Pepe Lirrojo: "El mago trabaja para el niño que llevamos dentro"

Nacido en Zaragoza en 1978, es ingeniero informático. Ha conseguido vivir del ilusionismo y organiza el Festival de Magia del Teatro Principal

El mago Pepe Lirrojo, este jueves, en el Teatro Principal de Zaragoza.
El mago Pepe Lirrojo, este jueves, en el Teatro Principal de Zaragoza.
José Miguel Marco

Pepe Fernández, 'Pepe Lirrojo', nació en Zaragoza en 1978. Es ingeniero informático pero ha conseguido convertir su vocación en profesión y desde hace años es uno de los mejores magos españoles. Ha presentado sus espectáculos en prestigiosos escenarios de varios continentes, entre ellos el famoso Castillo Mágico de Hollywood. Estudioso del ilusionismo y divulgador de sus principales figuras, es uno de los organizadores del Festival Internacional de Magia Ciudad de Zaragoza, cuya segunda edición se celebra desde este jueves y hasta el domingo en el Teatro Principal. Reúne a las principales figuras europeas de la magia de escena. La edición del año pasado colgó en 'Sin entradas' en las cuatro funciones, y algo parecido va a ocurrir este año.

Pepe... ¿Lirrojo?

El nombre artístico lo adopté hace unos años, cuando creamos un grupo de magos, el Funny Magic Creepy Show, en el que todos encarnamos a personajes un poco frikis.

¿Mago, prestidigitador o ilusionista?

Es todo lo mismo. Quizá ilusionista sea un vocablo un poco más elegante.

El Principal se llena estos días de magia con el festival que usted ha organizado.

Es la segunda edición. La primera, aún con el 50% del aforo permitido, por la pandemia, logramos cuatro llenos. Hemos traído a las mayores estrellas del momento, queremos consolidarlo.

Eso de que Zaragoza es referencia en el mundo de la magia, ¿es un tópico o es real?

Real. Hay una tradición de grandes magos. Hubo un tiempo en que la noche de Zaragoza eran sus salas de fiestas. Llegaron a convivir hasta 16, y en todas había magos casi a diario. Claro, pulían tanto sus números que cuando llegaban a los congresos nacionales lo ganaban todo porque eran perfectos. Queremos traer un Congreso Mágico Nacional a Zaragoza. Aquí se celebraron cuatro en los años 60 y 70. Y se organizó un mundial, aunque físicamente se celebró en Madrid.

¿Por qué llaman rutinas a sus trucos?

Una rutina es la secuencia de pasos que da un mago en uno de sus números. Cada uno de esos pasos, lo vea el público o no, tiene que ser ejecutado a la perfección y a su tiempo para que el efecto se multiplique. Cada número de magia es, en realidad, la suma de una serie de actos individuales. En el festival, Mago Edgard hace un número de 18 minutos en el que llegan a intervenir 12 personas y se emplean una quincena de efectos.

¿Se puede hacer magia con todo?

Claro. También en el festival, el belga Laurent Piron logra un imposible: que una simple bola de papel cobre vida. Su número parece un corto de Pixar.

Y el secreto de un buen número de magia es...

La belleza. Lo que intentas es que cada uno de los espectadores se deje llevar. Y eso es muy difícil: todo tiene que fluir con naturalidad. Si un espectador aprecia un movimiento un poco raro, aunque no adivine el truco y simplemente vea algo ligeramente fuera de su sitio, pierde la ensoñación en la que le has metido. El buen mago es el que consigue que no pienses en que ha subido la luz o la gasolina, el que logra que para ti no exista otra cosa en el mundo que el número que estás contemplando en ese momento. En realidad, los magos trabajamos para el niño que todos llevamos dentro.

¿Ustedes se copian los trucos?

Sí, pero no está bien visto. Se copia sobre todo cuando empiezas, porque quieres hacer los trucos que has visto hacer a otro.

Y también los venden. Jorge Blass vendió uno a David Copperfield.

Hay magos que son muy buenos creadores pero que no son capaces de subirse a un escenario. Otros son solo artistas. Y la mayoría somos ambas cosas a la vez. Pero sí, se venden ideas, efectos... En sus momentos de mayor fama, Copperfield llegó a tener decenas de ingenieros trabajando para él.

Si algo sale mal en escena...

A todos nos ha pasado alguna vez, y se sale adelante como se puede. Pero lo cierto es que para cada espectáculo todos tenemos preparadas algunas ‘salidas de emergencia’ en los momentos estratégicos en los que sabemos que algo puede ir mal. Lo bueno de la magia es que a veces pasan cosas que no deben pasar, y que además puede ocurrir que el público no lo note.

Usted practica magia de escena, escapismo y magia de cerca.

Soy autónomo, y para vivir de esto hay que tener varias especialidades. Tengo un acto ‘de gala’, en el que hago magia con pompas de jabón, pero uno no puede vivir de eso: cuesta mucho tiempo diseñarlo y en relativamente poco tiempo pierde vigor. Así que me guardo un as en la manga. La magia es la reina de las artes escénicas y a mí me gusta mucho la de cerca. Es una disciplina en la que España es la primera potencia mundial.

Dedicándose a la magia de cerca, con cartas, ¿encuentra amigos con los que jugar al póquer?

(risas) No, no. Tengo un amigo al que un día le hice varios trucos con cartas en la espera en un aeropuerto y ya no ha vuelto a jugar conmigo.

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