la Escuela del Hogar Profesional de la Mujer, y tuvo buen gusto para la jota y una gran afición por la fotografía, de hecho publicó fotos en ‘La Correspondencia’ y en sus libros. Junto a comentarios de asuntos muy diferentes –jotas, toros, gastronomía y mujeres mártires; dice de una:«Le sacaron como reliquia un hueso de la cara y esparcía un perfume muy agradable»– también anota: «Aparece en la esquina de nuestra casa el embolado, al que disparo desde el balcón con mi Kodak para hacerle, en el primer atisbo, los honores de la fotografía».

«Aparece en la esquina de nuestra casa el embolado, al que disparo desde el balcón con mi Kodak para hacerle, en el primer atisbo, los honores de la fotografía»

Como decía Félix Romeo (recordado estos días en Lechago, su pueblo sentimental), preparaba ‘La novela de una escritora’, que no llegó a editarse. Aparecieron en cambio otros muchos: ‘Para las mujeres. Reflexiones y consejos’ (1905), ‘El jardín de las mujeres’ (1906), ‘El arte de las labores llamadas útiles y artísticas’ (1909), ‘El arte de la cocina’ (1914), ‘Cantares para jota’ (1921), ‘El triunfo de Amalia’ (1924), ‘Cocina selecta y clásica’ (1927), y por supuesto la compilación de ‘En mi patria chica’, que narra sus impresiones de agosto de 1922 en el Maestrazgo y en su pueblo Villarluengo, de «variada hermosura». Colaboraba a menudo con su hermana Florencia.

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