FOTOGRAFÍA. OCIO Y CULTURA

El pionero Zanetti, el falsificador de billetes, Canfranc y el asesinato de Cepero

José Antonio Hernández Latas publica 'Historias mínimas de la fotografía' y un álbum, con García Guatas, de una expedición al pantano de la Peña

El ingeniero de las obras Severino Bello y el ministro José Sánchez, en el pantano de la Peña en 1908.
El ingeniero de las obras Severino Bello y el ministro José Sánchez, en el pantano de la Peña en 1908.
Leopoldo Alonso.

José Antonio Hernández es un gran estudioso de la pintura del siglo XIX y de la fotografía en y de Aragón desde sus orígenes. Vinculado a la Universidad de Zaragoza, es un investigador cualificado de la Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID), un trabajador tan incansable como curioso y metódico. Hace pocos días publicaba dos nuevos libros: ‘Historias mínimas de la fotografía (1839-1924). Ensayos sobre la fotografía histórica y sus pioneros, en relación con Aragón’ (Rolde), compuestos por miniaturas de artistas, de gabinetes, de personajes estrafalarios, de álbumes, que son como pequeñas y fascinantes películas de época, y ‘Álbum. Recuerdo de la Expedición a Canfranc y al pantano de la Peña, 1908. Fotografías de Leopoldo Alonso’ (Gobierno de Aragón), que escribe al alimón con Manuel García Guatas. “Le debo muchas cosas a García Guatas. Lo siento como mi maestro y que él me haya llamado para este proyecto me ha hecho feliz. Sinceramente, me encanta haber hecho este trabajo con él”.

Dedicado a su padre, fallecido recientemente, ‘Historias mínimas’ recoge textos que han figurado en catálogos, en libros colectivos o en revistas, como sucede con el increíble caso de Lucas Cepero, reportero de HERALDO asesinado en 1924, que apareció en dos entregas en la revista ‘Rolde’. Se abre, tras el prólogo de Jesús Pedro Lorente, con un trabajo que obliga a modificar un sinfín de historias canónicas de la imagen, donde se solía decir que un zaragozano, un tal Ramos Zapetti, había descubierto la fotografía, antes que nadie, pero no divulgó su invento.

El famoso retrato de Mariano Supervía, datado en 1939.
El famoso retrato de Mariano Supervía, datado en 1859.
Aragón Photo.

Hernández Latas, siguiendo su paciente tarea de sabueso de enigmas, descubre que Ramos Zapetti no existía (era un error de transcripción que se había multiplicado), sino que era el pintor José Zanetti, nacido en Lérida y formado en Zaragoza, que tenía estudio en Roma y desde él tomó una foto. Escribe Hernández Latas: “No resulta difícil evocar la escena. Una cámara oscura, un sol radiante y una ventana abierta a una de las plazas más bellas del Orbe, la Piazza Navona. Oculto bajo el paño oscuro, un singular pintor español, formado en Zaragoza, que había dejado atrás su juventud en Roma, estaba a punto de destapar el objetivo de su cámara… ¿Acaso resulta posible imaginar un escenario más propicio para hacer historia?”. Antes que Daguerre, José Zanetti, al que retrató Federico de Madrazo en 1842; el dibujo, espléndido, se expone en el Museo del Prado.

En otro artículo, ‘1849. Roma: una generación de artistas españoles bajo el filo de la revolución’ sigue los pasos y las huellas de un puñado de creadores, entre ellos el zaragozano Bernardino Montañés, al que ha estudiado del derecho y del revés. En su abundante legado iconográfico, Hernández Latas descubre que “Montañés conservaría siempre entre sus fotografías la imagen el compañero malogrado [Francisco Sainz], su retrato de busto, sentado en un velador romano, tomado por Caneva hacia 1849. El espléndido retrato, pleno de naturalidad, puede considerarse, a falta de otros precedentes, el retrato fotográfico español más antiguo, conocido, de los realizados a artista español alguno”. Una página más adelante, a través del proyecto Aragón Photo, el investigador glosa “la digitalización y catalogación de una importante colección zaragozana, con raíces o antecedentes familiares en Tauste (Zaragoza) que conserva el archivo de los hermanos Supervía, Mariano, obispo en Zaragoza y Huesca, y Miguel, canónigo arcediano de la catedral de Huesca.

