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Simón Tapia Colman, el violinista de Aguarón

Permaneció en dos campos de concentración. Dijo:«¿Qué sabe Dante del infierno?»

Simón Tapìa Colman
Simón Tapìa Colman
HA

Simón Tapia Colman nació en Aguarón en 1906. Su padre, capataz de una finca, le dio lecciones de música. El tío Hilario amplió sus conocimientos; le enseñó a tocar la guitarra y al poco tiempo le compraron un violín. «Fue uno de los días más felices de mi vida», diría. Poco después, el periodista Juan José Lorente le oyó tocar y se acercó: era «un mocoso» que había clavado la partitura en un árbol. En HERALDO, en su sección ‘Ráfagas’, Lorente escribió un artículo, ‘El músico’, y debió mediar para que le concediesen una beca en la Escuela Municipal de Música. El niño era una mina: dibujaba de maravilla e hizo su primera y única exposición en Aguarón. Su brillantez inquietó al boticario, y dijo que no era obra suya. El joven, escocido, anunció que no volvería a hacer nada que no se viese que lo hacía él. De ahí que apostase por el violín, como intérprete y compositor; crearía más de 250 piezas. A los 14 años firmó su primera obra. A los 16 ya estaba en Madrid. Obtuvo la plaza de concertino en el Teatro Apolo, que fue «una escuela de música y de vida». Con 18 años partió a Tánger a estudiar los ‘24 caprichos de Paganini’.

De vuelta, creó el Cuarteto Colman. «Era tan joven que uno de los músicos firmaba los contratos por él. Creó la Orquesta Colman, de nueve músicos. Tocaban jazz y música popular, e hicieron giras por África y Europa», contó Consuelo Roy, autora de una tesis doctoral sobre él. Registró más de 150 obras en la SGAE, pero no las depositó. Combatió en la Guerra Civil en el ejército republicano, y se batió en el Segre. Permaneció en dos campos de concentración en Francia, en Saint-Cyprien y Agdé. Dijo: «¿Qué sabe Dante del infierno?». Embarcó en Burdeos en el navío Ipanema, y compuso un poema: ‘Adiós a Europa’. Desembarcó en Veracruz en julio de 1939. No tardaría en entrar en contacto con el cardiólogo y general Heberto Alcázar, y desposaría a su hija, que fue la auténtica mujer de su vida.

Su obra tiene pegada hispánica, presenta ecos de Falla y Albéniz en sus inicios, recoge huellas mexicanas y se mueve en el dodecafonismo. En México, con el apoyo del presidente Miguel Alemán, intuyó las posibilidades turísticas de Acapulco y las desarrolló con éxito. Se hizo rico, pero finalmente se arruinó y recibió amenazas de muerte. Empezó con dos obsesiones: la creación musical y el propósito de «elevar el nivel de las enseñanzas musicales», según explicó Consuelo Roy.

Volvió, fugazmente, a Aragón en 1989. Murió en 1993. En 2010, el Trío Salduie -de Juan Luis Gallego y Nuria Gañet y la propia Consuelo Roy- le grabó la ‘Integral de cámara con piano’, y la Filarmónica de Málaga su obra sinfónica. Ahora, la familia y la pianista Consuelo Roy han cedido a la Biblioteca Nacional una buena parte de su legado. 

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