Entre los fondos, hay “un daguerrotipo en cobre, bañado en plata, en bastante buen estado de conservación, a pesar de no conservar su estuche o enmarcación de protección”. La pieza inédita será datada en 1859. Luego se pasea por el gabinete de Mariano Júdez, que es espectacular, entre las fotos figuran dos del romántico Federico Muntadas, determinante en los trazados del Monasterio de Piedra; glosa un álbum isabelino centrado en Zaragoza; recuerda la condición de pionero de Cajal y su pasión terapéutica por la fotografía, retrató París, Roma, Nueva York y Londres. Y aborda dos figuras más: la historia del zaragozano Marcelino García Orga, que tenía un estudio de fotografía en Barcelona (“en el barrio de la Barceloneta, calle Mayor, 28”), oculto, para falsificar billetes. Hernández Latas se pregunta: “Pero ¿qué había sucedido para que un honrado fotógrafo de estudio se dejara embarcar en una empresa de tan dudoso éxito por unos delincuentes y falsificadores de medio pelo?”.

Lucas Cepero, asesinado por un marido despechado, Calvo Lezcano.
Lucas Cepero, asesinado por un marido despechado, Calvo Lezcano.
Biblioteca de DPZ.

Al relato de Lucas Cepero le dedica dos entregas. En una aborda el cuento minucioso y casi inverosímil de su muerte, tras salir de la fiesta de la Asociación de la Prensa en el Teatro Principal, porque mantenía en secreto una relación extraconyugal con Pilar Larpa Maluenda, casada con el conductor Calvo Lezcano, que le disparará tras un forcejeo con varias heridas mutuas. La sentencia, tras el juicio, llama la atención: “Que por hallarse exento de responsabilidad criminal, debemos absolver y absolvemos al procesado Francisco Calvo Lezcano, declarando de oficio las cosas procesales y mandando que aquel sea puesto en libertad si es que no debiere quedar preso por otros motivos...”. El segundo texto se centra en su tarea fotográfica, donde destacó por su fotografía aérea.

Si el primer libro es interesante, no lo es menos el ‘Álbum. Recuerdo de la expedición a Canfranc y al Pantano de la Peña’ del salmantino Leopoldo Alonso (1877-1949), que fue enviado a Aragón por la revista ilustrada ‘Nuevo Mundo’. Manuel García Guatas hace un trabajo de introducción y contexto a la época. “Pocos proyectos de tan deseado porvenir en el siglo del proceso suscitaron tantos anhelos como el ferrocarril (…) En lo que se refiere a esta iniciativa del ferrocarril a Canfranc, tres fueron, resumidamente, las fases que se sucedieron a lo largo de casi medio siglo, desde 1882 a 1928, precedidas de dos antecedentes indispensables: la llegada de la línea desde Barcelona, en septiembre de 1816, y la de Madrid tres años después, cuyas obras se habían inaugurado en mayo de 1856”, escribe. Recoge festejos, viajes del rey Alfonso XII a caballo, banquetes, medallas, relaciones con Francia, etc.

Tipo aragonés sentado a horcajadas en el mulo.
Tipo aragonés sentado a horcajadas en el mulo.
Leopoldo Alonso.

Luego Hernández Latas estudia al artista: cuenta su condición de fotógrafo de vuelo, su asistencia a un consejo de guerra en le Rif, su condición de testigo de la I Guerra Mundial (publicó el libro ‘Lo que yo he visto en la guerra’, 1915), etc. “… Alonso tuvo ocasión de cubrir prácticamente todos los géneros periodísticos: ecos de sociedad, eventos deportivos, crónica política, sucesos, reportajes bélicos, aeronáutica, patrimonio cultural, naturaleza, etc.”, anota Hernández Latas. También fue fotógrafo-escritor de estilo ágil que acompañaba sus fotos con textos. Su presencia en Aragón no admite dudas: captó la Sublevación del Cuartel del Carmen (1920) y estuvo ese mismo año en Ordesa y el Monasterio de Piedra, y también redactó cuidadosos textos.

El álbum perteneció al coleccionista Ángel Morata Monreal, consta de vistas, el curso de las obras, la presencia de las autoridades -entre ellas el arzobispo de Zaragoza, al que iban a matar los anarquistas en el Terminillo en 1923, y el ministro de Fomento José Sánchez Guerra-, el retrato de paisanos con el traje altoaragonés…

El 8 de diciembre de 1908, HERALDO anotaba: “La mañana, aunque fría, transcurrió deliciosamente, reflejándose en los semblantes de todos la buena impresión que les había producido esa rápida visita al Pantano de la Peña”.

El arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, y el obispo de Jaca, Antolín López Peláez, con otras autoridades aragonesas y francesas.
El arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, y el obispo de Jaca, Antolín López Peláez, con otras autoridades aragonesas y francesas.
Leopoldo Alonso.
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